El papel de la persona humana en este universo se ha venido desvirtuando hasta extremos en donde se llega a decir que el hombre es un depredador de su entorno.
En una sociedad en la que ha crecido el sentido de responsabilidad en el respeto y la conservación de la naturaleza, que indudablemente ha sido dañada por una falta de aprecio o por el uso y abuso por intereses económicos, o por un mal manejo de los recursos naturales, y aunque todavía falta mucho para mejorar este proceso, en el que en muchos países se ha avanzado más porque ya forma parte de la conciencia ciudadana, es bueno que desde la misma familia vayamos sembrando en la conciencia de los niños esta admiración y respeto hacia algo tan grandioso, y esto sea apoyado también por la sociedad tanto desde los gobiernos como desde las empresas y todos los organismos de influencia comunitaria.
Sin embargo. Al mismo tiempo, esta conciencia ecológica es muchas veces utilizada también por corrientes ideológicas para otros fines, y no faltan en las naciones políticos que se han aprovechado de este concepto para el manejo de partidos cuyo enfoque supuestamente ecológico es más bien una fachada para conseguir votos, pero después pocas veces desemboca en verdaderas acciones que den resultados al fin que supuestamente están persiguiendo.
Pero dentro de todo este universo de la mentalidad ecológica muy sana como principio general, hay un aspecto que se debe analizar con profundidad y serenidad, porque el papel de la persona humana en este universo se ha venido desvirtuando hasta extremos en donde se llega a decir que el hombre es un depredador de su entorno y casi un invasor que destruye lo que sería perfecto sin su actuación.
Es indudable que las maravillas de la naturaleza nos sorprenden cada vez más conforme la ciencia ha estudiado sus características y hoy en día nos los pone al alcance de muchos mediante los medios de comunicación multitud de artículos, documentos no solamente escritos, sino gráficos, documentales que nos permiten admirar lo que sucede desde las profundidades del mar, hasta las montañas más altas, desde la agilidad de los animales libres en una sabana africana hasta el detalle de las células y su constitución en cualquier ser viviente y esto nos lleva a sentir un gran respeto y admiración.
Sin embargo, cuando nos detenemos a ver lo que es la maravilla del centro de esa creación por su capacidad de desarrollo, de análisis, de planeación, de creatividad, de abstracción, de sensibilidad, de generosidad, de heroísmo y de amor, y sorprendentemente también de acciones totalmente contrarias como el odio y la destrucción, nos damos cuenta que estamos ante un salto infinito entre el ser humano y el resto de la naturaleza aún con toda su grandeza e imponencia.
Para muchos, pese al laicismo exacerbado que se ha venido imponiendo desde la Revolución Francesa sistemáticamente en todas las sociedades, esta obra tan grandiosa debe tener no solamente por fe, sino por simple lógica, que del caos no se puede derivar tanto orden y tanta grandeza, que hay un Dios creador detrás de esta gran obra, sentimiento que ha sido compartido por millones de años por la humanidad en general, con diferentes visiones, pero con el mismo sentido, y siempre buscando una proyección de trascendencia más allá que los pocos años que podemos estar en este maravilloso planeta.
Sin embargo, muchas corrientes de pensamiento, y otras más bien de sentimentalismo que de razonamiento, han sobredimensionado el papel de por ejemplo los animales y disminuido la trascendencia de la persona humana, de ahí que veamos por ejemplo que antes el respeto a la vida de una persona se consideraba sagrada, aunque este principio siempre haya sido vulnerado por crímenes y guerras, pero hoy en día lo es también por un gran número de la sociedad cuando se avala el aborto no solamente como una acción inducida por muy diversas razones, sino que se le proclama un derecho, cuando la simple biología y no se diga el avance de la ciencia y la lógica más elemental demuestran que desde la fecundación lo que se está desarrollando en el vientre materno no es una parte del cuerpo de la mujer, sino un ser independiente, y la mejor muestra de ello es que todos los que estamos vivos iniciamos nuestra existencia de esa manera. Cuando se pretende institucionalizar y respaldar legalmente el negar un hecho tan básico que la naturaleza en su constitución fundamental determina que los seres humanos son simplemente hombres o mujeres, y se dice que eso es una percepción cultural se esta incurriendo en una manipulación ideológica fundamental y destructiva.
Ciertamente que está muy bien que se eduque a las personas en el sentido que esa superioridad que Dios o la naturaleza le ha dado sobre el resto de la creación no es para que abuse de ella y mucho menos para destruirla, sino al contrario, para cuidarla, y utilizarla ordenadamente para cubrir sus necesidades, también es importante que se cuide de los animales, pero que no se pierda de vista que tiene su propia naturaleza animal, sus propios fines y no debemos tampoco pretender que son como seres humanos, y caer en extremos que inclusive atentan contra su misma naturaleza animal, igualmente hay una corriente de respeto a la naturaleza que cae en extremos y llega prácticamente a un panteísmos que en realidad no va de acuerdo a la capacidad intelectual del hombre.
Estas reflexiones nos pueden sugerir que tenemos una enorme tarea que puede empezar por cada uno de nosotros para reflexionar sobre tomar conciencia de cuál debe ser nuestro papel en nuestra actuación personal y social para entender cómo debemos actuar en todos los campos en los que estamos involucrados como personas responsables y conscientes de que todos desarrollamos un papel dentro de la creación, primero como integrantes de la sociedad y el aprecio en sí a la vida humana, y después a la integración que tenemos con el resto de la creación que debe estar encaminada a su conservación, pero también a como debe ser utilizada para la supervivencia de las personas, sin destruir a la misma, y también fomentar esa admiración a la naturaleza que también contribuye a que acrecentemos ese sentido de admiración a la belleza natural en todas sus expresiones, ya sean del mundo animal, del vegetal o del mineral como nos lo enseñaron en aquellas antiguas escuelas.
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