Un feminismo que toma los peores defectos del machismo para buscar la igualdad no puede ser un camino que conduzca a un buen final, excepto a la destrucción de la misma feminidad.
Nadie puede negar que en la sociedad la mujer ha sido minimizada en cuanto a la importancia de su papel en la trascendencia de la historia del mundo, y muchas veces maltratada y menospreciada y poco reconocida, ya que sin su papel de educadora y de formadora de almas, así como centro y corazón de las familias, el mundo no hubiera podido subsistir sin ella.
Por lo tanto, es natural que con la evolución de la sociedad y la apertura de las ideas la mujer buscara su reivindicación, y el hombre tuviera que reconocer el papel fundamental de la mujer y su gran capacidad, igual y aún superior en algunos casos para poder actuar en cualquier campo de las actividades humanas, ya sea en la empresa, la educación, la ciencia, el arte, los deportes, el comercio, la política y cualquiera otra actividad humana contemporánea.
Y así surgió la llamada corriente feminista, pero que como movimiento desde un principio fue tomando cierta radicalidad que ha venido desembocando en una guerra de sexos que muchas veces se manifiesta en violencia que no puede ser el mejor camino para realmente llegar a lo que se busca, que es el pleno reconocimiento de su dignidad como ser humano.
Estamos llegando a ver la promoción de una sociedad de plena confusión sobre la esencia misma de la humanidad, y de su comportamiento personal y social por una difusión de ideologías que aparentemente buscan lo que llaman nuevos derechos humanos, pero que lo que en realidad están haciendo es precisamente lo contrario, derrocar los verdaderos valores humanos que toman en cuenta la esencia espiritual y material de la persona humana.
Es ya tanta la diversidad de estas ideologías y su amplia difusión por los medios de comunicación y aún por los programas educativos, que es difícil tratar de dar un seguimiento ordenado para buscar lo que debería ser el auténtico equilibrio en la búsqueda de una sociedad justa y libre, y para ello hay que partir de una elemento tan sencillo y tan evidente que es reconocer que la humanidad está compuesta por seres que se dividen en hombres y mujeres, iguales en dignidad, pero con grandes diferencias biológicas y psicológicas, que los hacen complementarios, y cuya diferencia es precisamente el mayor tesoro, la mejor herramienta, la gran riqueza para desarrollar una sociedad plenamente humana y dentro de las posibilidades de nuestra propia naturaleza, feliz.
Un feminismo que toma los peores defectos del machismo para buscar la igualdad no puede ser un camino que conduzca a un buen final, excepto a la destrucción de la misma feminidad.
Las diferencias de hombre y mujer son las que precisamente hacen que por naturaleza se atraigan mutuamente, de esa atracción nace lo que ha sido el fundamento de la base social que es la familia, formada por esa pareja que se une por medio de lo que hemos llamado el matrimonio, con el fin de establecer una alianza de amor para cruzar por el mar embravecido de la vida, y que requiere de un gran compromiso de ambas partes, y que por su propia naturaleza desemboca en la creación de nuevas vidas, única manera en que la humanidad puede seguir existiendo, y que hoy no pocos desprestigian atacando y negando su naturaleza pretendiendo que es simplemente una creación artificial.
La paternidad y la maternidad deberían ser temas en los que todos debíamos de ser educados para tener las mejores herramientas para enfrentar ese compromiso, porque aunque son situaciones de orden natural requieren de una conciencia bien formada sobre la trascendencia de estas funciones que deben ser llevados a cabo en base a esa complementariedad del hombre y la mujer, no en una competencia, sino en una colaboración que es difícil de lograr sin amor de por medio, y que también requiere del desarrollo de muchas habilidades que la psicología y la pedagogía moderna ya nos pueden aportar, pero a las que prestamos muy poca atención.
Una de las bases que está causando un daño profundamente peligroso a la sociedad y que debemos con toda firmeza combatir es la falta de respeto a la vida desde su concepción, en un mundo que se supone que precisamente ha avanzado en ese aspecto en esta época como en ninguna otra, y resulta entonces absurdo y contradictorio que se promueva el aborto como un derecho y como un logro del feminismo, porque hoy como nunca la ciencia misma es la que se ha encargado de definir que la vida se inicia desde la concepción, pues en la unión de las células masculinas y femeninas ya están todas las instrucciones genéticas para el desarrollo de un ser humano, que se resguarda y alimenta en el seno materno, pero que no forma parte de su cuerpo como si fuera un órgano nuevo o un tumor, y que las maravillas del ultrasonido nos permite admirar como desde las pocas semanas ya presenta la formación en desarrollo de una persona viva,
Y ciertamente que en esta lucha la responsabilidad del padre debería estar también involucrada, y debería ser además de moralmente legalmente responsable de esta nueva vida que ha generado, para que sea respetada y después tenga todos los recursos en todos los órdenes para desarrollarse como lo que es desde su concepción, un ser humano con toda su dignidad.
Y es que una parte muy importante en este desorden conceptual al que hemos llegado lo tiene el laicismo, que desde su inicio, y aunque se presentó como un logro de libertad de la humanidad para librarse de las imposiciones religiosas y así lo sigue creyendo la mayoría de la sociedad, en realidad lo que resultó fue la imposición de una contra religión igualmente dogmática, que prohíbe la idea de Dios en la sociedad y la suple por la de un Estado totalitario que impone sus ideas de pensamiento, generalmente por el control del monopolio educativo, y hoy hasta puede determinar por medio de leyes lo que es bueno o malo moralmente, cosa para lo que será siempre incapaz, pues al final en la práctica el Estado es lo que son sus políticos del momento, y en este caso que estamos viviendo esto resulta absolutamente alarmante.
La lucha es difícil para retornar el camino hacia un auténtico humanismo porque llevamos años regidos por una dictadura del relativismo como dijera Benedicto XVI, pero si en realidad queremos una sociedad donde la mujer sea valorada y respetada, para lo que se necesita que el hombre también lo sea, deberemos revisar nuestros principios éticos y morales que innegablemente recibimos nosotros de la llamada civilización occidental forjada dentro de los valores cristianos, atacados desde años por ese laicismo intolerante impuesto por las revoluciones.
Por ello quiero terminar con esta frase del maestro Anacleto González Flores, luchador incansable por la verdadera libertad espiritual y material de México:
El cristianismo, religiosa y filosóficamente considerado es el único sistema que conoce y reconoce al hombre, nadie puede ni podrá formular una doctrina ni tan profundamente divina ni tan onda e intensamente humana como el Evangelio. Las que le precedieron apenas sospechan a Dios y vislumbran al hombre; las que le han seguido, en su afán de mutilarlo, han empezado a declinar hasta la penumbra: solamente el cristianismo, viajero que no es de este mundo, ha sondeado los dos polos de la humanidad: Dios y el hombre.
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