Con muy pocos hombres y con un pobre armamento ha ido Miguel Miramón siguiendo rutas poco transitables para no ser descubierto por los ejércitos liberales; su meta es llegar a Zacatecas, donde se encuentra Juárez, para tratar de tomarlo prisionero. Nadie se espera que el famoso general Miramón que había llegado del destierro fuera a realizar una maniobra tan audaz que le permitiera llegar al corazón del gobierno liberal.
La sorpresa es mayúscula y los liberales no tienen ni tiempo de defenderse, prefieren huir apresuradamente, la confusión es total y aun Juárez por un poco y es tomado prisionero. Esto hubiera cambiado la historia por completo, pero salen varios carruajes y don Benito por las prisas sale en uno que no es el suyo por la carretera de Fresnillo, las tropas de Miguel festejan el triunfo, pero exhaustos y ya con muy pocos recursos no tienen la capacidad de perseguir a los derrotados.
Sin embargo, no lejos de ahí se encuentra el general Mariano Escobedo con más siete mil hombres bien armados, con una gran caballería, aprovisionamientos de primera y 24 piezas de artillería. Ante la enorme superioridad del general liberal no hay ninguna posibilidad de derrotarlo. Las tropas de Miramón ante tan formidable enemigo salen en desbandada; sin embargo, muchos son hechos prisioneros, entre ellos Joaquín, un hermano de Miguel que viajaba herido en un carruaje.
Escobedo ordena una carnicería y manda fusilar a ciento cincuenta y siete franceses y a otros prisioneros, se entera que entre los cautivos está el hermano de Miguel. Joaquín, con la valentía que caracteriza a los Miramón, sabiendo que va a morir, pide que le ayuden a recargarse en una pared, pues tiene un pie mutilado y quiere morir de pie.
Miguel siente un profundo dolor cuando se entera de la noticia, tiene el deber de comunicárselo a su cuñada y le escribe la siguiente carta: “Tengo la enorme pena de participarte la irreparable pérdida que hemos sufrido, tú con tu esposo, Chole con su padre, yo con mi hermano, la Patria y el Ejército de un buen mexicano y un soldado valiente; pérdida que jamás podremos reparar y que viene a hacer más acerbo nuestro dolor, por haber sido inmolado por los odios de partido, en recompensa con la generosidad con la que yo siempre he tratado a los vencidos.
“El guante está arrojado, yo lo levanté y la sangre de Joaquín marcará en la carrera de mi vida una transformación tal vez fatal para el país, pero terrible para nuestros enemigos. Ningún consuelo humano puedo darte porque éstas pérdidas sólo el tiempo y Dios pueden hacer que se olviden. Yo soy hombre y apenas sé cómo trazo estas líneas, pero como al faltar Joaquín yo debo velar por ti y por Chole, desde este momento puedes contar con que todo lo que tengo está a tus órdenes…”.
Esta derrota haría decaer mucho el ánimo de Maximiliano y sería aprovechada por los enemigos de Miguel para tratar de culparlo de una situación que era inevitable ante la disparidad de fuerzas. Tal vez por la lealtad de los habitantes de Querétaro a Maximiliano el emperador escuchó los consejos de Márquez y decidió que ahí se concentrara todo el ejército imperial; en la ciudad se reunieron con el emperador los generales Miramón y Mejía.
Curiosamente también se uniría a Maximiliano un personaje, el príncipe Félix Salm-Salm, de origen alemán, un aventurero romántico que había luchado en la guerra civil de los americanos al lado de los unionistas, la esposa del príncipe que montaba a caballo espléndidamente permanecería también fiel al emperador.
Mucho se ha discutido sobre si fue un error la decisión de Maximiliano de trasladarse a Querétaro o si simplemente no le quedaba ninguna otra opción. Por esos días el ejército francés derrotado abandonaba México por Veracruz dando por terminado el sueño de Napoleón III y Eugenia de establecer un imperio que les fuera favorable y evitara el crecimiento sin límite de Estados Unidos.
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