Del ensueño a la locura; Carlota, una princesa infortunada – Cap XXXIV Maximiliano piensa en abdicar

La situación mexicana empeoraba y Bazaine ya en concreto le sugería a Napoleón un plan para retirar a las tropas francesas en tres etapas: una en noviembre de 1866, después en marzo de 1867 y terminar en diciembre de ese año saliendo el último contingente con Maximiliano, pues sin las tropas francesas sería imposible mantenerse en el gobierno.



Muchas de las acciones de Maximiliano demostraron que en verdad quería ser un emperador mexicano para el bien de México, pero pese a sus buenas intenciones había cometido muchos errores, y ahora, pese a su habitual optimismo, Maximiliano fue realista por algunos instantes y pensó en abdicar y regresar a su bello palacio de Miramar.

Carlota, sin embargo, no pensaba así; sentía que sería una humillación regresar para ser unos personajes derrotados que serían menospreciados por toda la nobleza europea, aunque ambos vinieran de las familias más nobles del Viejo Continente.

Carlota, convencida de que si ella personalmente se presentaba ante Napoleón, lo obligaría a mantener su palabra de sostener al imperio hasta que se consolidara, partió para Europa el 13 de julio de 1866, al mismo tiempo que Bazaine empezaba a recolectar a sus tropas, y al dejar plazas vacías, en esos mismos lugares se fueron instalando las tropas de Juárez.

Este viaje de Carlota se convertirá en uno de los episodios más trágicos que haya vivido una mujer que tuvo en sus manos el sueño de su vida de ser emperatriz de un gran imperio, y que en ese momento se encontraba en una situación desesperada e incierta.

Durante todo el viaje, Carlota permaneció encerrada en su camarote; al llegar al puerto francés, nadie la esperaba, y el alcalde, al enterarse de su llegada, no sabía qué hacer. Para colmo de males, cuando don Juan Nepomuceno Almonte, informado de la llegada de su majestad, acudió a saludarla, la recibió con las peores noticas posibles y le dijo que Austria había sido derrotada por las fuerzas prusianas del mariscal Bismark, cayendo lo mejor de la juventud austriaca. Además, como Napoleón III estaba de parte de Austria, ahora tendría que enfrentar las consecuencias frente a la nueva potencia militar. Carlota sabía que este cambio en la situación europea sería catastrófico para los resultados que esperaba de su entrevista con Napoleón.

Hasta en los más mínimos detalles las cosas salen mal. Al llegar a París, se confunden las autoridades y no hay nadie del gobierno francés esperándola, pues estaban en otro extremo de la ciudad. Así que Carlota es recibida por unos cuantos mexicanos, entre los que se encontraba un nieto del libertador de México, don Agustín de Iturbide. Se traslada en un carruaje de alquiler al Gran Hotel.

Al día siguiente las cosas parecen mejorar y llega sorpresivamente al hotel la emperatriz de los franceses, Eugenia de Montijo, como siempre, vestida espléndidamente. Carlota se encuentra de luto por la muerte de su padre y muy preocupada por lo que estaba pasando en México, así que el contraste entre ambas mujeres no puede ser mayor. Ambas de dan un sentido abrazo.

Pero en realidad, el verdadero motivo de Eugenia era disuadir a Carlota de visitar al emperador, que no quería recibirla por temor a una escena complicada. Sin embargo, Carlota, con toda dignidad, le dijo: “Señora, mañana le devolveré la cortesía de su amable visita en su palacio y veré al emperador aunque tenga que entrar por la fuerza”.

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