Ser mamá significa poder cuidar su cuerpo y mantenerlos sanos con una casa y ropa limpia, comida rica y nutritiva; pero también significa cuidar lo más importante, su alma y su espíritu.
Continuando con el tema del feminismo del cual hablaba en mi anterior artículo, en donde decíamos que este tema que ha dominado las páginas antes de ser apocado por el coronavirus, se ocupaba de muchos aspectos sobre la mujer, algunos que decíamos con enfoques muy positivos, pero otros realmente negativos, olvidando casi en su totalidad que hay otra opción de la que también le correspondería hablar y de la cual debería recalcar tanto sus derechos como el respeto de admiración que merece y es, el de las mujeres que se han decidido por ser madres de tiempo completo, que para muchas es la más completa de todas las actividades femeninas, y la que requiere más entrega, ingenio, paciencia, firmeza, y que implica el mayor reto y al mismo tiempo lleva como recompensa la plena realización de la mujer bajo una perspectiva de una misión trascendente.
Decía un sacerdote durante una homilía que hemos sido invadidos y contaminados en nuestra sociedad por algo que él llamó: “La mentalidad sajona”, y de la cual casi nadie se libra, ni siquiera aquellos que se piensan que son muy espirituales o muy religiosos, y significa que estamos obsesionados por lo que se llama productividad, eficiencia, logro, es el mundo de los resultados, donde lo que cuenta es lo económico y lo material, y el reconocimiento que esto trae de la sociedad para quien tiene los mejores puestos de trabajo, vive en la mejor zona, ha realizado los mejores viajes a los lugares más exóticos, la ropa de marca y el celular con diez mil funciones de las cuales sólo usamos tres o cuatro, y no es que estas cuestiones y otras más no deban tener su lugar de importancia en nuestra vida, es simplemente que se han antepuesto a otros valores más importantes y trascendentes.
Enfrentar esta mente sajona que invade por igual a los de izquierda que a los de derecha, a los conservadores que a los revolucionarios, a los tradicionalistas y a los progresistas se ha convertido en todo un reto, por eso he querido insertar en este artículo la experiencia de vida de una brillante profesionista que aunque no lo pone en su testimonio, estaba viviendo de esta manera y disfrutando del reconocimiento que se desprende de una exitosa carrera profesional, cuando sorpresivamente decidió hacer un cambio radical a su vida ante la sorpresa de propios y extraños y las críticas y la incomprensión casi generalizada del mundo que la rodeaba, así que no hay mejor manera de ver que esta opción de ser mamá de tiempo completo es también una forma de auténtico feminismo leyendo su propio testimonio.
“Ayer, alguien me preguntaba sobre lo que es la maternidad y lo que significa para mí ser mamá de tiempo completo.
A veces, es tener días como ayer, donde el tiempo corre a gran velocidad y no puedes detenerte a escribir un par de párrafos o tomarte un té sentada y en calma; donde tienes que limpiar el desorden del fin de semana con juguetes, disfraces, chamarras, zapatos y un sinfín de cosas inverosímiles en cada rincón de la casa. Limpiar los pisos enlodados de haber salido a jugar al jardín, lavar una montaña de platos, porque la noche anterior preferimos ver una película juntos; limpiar los baños (tengo 4 hijos hombres… imagínenlos), hacer la comida y recordar que a uno de tus hijos le dolía el estómago y tienes que improvisar algo extra para él, echar a lavar al menos la ropa interior porque uno no tenía calcetines y otro ni un calzón, planchar al menos una camisa para el día siguiente; y cuando al fin llegan de la escuela te conviertes en chofer que corre a las clases extraescolares, mientras tratas de adelantar al menos un disfraz para el desfile del vocabulario de la escuela, les das de cenar y los preparas para dormir. Al final del día caes rendida y te vas quedando dormida en sus camas, mientras les das el abrazo de noches y recuerdas en tu cabeza que no escribiste eso que te pidieron y que se te olvidó llamar al dentista para pedir esa cita urgente.
Ser mamá significa poder cuidar su cuerpo y mantenerlos sanos con una casa y ropa limpia, comida rica y nutritiva; pero también significa cuidar lo más importante, su alma y su espíritu.
Una vez escuché un comentario de un amigo de mis papás, burlándose de que yo había acabado como mamá después de haber sido ‘tan brillante’ en la escuela. Para esa persona y para quien tenga dudas: ser mamá es el trabajo más trascendente que puede haber en el mundo. Es tener en tus manos a esas personas que Dios te confió para guiarlas por un buen camino. Es poder formar seres humanos buenos, generosos, amables, cariñosos, empáticos, honestos, limpios y ordenados (aunque parezca que es imposible de lograr), que sean responsables y de paso, que se preocupen por el medio ambiente (que está tan de moda).
Ser mamás es tener el regalo y la responsabilidad al mismo tiempo del alma de tus hijos. Ser mamá es poder encontrar lo relevante en la rutina, es enseñar a tus hijos a ser agradecidos con Dios por todo lo que nos da, es educar en valores cristianos en cada oportunidad, es transmitir ese amor de Jesús en cada situación de la vida, es tener el gran reto de educarlos con el ejemplo.
Este trabajo de ser mamá es tan importante que es imposible lograrlo sola. Es un trabajo que se hace en equipo con el papá y siempre pidiendo la ayuda de Dios. Hay días donde perdemos la paciencia o el cansancio no nos deja ver las cosas con claridad. Hoy agradezco a quien me invitó a reflexionar este tema y poder agradecer este regalo de la maternidad que Dios me dio.
Si, ser mamá es un regalo. Es poder abrazar y besar a tus hijos a diario (aunque lleguen a una edad en la que no les guste), es gozar cuando escuchas su voz diciendo cuanto te quieren o que les gustó mucho la cena de hoy, es sentirse orgullosa cuando al fin logran aprenderse la tabla del 8. Es sentirse como pavorreal cuando tu hijo se detiene en la carrera para ayudar a levantar al compañero que tropezó, sin importarle que ya no ganaría. Esos momentos, son los que te dan la energía para seguir y la satisfacción de saber que, aunque sea a veces, estás haciendo las cosas bien.
Ser mamá no es preocuparte por el mundo en el que vivirán tus hijos, sino ocuparte en los hijos que vivirán en este mundo”.
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