Conflicto de intereses y el conflicto de conciencia

Urge que la conciencia de los ciudadanos que se dediquen a la política esté regida por la idea clara que el camino para lograr resultados que beneficien al país tendrán que ir por el enfrentamiento de muchos conflictos.



Un tema que nos confronta en primer lugar con nosotros mismos ante situaciones de todo tipo que se nos van presentando en la vida, después hace su presencia en la familia, en nuestro entorno religioso, social, profesional, político, llegando hasta el plano nacional y en último término mundial.

Desde luego que la vida se va desarrollando bajo una toma de decisiones constantes, muchas de las cuales nos hacen sentir orgullosos, pero otras muchas que nos obligan a reconocer que nos hemos equivocado y en éstos casos no serán pocas en las que nos cuesta trabajo reconocer nuestro error y siempre será más fácil culpar a otros, o a las circunstancias, de esas decisiones que inclusive siendo exitosas en apariencia, pueden ser equivocadas por haberse valido de medios tal vez injustos o incorrectos.

Ejemplos personales hay muchos y cada uno de nosotros se puede tomar un momento para reflexionar en los mismos, pero hablando de la situación social, económica y política de México y del mundo en éstos momentos tal vez cabe la reflexión de que aunque no seamos personas de gran poder es importante y necesario tomar posiciones y acciones frente a lo que estamos viviendo, y si de alguna manera somos personas que podemos y debemos influir con más razón es necesario profundizar sobre éstas situaciones.

La historia está plagada de ejemplos negativos sobre la actuación de muchos de los llamados personajes importantes, pero también otros que van más allá del simple cumplimiento del deber y llegan hasta el heroísmo, me recuerdo por ejemplo a Tomás Moro, que siendo el Gran Canciller durante el reino de Enrique VIII, antepuso su conciencia a los caprichos del rey, asunto que le costó la vida, que son los que en ciertos momentos los que nos inspiran para armarnos de valor y actuar conforme a nuestra conciencia en contra tal vez de nuestros propios intereses, aún de los legítimos.

Ciertamente una de las situaciones más complicadas no solamente de nuestro tiempo, pero que se está presentando de una forma ineludible es cuando la participación política implica cumplir con ciertas lealtades que en principio serían totalmente legítimas con el poder establecido, pero que se van confrontando cuando el poder empieza a desviarse de sus objetivos, a cometer abusos e incluso injusticias, y sobre todo cuando empieza a querer controlar el pensamiento y las conciencias ciudadanas aún en ámbitos que no le son propios de sus funciones ni de su autoridad.

Hoy en día hay una gran preocupación por las cuestiones de seguridad, salud y economía englobando los problemas de los que mayormente habla la población, y sobre esto prácticamente nadie duda que estamos en una gran crisis, pero la forma de presentar soluciones ha enfrentado también a la sociedad en general y con sus muchas variantes en dos grandes grupos: Los que piensan que el presente gobierno representa el nuevo camino a seguir para solucionar los problemas antes mencionados y otro gran grupo que piensan que vamos exactamente en el camino opuestos, es decir que las propuestas y decisiones del presente gobierno nos están conduciendo a un objetivo que dará resultados altamente negativos y consolidará un gobierno autoritario con un desmoronamiento de la democracia y la libertad.

Pero entretenidos en estos grandes temas en general hemos descuidado entrar en la discusión de los valores de fondo sobre los que se sostiene cualquier sociedad y que son, los que al final pueden dar el valor y la justificación suficiente para que las sociedades actúen en su conjunto ante fuerzas aparentemente invencibles.

Los valores morales se encuentran echados a un lado en la temática social, pero al mismo tiempo severamente atacados por fuerzas extremadamente poderosas en el orden económico y político, sabedores de que una sociedad sin valores claros es en esencia una sociedad fácilmente manipulable y doblegable, que termina siendo como plastilina en manos de sus gobernantes, por eso es ese interés casi fanático de las fuerzas no solamente nacionales sino también internacionales, apoyadas en los grandes medios de comunicación, prácticamente todos dominados por estas corrientes ideológicas que han ido minando la capacidad de análisis y reacción contra ciertas acciones verdaderamente destructivas de la sociedad.

El primer gran golpe fue el llamado laicismo, un supuesto logro de la libertad, cuyo fin en realidad fue sacar de la vida social el concepto trascendental de valores inmutables y desde luego la Idea de que hablar de temas religiosos y de Dios mismo debería ser un tema limitado a puertas adentro de la Iglesia, de la casa o de la misma conciencia, dando rienda suelta a un relativismo que hoy en día galopa de forma inversa, porque en lugar de caminos de libertad hoy cada vez se restringe más, y se encamina más a tratar de imponer aún por la fuerza de la ley un concepto de falta de respeto a la vida con las leyes pro aborto y los ataques sistemáticos a todos los que proponen el derecho a la vida como la base fundamental de todos los derechos.

En México, por ejemplo, la Suprema Corte de Justicia, dedicada muchas veces a avalar injusticias, cometió en días pasados un gran atropello al declarar como inválida la porción del artículo 1 de la Constitución de Nuevo León que protegía el derecho a la vida desde la concepción.

Con 10 votos a favor, quedaron resueltas las acciones de inconstitucionalidad que habían promovido la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León (CEDHNL).

La impugnación promovida giraba principalmente en torno a la facultad de los diputados locales de legislar en torno al derecho a la vida, así como del derecho a abortar de las mujeres y personas gestantes, que podía verse obstaculizado mediante esa disposición.

Pero con muchas otras acciones también de los legisladores se van aprobando leyes que van en dirección de imponer como medida de pensamiento la llamada ideología de género, que no se trata solamente del respeto a las personas homosexuales, en lo que todos estamos de acuerdo, sino de construir unas bases de pensamiento que pretende imponer dudas desde la más tierna infancia por medio de programas educativos a los niños mexicanos sobre cosas que son tan reales de que nacemos simplemente como hombres y mujeres según se ve desde el primer momento, y esto se va reafirmando física, psicológica y emocionalmente conforme vamos creciendo. Pero estos cuestionamientos no solamente se pretenden sembrar desde los sistemas educativos, sino desde un aparato publicitario impresionante que lo abarca todo, y por contraparte y ya se ha legislado así en muchos países que por ser ricos y supuestamente muy cultos quieren presentarse como el ejemplo a seguir, restringen la libertad de pensamiento de quienes no apoyan estos movimientos, aún con prisión, lo que es un contrasentido con ese liderazgo que intentan ostentar.

Ahí es donde se presenta un gran conflicto de intereses, estar socialmente a la moda para no ser rechazados aceptando nuevas ideologías que no se sustentan ni siquiera científicamente, adormilar los principios y valores sólidos para tratar de contener los conflictos de conciencia, o enfrentarlos valerosamente dentro de nuestras posibilidades, exponiendo simplemente con la mayor claridad posible y con una firmeza no agresiva, que para solucionar todos esos problemas que tanto nos preocupan, tenemos que tener primero una sociedad que parta de una base de principios morales y humanos que consideren siempre que el bien común se logra con justicia, orden, verdad, trabajo, esfuerzo, honradez, sacrificio, reconocimiento de los errores y voluntad de corregirlos, perseguir ideales, trabajar por éxitos legítimos por caminos rectos.

Urge que la conciencia de los ciudadanos que se dediquen a la política esté regida por la idea clara que el camino para lograr resultados que beneficien al país tendrán que ir por el enfrentamiento de muchos conflictos, y que aunque es un camino difícil también los ciudadanos debemos participar por todos los medios posibles demostrando que somos capaces de distinguir la demagogia de la verdad, manifestar nuestra inconformidad por lo que vemos mal, y trabajar y apoyar no a quienes prometan más, sino a quienes trabajen más con eficiencia y rectitud.

 

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