Conchita, capítulo XII: Un encuentro providencial

Ojalá que los mexicanos vayamos conociendo más la vida de los personajes que en verdad han contribuido a la riqueza de la formación del auténtico espíritu de los mexicanos.


Conchita


En 1895 la familia de Conchita se trasladó a vivir a México donde ya se encontraba viviendo su mamá. El 20 de febrero de 1889 a los 37 años tuvo a su último hijo llamado Pedro, y su querido esposo Pacho falleció el 17 de septiembre de 1901, rodeada de Conchita y sus hijos, en un ambiente de tristeza, pero de esperanza y de consuelo por la confianza en la misericordia de Dios, y en el futuro encuentro de todos un día en la casa del Padre Celestial.

El impacto de la muerte de su marido, viuda y con ocho hijos fue tan fuerte que por un momento los médicos pensaron que ella también podría morir, pero su fe y su fortaleza la sacaron adelante.

En momentos donde Conchita necesitaba un refuerzo espiritual conoció al padre Félix Rougier de manera providencial, y así lo cuenta la misma Conchita:

“El día 3 de febrero de 1903 supe que existía en el colegio de niñas un sacerdote, superior de los padres maristas, de muy buen espíritu.

Esto lo supe a las cuatro de la tarde, y no sé qué ansia me entero de hablarle de la cruz.

Al día siguiente, cuatro, una fuerza interior me impulsaba a esa iglesia; fui y llamé con un botón eléctrico, y al bajar un sacerdote desconocido que apenas vi, me acerqué al confesionario y me confesé. Sentí un impulso extraordinario para abrirle mi alma para hablarle de la Cruz, de los encantos del padecer, de los primores del dolor. Yo veía, yo sentía el repercutir de mis sentimientos en su alma, veía como penetraban hasta el fondo mis palabras que creo que entonces no eran mías, porque yo me oía hablar con un fuego, con una facilidad, con algo muy grande que no era mío, era la palomita divina.

Le hablé de las obras de la Cruz y lo sentí enamorarse de ellas. Yo vi el fondo de su alma y sus actuales impresiones. Y, desde luego sentí que aquella alma daría mucha gloria Dios en sus obras; lo sentí, en fin, herido por la Cruz, herido en lo más hondo de su alma. Lo sentía yo impresionadísimo, santamente tocado en lo más vivo del corazón. Le hablé del Oasis, Y me preguntó luego si en México se encontraba y si había para hombres. No hay para hombres, le contesté, pero habrá.

Llegué a casa muy impresionada por aquel encuentro tan raro y que yo veía claro ser para la gloria de Dios; sin embargo, mucho le pedí al señor que si no era su voluntad no me encontrara ni diera con la casa del padre; pero preguntando y no sé cómo llegó y nos saludamos sin conocernos, pero enseguida nos pusimos hablar de Dios y de sus obras”.

El resultado de este encuentro fue que el padre Félix se convirtió en el director espiritual de Conchita, consejero de las Religiosas de la Cruz y fundador de los Misioneros del Espíritu Santo, después de muchas dificultades, pues recordemos que era marista y fue muy difícil conseguir el permiso para dejar la orden y seguir su nueva misión.

Conchita tuvo la gracia de poder ir de peregrinación a Tierra Santa, vivió ahí grandes experiencias espirituales siguiendo los pasos de Jesús, después estuvo en Roma y fue recibida por el papa Pio X al que le pidió la aprobación de las Obras de la Cruz, después de entrevistó con Mons. Donato Sbarreti, secretario de la congregación de los religiosos para explicarle el significado y misión de las obras de la Cruz. Ahí se acordó cambiar el nombre se Sacerdotes de la Cruz por Misioneros del Espíritu Santo, las obras fueron aprobadas por el mismo papa Pío X.

Después vendrían otras penas como las muertes de sus hijos. Pedro que murió trágicamente ahogado en una fuente y de Pablo que murió a los dieciocho años de tifo. Por otro lado, tuvo la gran alegría de que su hijo Manuel fuera sacerdote jesuita y su hija Conchita religiosa de la Cruz.

Conchita fue gran inspiradora de obras apostólicas como son las siguientes:

1. Apostolado de la Cruz, la cual impulsa a los que quieren santificar todos los actos de su vida.

2. La Congregación de las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, cuyo principal propósito es la adoración al Santísimo Sacramento día y noche y expiar las injurias inferidas al Corazón de Jesús.

3. La Alianza de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús, para laicos quienes se esfuerzan en cultivar en el mundo el espíritu de las Religiosas de la Cruz.

4. La Fraternidad de Cristo Sacerdote, que trata de reunir a los sacerdotes diocesanos que participan de las Obras de la Cruz.

5. Su quinta obra y la de mayor auge es la fundación de la congregación sacerdotal de los Misioneros del Espíritu Santo en 1914 junto con el padre Félix Rougier Olanier. Con presencia en México, Estados Unidos de América, Colombia, Costa Rica, Chile, España e Italia. En la república mexicana tiempo después un misionero del espíritu santo, el padre Luis Manuel Guzmán Guerrero fundaría en la solemnidad de Pentecostés el grupo Círculo del Espíritu Santo y de la Cruz, conocido como C.E.C. que también es una rama de las obras de la cruz.

Conchita escribió una gran cantidad de obras, aunque no todas se encuentran publicadas: cuatrocientas cuarenta y siete cartas a sus parientes, seis mil doscientas veintisiete a obispos, sacerdotes y seglares, además cuarenta y seis libros editados y veintidós mil quinientas páginas de lo que llamó su cuenta de conciencia, que es en su conjunto más extensa que la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, contenido un mensaje espíritu místico comparable al de los grandes santos místicos de la Iglesia.

Conchita falleció después de una vida muy apasionante y fructífera en la Ciudad de México el 3 de marzo de 1937 y fue beatificada en la basílica de Guadalupe el 4 de mayo de 2019.

Ojalá que los mexicanos vayamos conociendo más la vida de los personajes que en verdad han contribuido a la riqueza de la formación del auténtico espíritu de los mexicanos y estos ejemplos nos impulsen a tratar de vivir con intensidad y a trabajar por el bien del prójimo como lo hizo Concepción Cabrera de Armida.

 

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