Pancho tenía un carácter muy explosivo y esto sorprendía a Concha, porque durante el noviazgo nunca lo había visto así, sin embargo, ella con mucha paciencia esperaba a que se le bajara la energía a su marido.
Cuando Concepción Cabrera se casó ya existía dentro de su alma una gran espiritualidad que la impulsaba a conocer cada vez más a Dios, a estar en contacto con él, y sin embargo sus deberes de esposa y madre no serían interferidos por estos sentimientos e impulsos que más parecían ser propios para una monja de clausura.
Como era natural es esa época, los hijos eran considerados como una bendición, así que Conchita en la oración que hizo al casarse le pido a Dios que le mandara muchos, y su oración fue escuchada porque tuvo nueve. El primero nació el 28 de septiembre de 1885,y recibió el nombre de Francisco como su padre, el segundo nació en 1887, pero murió siendo muy pequeño en 1893 de una tifoidea tremenda, causando un gran dolor a sus padres. Dice Pancho que este tipo de desgracias o consolidan a la pareja, o, muchas veces desembocan en severas crisis que no se pueden superar, en su caso gracias a Dios crecieron más como esposos.
En 1888, Concha sufriría la muerte de su querido padre de una bronquitis, su consuelo fue que recibió todos los auxilios espirituales de la Iglesia, y se pudo despedir de sus hijos, dándoles consejos y pidiéndoles perdón en lo que pudo haber fallado. Este golpe fue muy duro, y Conchita estuvo dándole consuelo a su mamá. Don Octavio era un hombre muy apreciado en la sociedad potosina por su rectitud, su amabilidad y su espíritu siempre caritativo para con los necesitados.
Pero cuando hablamos de personajes de una espiritualidad muy profunda, tendemos a pensar que esto significa perfección absoluta, como si la humanidad de los personajes desapareciera, pero no es así, siempre hay mucho que superar y en este matrimonio también hubo sus dificultades. Pancho tenía un carácter muy explosivo y esto sorprendía a Concha, porque durante el noviazgo nunca lo había visto así, sin embargo, ella con mucha paciencia esperaba a que se le bajara la energía a su marido, y una vez cuando estaba más sereno hablaban sobre sus diferencias. Por ejemplo a Pancho siempre le interesó mucho el arreglo personal, y eso era para Concha algo de muy poca importancia, así que cuando salían eventos sociales a Pancho le parecía que su esposa no se arreglaba de acuerdo con la importancia del evento y se molestaba, con el tiempo Concha entendió que si bien la vanidad no era una virtud, el cumplir con ciertas normas sociales era también una forma de manifestar el respeto por los demás.
Este cambio quedó de manifiesto el día de la inauguración del bellísimo Teatro de La Paz, que se construyó en terrenos que el gobierno le había quitado al convento del Carmen, era el domingo 4 de noviembre de 1884. Concha salió de su casa luciendo tan elegante que, al llegar a la plaza abarrotada de invitados, muchos de sus conocidos no podían disimular su cara de sorpresa, y poco a poco fueron entrando a ocupar sus lugares. La obra que se presentó fue Lucrecia Borgia de Gaetano Donizetti, y a ambos les encantó y salieron muy felices.
Otra situación es que en una o dos ocasiones Pancho insinuó que estaba celoso, y en esos casos si salió a relucir el temperamento de Concha, porque reaccionó de forma muy enérgica ante tales insinuaciones que consideró muy ofensivas. Pancho reconoce en sus memorias que después se sintió sumamente avergonzado porque sentir celos de una mujer como Conchita era francamente una enorme falta de respeto y algo totalmente irracional.
Otro punto difícil fue la relación de Concha con su familia política, excepto su suegro que siempre la quiso, valiéndose de esta situación Concha fue acercando a su suegro a la Iglesia, ya que se encontraba muy alejado de frecuentar los sacramentos, y poco a poco lo fue logrando hasta que en el corazón del papá de Pancho se avivó su fe. Su suegra de plano no la quería y su hermana Dolores menos, sin embargo, a la muerte de su suegro Conchita estuvo siempre cerca de su suegra hasta que al fin esta se dio cuenta de su gran alma y terminó queriéndola.
En cuanto a la educación de sus hijos se preocupaba porque fueron caritativos, no los cargaba con grandes rezos y oraciones, sino las necesarias, y siempre haciendo énfasis en que era una forma de corresponder, aunque en forma mínima al gran amor de Dios. Estudiaba el carácter de cada uno, para que de acuerdo con esto actuar, era cariñosa, pero no consentidora y hacía que se cumplieran las reglas sin que se perdiera la confianza. Quería que admiraran a su padre y lo imitaran en sus actos de piedad, y también se preocupaba por su personal de servicio, no solamente en lo material sino también en el cultivo de las virtudes y sobre todo de la fe.
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