La ficción de la Revolución. Los frutos negativos del mito

Miremos al pasado para tomar lo bueno que hemos tenido, corregir los errores en los que hemos caído y plantear nuevas rutas de desarrollo.



Nuevamente el gobierno federal, los gobiernos estatales, municipales y el de la Ciudad de México se prepararán para festejar otro aniversario de la Revolución Mexicana, que ha sido el mito impuesto por los gobiernos del PRI sobre el cual ha girado la política en México y que mantuvieron los gobiernos del PAN y ahora con más fuerza retoma la llamada 4T. Revolución donde la violencia alcanzó niveles nunca esperados y donde los intereses de los caudillos fueron en última instancia los protagonistas de ese hecho histórico, que después de más de 100 años tiene a millones de pobres esperando “que la Revolución les haga justicia”.

Voy a reproducir un párrafo de un artículo de Anacleto González Flores escrito por 1926 cuyo título es la: “La Embriaguez de la Revolución”, y que describe la situación de persecución religiosa y violencia que se vivió bajo el gobierno autoritario fruto de esa revolución que quería monopolizar el pensamiento de la sociedad y, por lo tanto consideraba a la Iglesia un rival por la influencia moral que tenía sobre la forma de pensar de los mexicanos, es un artículo profético sobre la forma de actuar de la Revolución y los frutos que hoy estamos cosechando, no solo en lo referente a la pobreza material, sino sobre todo a la pobreza espiritual fruto de que Dios ha sido arrojado de todos los espacios públicos que fue uno de sus objetivos, y hoy a falta de una orientación en los valores trascendentales y permanentes nos encontramos entre otros resultados que se legisla a favor de la muerte del no nacido que es el aborto , disfrazada de derechos de la mujer, y también a favor de otras ideologías con aprobación de muchos sectores de la sociedad que a base de una propaganda intensa y muy bien estudiada van cayendo en la confusión de los auténticos derechos humanos, y como sucedía en 1926 se pretende que la Iglesia y los grupos que piensan diferente se callen e inclusive se les amenaza no con las armas, pero con diferentes medios de presión social o legal.

Dice González Flores: “La revolución continúa siendo en todas partes una verdadera orgía de cafres. No hay a donde volver los ojos, en nuestro país, sin encontrar las hogueras encendidas, sin oír el vocerío estridente de los caníbales y sin asistir a la inmolación, sobre la piedra de los sacrificios y el tradicional cuchillo de pedernal de la ley, del ciudadano y de todas las altas e inviolables prerrogativas del hombre”. Hoy tristemente en pleno siglo XXI continúa esa herencia revolucionaria, México está catalogado como uno de los países más violentos del mundo con varias de sus ciudades más importantes clasificadas como de las más peligrosas. México ocupa el cuarto lugar de los países con mayor puntuación de criminalidad en el mundo, reveló el Índice Global de Crimen Organizado 2021 elaborado por la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional. Seis de las ciudades más violentas del mundo están en México, es decir, las que registran más homicidios por cada 100,000 habitantes. Celaya, Tijuana, Juárez, Ciudad Obregón, Irapuato y Ensenada. Y ahí no acaba el récord. Entre las 10 primeras, en el puesto número 8, se cuela otra, Uruapan.

La Revolución creó una serie de políticos con muchas ambiciones personales, aunque desde luego no han faltado también algunos otros que han luchado por un México más justo. El Lic. González Flores escribía en otro artículo sobre la política creada por los políticos revolucionarios: “La política entre nosotros se ha despojado del lado eterno que siempre debe tener la vida humana, ha perdido la brújula de los principios, ha quebrado el timón del alto ideal que ennoblece y purifica la vida y se ha echado toda entera en el mar agitado de los apetitos. Y como los apetitos cambian todos los días de dirección, nuestra política todos los días cambia de rumbo”.

La Revolución Mexicana fue un hecho histórico que tiene gran importancia, pero no podemos seguir tomándola como bandera para marcar el rumbo de un país que se mueve en un entorno totalmente diferente y que necesita tener otras miras, en una nueva combinación que debemos explorar pues debe estar fincada en esos valores morales y sociales que han sido la base real de nuestra sociedad sin temor de hablar de Dios, de una tradición cultural y social cristiana, de educación integral, de justicia, de trabajo, de respeto al pensamiento, de armonía social, de esfuerzo, de sacrificio, de generosidad, y de familia y, al mismo tiempo de organización empresarial, de ciencia, de tecnología, de políticas financieras que apoyen el desarrollo, de colaboración efectiva entre gobierno y empresarios y sociedad civil, considerando la situación de una economía globalizada que ya es inevitable. Miremos al pasado para tomar lo bueno que hemos tenido, corregir los errores en los que hemos caído y plantear nuevas rutas de desarrollo no solamente material, sino también cultural, social, solidaria y de progreso integral considerando que el hombre es un ser de dimensiones espirituales y corporales y con una visión de trascendencia, que aspira no solamente a unos años en este planeta sino a un destino eterno.

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