¿Y el bebé, Apá?

Te invito a reflexionar acerca de los motivos aducidos por la diputada Villavicencio en la presentación de su iniciativa.



La diputada federal de MORENA, Lorena Villavicencio, convocó recientemente una rueda de prensa en la que anunció que presentará una iniciativa para reformar varias leyes de orden federal y el Código Penal con el objeto de hacer que el aborto sea un derecho para toda mujer mexicana. Agregó que el ejercicio de ese derecho ha de ser accesible a toda mujer de modo libre, seguro y gratuito. Durante la rueda de prensa fue evidente que la legisladora morenista se preocupó por detallar en forma muy clara las consideraciones que la motivan a presentar tal iniciativa. La legalización del aborto, según lo menciona la diputada, redundará en los siguientes beneficios:

* Evitará que muchas mujeres acudan al aborto clandestino con riesgo de sus vidas. Las cifras de muertes femeninas a causa del aborto clandestino suman 25 millones alrededor del mundo.

* Servirá para reconocer el derecho de cada mujer a decidir lo que para su salud es mejor. Ella es la única propietaria de su cuerpo y tiene todo el derecho de cuidarlo del modo que a ella le parezca más conveniente.

* Dará pleno reconocimiento a los derechos reproductivos de la mujer. Es cada mujer quien debe decidir sobre su maternidad, y consecuentemente sobre el llevar a término o no un embarazo.

* Quitará el estigma de criminalidad que actualmente se les atribuye a las mujeres que abortan. No debe ser un crimen abortar.

* Se evitará toda forma de violencia contra la mujer: machismo, acoso sexual, esterilizaciones forzadas, etc. Estas formas de violencia son consecuencia de una mentalidad que minimiza a la mujer y que hasta ahora está respaldada por leyes tales como las que criminalizan el aborto.

La legisladora de MORENA, además, desde el inicio de su presentación dejó en claro una postura muy socorrida por la izquierda: que en los debates que hayan de realizar los legisladores para dictaminar la iniciativa no se dará cabida a argumentos fundados en la moral o la religión. Éstas no tienen, explicó, derecho a ser consideradas en los procesos legislativos. Se escuchará la opinión, afirmó, de quien quiera argumentar desde una perspectiva religiosa, pero no se le tomará en cuenta en el debate correspondiente porque el Estado Mexicano es laico.

Fue muy notable, sin embargo, que así como fue cuidadosa la diputada Villavicencio para exponer sus argumentos a favor de su iniciativa también se cuidó mucho de sacar a colación –o quizás ni siquiera se acordó de hacerlo, dado que a sus ojos evidentemente se trata de algo intrascendente– el tema del segundo protagonista del aborto: el hijo que va a ser asesinado. En ningún momento de su cuidadosa exposición la diputada mencionó la palabra “hijo” ni ningún otro término relativo al ser que vive dentro del vientre de la madre, y cuya muerte es el objeto único e inmediato del aborto. La ley que ella propone gira exclusivamente en torno a la madre; sólo reconoce el valor jurídico de la madre. El hijo no nacido no merece la más mínima atención de la ley.

Respecto a los beneficios que –según la parlamentaria morenista– se pueden esperar de la aplicación de la ley, de llegarse a su aprobación, cabe hacer algunas reflexiones. La primera: no cabe duda, claro, que un aborto realizado en un hospital y por manos de un médico experto es más seguro que aquel que se realiza en algún rincón oscuro y sucio, por manos inexpertas y sin el instrumental adecuado. La cifra de 25 millones de mujeres muertas por haberse sometido a abortos clandestinos indudablemente se reducirá mucho. Pero el número de niños muertos, abortados, seguirá siendo el mismo. Un niño abortado igual muere en un abortorio clandestino que en un hospital legalmente autorizado. Incluso puede ser que la cifra de niños asesinados se incremente porque los médicos abortistas contarán con mejor instrumental, mucho más letal. E, irónicamente, entre esos millones de pequeñas víctimas inocentes habrá muchas niñas a las que la ley de MORENA, que dice defender los derechos de las mujeres, les quitará el derecho a vivir.

El argumento respecto al derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo ya ha sido reiteradamente refutado por la biología y el simple sentido común, además de que está sustentado en el absoluto desdén de la vida del hijo que está en el vientre de la madre. El embarazo, interrumpido definitivamente por el aborto, es un proceso biológico que, por más que los promotores del aborto lo quieran convenientemente ignorar, necesariamente incluye a dos vidas humanas; dos personas. El aborto siempre viola el derecho a la vida de una de esas dos personas. Y no hay justificación lógica para declarar que la mujer tiene derecho a violar el derecho a la vida de su hijo. Y esto no es ni siquiera un argumento religioso.

Alega la diputada Villavicencio que la legalización del aborto acabará con la violencia contra las mujeres. ¿No será lo contrario? El varón machista que quiere acosar y violentar a la mujer encontrará mayor aliciente para atacar en una ley que victimiza al posible producto de su violencia; podrá atacar sin miedo a que luego le endilguen un hijo que él no quiere. La violencia contra la mujer solamente se elimina educando a varones y mujeres en la dignidad humana de ambos sexos, no matando al fruto de la violencia. El aborto es una de las manifestaciones más claras de la falta de reconocimiento de esa dignidad; es un acto totalmente antididáctico, “deseducador”.

Es risible que toda una legisladora, supuestamente electa por el pueblo para defender sus derechos y abogar por sus causas, se niegue a aceptar lo que “pasa por el tamiz moral y religioso”, como ella lo describe, y que quiera justificar tal afirmación amparándose en la laicidad del Estado. Las opiniones de los ciudadanos, todas, por necesidad nacen de un modo particular de ver el mundo. La opinión de un ciudadano cristiano necesariamente estará coloreada por el modo cristiano de ver el mundo, y la opinión del ciudadano ateo estará coloreada por el modo ateo de ver el mundo. Y evidentemente que ambos opinan con el objeto de que sus puntos de vista se tomen en cuenta para construir el Bien Común. ¿Por qué entonces la opinión de un cristiano, de un musulmán o un budista no tiene derecho a ser tomada en cuenta, mientras que la del ateo sí? ¿Qué le importa al legislador el origen de la opinión ciudadana? Al final de cuentas lo que debe pesar en los debates legislativos es que las opiniones reúnan las cualidades necesarias para producir leyes eficaces, que sirvan de apoyo a la construcción del Bien Común. La laicidad no consiste en cerrar la puerta a la religión sino en garantizar que el Estado no se incline por una religión en especial en desdoro de las opiniones de otras religiones. El verdadero Estado laico reconoce y acepta, de darse el caso, que si en un debate legislativo la opinión mayoritaria de la ciudadanía, la que decide la promulgación de una ley, está sustentada en la visión religiosa que sostiene esa mayoría, esa opinión es la que gana. Porque es la opinión de la mayor parte de los ciudadanos.

Por último, la diputada Villavicencio también rechazó la posibilidad de tomar en cuenta las consideraciones morales en el debate sobre su iniciativa. ¿Es que es posible hacer eso? ¿Es posible hablar de acciones humanas voluntarias y conscientes que no tengan un valor moral? La pretensión de MORENA, por ejemplo, de hacer que el aborto deje de ser criminalizado, ¿no es un acto de establecimiento de normas y criterios morales? ¿No consiste en querer convertir en acto bueno uno que hasta ahora se ha considerado malo? Si no se tomara en cuenta la moral, ningún acto humano sería ni bueno ni malo; no habría héroes ni villanos; no habría premios ni castigos. La ley sería una contradicción en sí misma. En el fondo, cuando alguna persona dice que no se deben admitir los argumentos morales en una discusión, lo que quiere decir es que ella no quiere verse obligada a obedecer normas morales; que lo que ella quiere es crear sus propias normas morales, a su gusto. Ella quiere ser su propio dios.

Lo más triste del caso es pensar que la bancada de MORENA, evidentemente muy limitada en su capacidad de hacer las reflexiones más básicas sobre una cuestión tan importante, tendrá, al menos durante tres años y si los mexicanos no hacemos algo al respecto, el destino de México en sus manos.

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