Una aerolínea comercial para los militares: ¿necesitamos más advertencias?

Es claro, para cualquier poblador de nuestro planeta, que la misión de un Ejército es proteger a su país de amenazas violentas, ya sean militares o de siniestros naturales como inundaciones, terremotos, etc. No sé si en otras naciones -excepto claro en las socialistas a ultranza como Corea del Norte, Venezuela y sus congéneres, en las cuales los gobiernos se sostienen precisamente delegando en los militares el poder de regir por la fuerza hasta la vida diaria de los ciudadanos- los ejércitos se dediquen a labores comerciales. O sea, la labor castrense es una de naturaleza subsidiaria, esencialmente orientada a apoyar a los diferentes tipos de sociedades ciudadanas intermedias, en la tarea de protegerse contra fuerzas que sobrepasan sus capacidades de autodefensa. No tienen las diferentes ramas de la milicia de un país nada que hacer convirtiéndose en competencia económica y/o comercial de los ciudadanos a cuyo servicio están. ¿Qué sentido, entonces, podemos encontrarle al proyecto de la Sedena, auspiciado y aplaudido por el presidente de la República, de fundar una línea de aérea comercial? ¿Qué ingente peligro amenaza a la ciudadanía que requiera que en su defensa el ejército se haga dueña de una aerolínea comercial? ¿Qué? ¿No tiene la milicia mexicana ya bastante chamba con combatir a las mafias de la droga? ¿O con desempeñar esos otros papeles que el presidente le ha endilgado, como administrar las aduanas y los puertos, la construcción de aeropuertos civiles (los cuales tampoco entran en la definición de peligros o amenazas a la población)? ¿No son esas funciones tales que pueden ser llevadas a buen -o mejor- fin bajo la mano de los civiles?

El mensaje, según mi manera de ver, es bien claro. López Obrador está advirtiendo a la ciudadanía acerca de sus planes para el futuro inmediato. Aunque en el calendario la fecha de las elecciones presidenciales aún está lejana, los movimientos que el presidente considera necesarios para perpetuarse en el poder, ya se directamente o en forma de maximato, ya están siendo ejecutados. Y él sabe que a estas alturas de su administración, habiendo sufrido en carne propia el que ha sido el fracaso total de la misma, la ciudadanía no va a estar contenta si, luego de unas elecciones tramposas (las cuales quedarán demostradas en los hechos; no les faltará cash para hacerlo), queda como presidente una corcholata de las que él destape. Entre sus programas de acción pensadas en previsión de que la gente se agite demasiado estará, seguramente, la intervención militar. De modo que qué mejor que irles ampliando a los soldados y marinos sus áreas de presencia. Dentro de poco también querrán tener ellos empresas de transporte carretero, de pasajeros y de carga; los ferrocarriles también serán de ellos; crearán canales de televisión y radio; las redes sociales estarán saturadas de TikToks militares; hasta fundarán empresas comerciales. Estoy seguro que, si se le echa un buen vistazo a la información hackeada por Guacamaya, esta ya tiene la información respectiva.

Lo extraño es que, preciándose públicamente los militares mexicanos de ser modelo de patriotismo, de respeto a la ley y de fidelidad a su misión, nunca se ha sabido que los militares actuales hayan rechazado por ilícitas e incongruentes las misiones no militares que AMLO les ha encomendado. Ahora hasta hablan como él, denostando como traición a la patria cualquier manifestación de oposición ciudadana a los planes presidenciales.

Repito, entonces, lo que escribí como encabezado de este escrito. ¿Todavía necesitamos los mexicanos más advertencias de que lo que nos espera?

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