Sincretismo

El papa Francisco dijo respecto al Instrumentum laboris: que el Espíritu Santo lo habría de reescribir. La verdad es una, es Cristo, y sólo Él es Dios, Señor y Salvador…


Amazonía


Ignoro cuántos católicos mexicanos estén al tanto del Sínodo de la Amazonía. O interesados en él. Probablamente muy pocos. Si los sínodos ordinarios, orientados a tratar temas de interés universal para los creyentes no logran llamar significativamente nuestra atención, menos lo lograrán los extraordinarios, como el que está en curso en Roma en este momento, los que tienen entre manos asuntos ajenos a la cotidianidad del mexicano estándar. Aunque el fuego que consumió recientemente gran parte de la selva amazónica haya estado en los noticiarios televisivos varios días, un grupo de obispos reunidos en el Vaticano para debatir asuntos relativos a la evangelización de esa región del mundo es algo lejano de nuestras preocupaciones cotidianas.

Pero no debería serlo. Entre algunos otras razones, por el peligro del sincretismo.

Con antelación a cada sínodo, las agencias vaticanas encargadas de su organización publican un documento titulado Instrumentum laboris, que debe servir como borrador inicial de los puntos a tratar. Nunca faltan la críticas a estos documentos. Que si le falta, que si le sobra, etcétera. En el caso del Sínodo por la Amazonía, las criticas tienen otra naturaleza. Muchas voces se alzaron respecto a posibles confusiones doctrinales aparentes en el texto del documento. Y como si eso no bastara, a la par de las reuniones del Sínodo, algunas actividades desarrolladas en la misma Roma han prendido las alarmas. Y esto debe despertar la atención de cualquier católico, independientemente de la región del mundo en que viva.

No fueron pocos los focos de alarma que se encendieron respecto al Sínodo por la Amazonía desde la publicación del Instrumentum laboris, del que el mismo papa Francisco aseveró días ha que requería ser exorcizado. Quien leyó el texto de ese documento no pudo no haber percibido ese olor a elementos ajenos a lo católico. No, no se trata del debate ya antiguo del celibato sacerdotal, de los “viri probati” o las diaconisas. Se trata de ese olor que nace al querer incluir a fuerzas en la teología católica elementos de las cosmovisiones o de las creencias religiosas de los pobladores ancestrales de nuestro continente. Y sobre todo, de ese querer que esa inclusión se dé en los términos exigidos por sus postuladores. O se hace como ellos dicen o nada. Si de ellos dependiera, la Madre Tierra y los espíritus de la selva ya tendrían, en todos los templos católicos de la región amazónica, un nicho junto al de la Santísima Trinidad, la Theotokos, los apóstoles y los arcángeles. Una muestra de ese empeño en imponer su voluntad a toda costa es lo sucedido en la mismísima Roma, a unos pasos de la tumba del Príncipe de los Apóstoles.

Es difícil no reconocer las semillas de la verdad que anidan en todos los esfuerzos humanos por establecer relaciones con Dios. Cada religión posee algunas de esas semillas. El Concilio Vaticano II lo ha reconocido claramente. Pero es absurdo querer que las formas, símbolos, ritos, cantos y otras expresiones usadas en las otras religiones para hacer germinar esas semillas –cuya tierra natural es aquella en la que han nacido– estén a la par de los diferentes elementos utilizados en la Iglesia Católica para expresar la plenitud de la verdad en Jesús, el único Señor. Los cantos, las danzas y las oraciones de las demás religiones tienen indudablemente un valor religioso propio –de relación entre el hombre y Dios– pero ello no les concede automáticamente derecho de ciudadanía dentro de la liturgia católica. El valor de tales expresiones rituales sólo se descubre en el contexto de las cosmovisiones que sirven de campo a sus semillas de verdad.

En el contexto del Sínodo por la Amazonía, sin embargo, algunos de esos rituales se han venido celebrando en un templo católico, aledaño a la Plaza de San Pedro. Se trata de rituales propios de la religiosidad de las poblaciones de las selvas de aquella región sudamericana, que obviamente deben tener un valor y un significado específicos para quienes participan en ellos, pero que indudablemente no tienen un escenario adecuado en el recinto litúrgico católico. Redes, barcas, estatuillas de mujeres –diosas de la fecundidad, según se ha explicado–, y otras figuras forman parte de la escena. Probablemente se trata de elementos que buscan poner de manifiesto la interacción entre Dios y el poblador de aquella región. Se supone que los símbolos, cantos y danzas que ellos utilizan en esos rituales –tal como han hecho todas las culturas de la Tierra por siglos– ayudan a expresar su búsqueda de Dios, claro. Pero ¿qué sentido tiene realizarlos dentro de un templo católico, edificado como espacio litúrgico propio del ritual más sublime de la Iglesia? Es difícil entenderlo. Pero si es difícil encontrar el sentido de tal cosa, menos sentido tiene, evidentemente, que sean católicos quienes los realicen, frente al altar donde ellos mismos celebran la Eucaristía.

La misión evangelizadora de la Iglesia naturalmente continúa emitiendo aquel celebre grito de san Pablo: “Caritas Christi urget nos”. Esa urgencia hace a la Iglesia desear acercarse a todos los pueblos, y llevarles la luz que los ayude a dar sentido a las cosmogonías y rituales a través de las cuales ellos han venido tratando de dar sentido a sus vidas. Estas celebraciones de los rituales amazónicos en templos católicos ¿tienen ese objetivo? ¿Se quiere canonizar esos rituales, y la fe que ellos expresan, para incorporarlos a las formas ancestrales de nuestra Iglesia, dándoles una categoría similar?

¿No es eso sincretismo?

El sincretismo es una forma burda de relativismo. Las líneas y las formas de la verdad de la fe se desdibujan para poder crear una religión a la medida. La mezcla confusa de elementos litúrgicos cristianos y no cristianos sólo aparentemente ayuda a dar acogida a valores esencialmente distintos en una nueva concepción religiosa. En realidad se termina ahogando a las religiones involucradas. Y asfixiando, de paso, sus concepciones morales propias para dar paso a visiones morales acomodaticias.

La pregunta, evidentemente, que surge de esto es: ¿Tiene algo que ver todo eso –las celebraciones de rituales amazónicos en el interior de templos católicos– con lo que se esta discutiendo en el Sínodo? Dios quiera que no. De nada servirá a las comunidades católicas de la zona del Amazonas, ni les ayudará a solventar los graves problemas que enfrentan en términos pastorales, si dejan que la verdad se obscurezca, o peor, si dejan que la verdad sea “reconstruida” en aras de “hacerla más cercana” a la tierra donde se quiere evangelizar.

Esperemos orantes el final del sínodo. Bien dijo el papa Francisco respecto al Instrumentum laboris: que el Espíritu Santo lo habría de reescribir. La verdad es una, es Cristo, y sólo Él es Dios, Señor y Salvador…

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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