El ir a las casillas a depositar un voto, cualquiera que sea, es lo mismo que apoyar lo que sea que AMLO esté planeando.
Ahora que ya hasta se definió la fecha para votar en favor o en contra de la revocación de mandato, creo que muchos mexicanos estamos bastante confundidos. No es que la pregunta sobre la que se nos pide responder sea confusa. Ya quedó claro que, contrariamente a lo que anunciaba mañosamente Morena, no se trata de decir sí o no a que AMLO siga de presidente, sino a decir sí o no a que el presidente deje la silla presidencial en este momento. Parece un simple juego de palabras, y de hecho así lo ha venido planteando desde el principio la muchedumbre morenista. Mas es algo de mucha mayor trascendencia. Y aquí lo primero que hay que analizar es el porqué.
Aunque, según entiendo, la solicitud de uso de esta facultad ciudadana de despedir al presidente cuando no se está conforme con su desempeño debe originarse en la ciudadanía, en el caso actual es notorio que todo partió de Palacio Nacional y fue secundado por una campaña de promoción realizada por los seguidores de quien habita en él. O sea, que de origen genuinamente ciudadano definitivamente no es, si hemos de ser francos. Lo cual lleva a cualquier mexicano común y corriente a la conclusión de que todo forma parte de la agenda de AMLO. Es un juego político. Sí, y algo turbio debe estarse tramando en la mente retorcida de este señor. El dilema para el ciudadano es entonces: ¿Qué ventajas o qué riesgos conlleva seguirle la corriente? Pues no debemos olvidar que al ser un ejercicio legal tiene consecuencias legales, que afectarán al bienestar nacional. Una corriente política, en voz del Senador Damián Zepeda Vidales, del PAN, recomienda participar en ese ejercicio de nuestra democracia. Es la oportunidad ciudadana, exhorta el Senador, de mostrarle a AMLO lo que pensamos de él; en último término, de sacarlo de Palacio Nacional. Esto último, claro, dependiente del resultado de la votación. Otros muchos, entre los que destacan reputados politólogos y ex funcionarios del INE, manejan serios argumentos orientados a convencernos de que salir a votar equivale a caer en la trampa de AMLO. El ir a las casillas a depositar un voto, cualquiera que sea, es lo mismo que apoyar lo que sea que AMLO esté planeando. Me pregunto: ¿No habrá manera de asegurar que sea la cuenta final de votos la que juegue efectivamente en favor o en contra del Peje? ¿De verdad AMLO gana, sea el que fuere el resultado? Lamentablemente, esta duda nace de conocer al presidente y su manera de hacer las cosas. No conviene ignorar que este personaje es un costal de mañas, capaz de convertir cualquier resultado en un dato a su favor.
Probablemente, lo mejor sería, para poder decidir nuestra participación o nuestra abstención, analizar posibles efectos de ambas opciones.
¿Qué pasa -vamos a tratar de vislumbrar el futuro- si eventualmente la ciudadanía decide participar, y la mayoría legal de los votantes le dice a AMLO que se vaya? En primer lugar: ¿En realidad se irá? ¿Qué consecuencias afectarán la vida política, social, económica de México? ¿El país se mantendrá en calma? Lo más probable es que no. Es inimaginable que las tribus de Morena se queden quietas. La historia de la presencia pública de AMLO y sus seguidores así lo indica. ¿Cómo responderá a la muy probable turbulencia morenista el sector ciudadano que quiere enviar a López Obrador a “La Chingada” o más lejos aún? E incluso si AMLO en realidad deja Palacio Nacional y sus seguidores se quedan quietos, ¿quién va a substituirlo? ¿Uno de sus súbditos inmediatos actuales, iguales o peores que el mismo Presidente? ¿Hay alguien en Morena que tenga sinceramente deseos de un cambio hacia un México mejor? ¿O se convertirá el Peje en una reencarnación de Plutarco Elías Calles? En realidad, de darse el triunfo de los que quieren que AMLO deje Palacio Nacional a la mitad de ejercicio, y si esto último llegase a realizarse, las consecuencias inmediatas para México no se ven tan promisorias. ¿Estaríamos los mexicanos dispuestos a aguantar, en aras de la democracia, el trancazo consecuencia de obligar este Presidente a dejar el puesto?
Existe, evidentemente, la posibilidad de que la votación sea mayoritariamente a favor del “no”. O sea, que la mayoría de los votantes no quiera que AMLO abandone su puesto. Esto elevaría en forma muy importante la actual aprobación popular del presidente. Significaría una catapulta hacia los bastantes evidentes sueños de reelección del tabasqueño. Este se sumiría más profundamente en su mundo alternativo, con consecuencias que es imposible predecir.
Inquietudes parecidas se nos presentan si consideramos la opción de abstenernos para no hacerle el caldo gordo al presidente López. Si no se reúne el número legal para que la consulta surta efecto, muchas de las suposiciones descritas por quienes recomiendan ignorar la invitación al voto muy probablemente se verán reflejadas en el quehacer y el decir a los que nos tiene acostumbrados el Hombre de las Mañaneras. Incluso puede acontecer que se agrave su intensidad; se vea un incremento de decisiones absurdas, crimínales, y un más claro direccionamiento gubernamental hacia el establecimiento de las fantasías socialistoides, oníricas y letales de AMLO. Este señor probablemente interpretará el abstencionismo como un ataque del neoliberalismo a su proyecto, o cualquier otra de las acusaciones que suele esgrimir para explicar sus reveses políticos y actuará más duramente para apalancar su posición. Pudiera ser, de igual modo, que hasta tal revés esté ya -en los cálculos de AMLO- contabilizado a su favor desde que Morena lanzó la campaña a favor de la revocación de mandato. Esto, obviamente, tampoco puede presagiar nada bueno para México.
Por donde se quiera ver, este 10 de abril de 2022 no será una fecha más en el calendario.
Y aquí surge una pregunta que no sé cuántos ciudadanos nos hayamos hecho: ¿Cuál es nuestra obligación moral en esta coyuntura? Porque la decisión de votar o no votar ese día no es cosa que pueda ser tomada a la ligera moralmente. El Bien Común está comprometido. Ninguna de las dos opciones constituye “ganar”, ni “ganar-ganar”. Más bien parece lo contrario.
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