¿Quién ganó? ¿Quién perdió en el debate de los candidatos a la Presidencia de la República? Las opiniones están muy divididas. Es imposible sacar una conclusión definitiva si se pone uno a escuchar y a leer las opiniones vertidas en las redes sociales respecto al nombre de la candidata victoriosa. Lo único en lo que todas las opiniones coinciden es que Álvarez Máynez no tiene nada que hacer en la contienda, si no es hacerla de florero o desempeñarse como patiño de Sheinbaum.
Una cosa que llama la atención es que mientras las opiniones de los ciudadanos comunes y corrientes tienden a favorecer más a Xóchitl Gálvez, los politólogos y expertos participantes en las mesas de debate televisivo opinan que fue Sheinbaum la que se llevó la noche. Yo, en cierto sentido, le doy la razón a estos últimos. Pero yo no definiría la victoria de la Corcholata en términos de haber sido ella superior a su rival en ningún sentido. Sheinbaum se llevó la noche porque el formato del debate le permitió decir cuanta mentira quiso sin que su oponente tuviera oportunidad de ponerla en evidencia de modo más contundente. El formato del debate constituyó un engaño a la ciudadanía. Los ciudadanos tuvimos que conformarnos con ver a los tres contrincantes sufriendo para presentar sus propuestas a matacaballo, envueltas en “bolsas de tiempo” ridículamente breves. Aunque en realidad la única que sufrió fue Xóchitl; era evidente -se notaba por sus gestos de desesperación- que ella era la única que estaba esforzándose en hacer lo máximo posible por dejar claro su mensaje. Pero no tenía tiempo para desempacar sus propuestas y presentar sus críticas en esas cápsulas mínimas de tiempo. Ni para criticar o defenderse de las críticas de sus contendientes. El resultado es que los ciudadanos no tuvimos elementos suficientes para evaluar las propuestas de las candidatas, ni para considerar objetivamente sus capacidades personales para desempeñar el puesto al que aspiran. A la Corcholata sólo le preocupaba no equivocarse al recitar socarronamente sus mentiras, sin preocuparse de justificarlas. Máynez sabía que él cumpliría simplemente con adornar el local. Es absurdo pedir que la ciudadanía llegue a conclusiones válidas y certeras acerca del valor electoral de cada candidato si lo que el formato del debate ofrece es un rompecabezas ininteligible.
El verdadero perdedor en este debate fue el ciudadano. Lástima.
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