La noticia del arresto de Ovidio Guzmán, el tristemente célebre capo junior de la droga, protagonista por segunda vez de acontecimientos violentos en Culiacán, se convirtió inmediatamente en el tema principal de todos los medios informativos nacionales. Lo primero que llamó la atención de este acontecimiento, claro, fue el contraste entre el primer incidente, en el que luego de ser capturado Ovidio fue vergonzosamente puesto en libertad, y este último evento, cuando el malhechor no gozó de la misma benevolencia. La excusa dada por el presidente López Obrador en el primer caso para liberar al famoso delincuente: la protección de la ciudadanía ante la violencia desatada por los narcos, no pudo ser utilizada de nuevo por AMLO a pesar de que la violencia de los criminales se desató en esta ocasión con la misma violencia en contra de la ciudadanía que en la primera situación. El contraste entre ambos acontecimientos es extraordinariamente notable.
Para explicar este contraste se han aplicado diversas hipótesis, de todas las cuales, lamentablemente, el presidente de México siempre sale evidenciado negativamente de alguna manera. Y eso se entiende perfectamente si nos percatamos de que la aprehensión de Ovidio Guzmán debió haber significado una gran crisis interna en los afectos personales de AMLO y en lo interno de su gobierno (a pesar de que lo están pregonando como una victoria). Por un lado, es evidente que el criminal capturado está sirviendo como moneda de cambio entre Joe Biden y López Obrador. La cabeza del pillo a cambio de la no mayor intervención yanqui en asuntos de seguridad interna mexicana y de tranquilizar a las empresas quejosas de aquel país por las violaciones mexicanas al T-MEC. Por otro lado, los cabecillas de Badiraguato, tan cercanos al corazón presidencial, no van a permitir que uno de sus hijos predilectos vaya a la cárcel sin recibir nada a cambio por parte de AMLO, quien siempre ha profesado públicamente su respeto y admiración por ellos. Si de López Obrador dependiera, nunca se hubiera atrevido a tocar a Ovidio. Es un hecho que luego del primer Culiacanazo nunca se emitió orden de aprehensión alguna en contra de él. El éxito político y la supervivencia de AMLO está en manos de la mafia. Si en esta ocasión se vio obligado a encarcelar a un hijo del Chapo es porque Biden no le dejo opción. Era elegir entre mantener la relación con Washington o con los criminales. Y es inevitable preguntarse: ¿Qué otro precio deberá pagar AMLO a la Casa Blanca? Y, ¿cuál será el precio que deberá pagar a los narcos?
¿Qué tan caro le costará a México?
Esto, evidentemente, no se sabrá inmediatamente. En cuanto al costo exigido por Biden, la respuesta se verá probablemente en un incremento de balazos y disminución de los abrazos dirigidos a los capos y sus pandillas. En cuanto al costo que López Obrador -y México- deberá pagar a estos últimos por permitir que aumenten los balazos en contra de ellos, eso sí quedará por verse. Probablemente el nivel de injerencia del narco en el gobierno se incremente, y con ello la paz en México será cada más un sueño muy mexicano.
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