Los obispos y sacerdotes que advirtieron a los fieles que es contrario a la moral cristiana votar a favor de candidatos que promueven el aborto simplemente estaban transmitiendo lo que la Iglesia ha enseñado siempre.
¿Esto solamente pasa en México o es un virus mundial? Me refiero a la sentencia emitida hace unos días por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Este organismo acaba de sentenciar a cinco miembros del clero católico mexicano, incluidos cardenales, obispos y sacerdotes, por violación a las leyes electorales vigentes. La ley prohíbe que los ministros religiosos utilicen el púlpito para promover o criticar a algún candidato o partido político; para alentar el voto en favor o en contra de algún candidato o partido político.
Según el Tribunal Electoral, algunas frases dichas por los mencionados ministros durante sus homilías habían hecho exactamente eso, sobre todo en contra de los partidos políticos que promueven el aborto, o que han causado daño a la nación con sus políticas socioeconómicas. Y en ello basan los magistrados su sentencia. A reserva de analizar detenidamente los contenidos de las frases merecedoras de condena y sus contextos, hay un comentario, hecho por una de las magistradas para justificar su decisión de sentenciar a los ministros católicos, que merece atención individual por lo descabellado. Descabellado tanto por el contenido mismo de la opinión de la magistrada -categorizando lo dicho por el clérigo como un crimen electoral- como por el hecho de que tal forma de pensar pertenezca a una magistrada, supuestamente elegida para ese puesto por su nivel educativo, su formación moral y su capacidad de hacer juicios sensatos. Dicha opinión muestra a una persona totalmente carente, por lo menos, del último de esos atributos.
El comentario de la magistrada se debió a que presuntamente uno de los sentenciados había alentado a los fieles a pedir la luz divina para emitir el voto. He aquí las palabras de la juez, según lo informan algunos medios:
“Por supuesto esto no se debe de permitir… Los votos no son cosas celestiales ni espirituales, se trata de generar votos con conocimiento, con información, a partir de ponderar otras cosas y justo es lo que se debe de respetar, porque la inspiración celestial no nos va a llevar a tener a las mejores personas en los cargos de elección popular, es lógico”.
En otras palabras, la magistrada tiene de Dios una de los dos conceptos siguientes tratándose de la política. Una: cree que Dios – el creador del universo y fundamento de toda ciencia y verdad- no sabe nada de lo que pasa en el mundo; no conoce las necesidades de la gente y desconoce todo de las finanzas, la política, la cultura y esas cosas. Por tanto concluye que las probabilidades de que el Espíritu Santo dé un consejo equivocado, dañino para la nación, son elevadas. Otra, la magistrada sabe bien que es precisamente el Espíritu Santo quien podrá soplar la mejor opción a los electores, con el consecuente resultado de que seguramente el candidato que ella favorece será el perdedor. Y en este caso, obviamente, más vale sentenciar como delincuente a quien sugirió tan “antidemocrática” idea.
Los obispos y sacerdotes que advirtieron a los fieles que es contrario a la moral cristiana votar a favor de candidatos que promueven el aborto simplemente estaban transmitiendo lo que la Iglesia ha enseñado siempre. Pero hacerlo, según el Tribunal Electoral, es un delito. Ahora esos obispos y sacerdotes serán castigados penalmente por hacer lo que les corresponde hacer por su trabajo.
¿Veremos una segunda versión de la Cristiada?
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