Por enésima vez desde que la hasta ahora ministra (???) de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Yasmín Esquivel, fuera ventaneada como plagiaria de su tesis de licenciatura en la UNAM (y posteriormente de su tesis de doctorado en la Universidad Anáhuac), ella obtuvo un amparo más para evitar que la verdad acerca de tan vergonzoso incidente salga a la luz pública. La señora ministra está obstinada en evitar que la verdad sobre el asunto sea conocida. Ahora que finalmente la UNAM afirma que ya ha llegado a una decisión respecto a su debido proceder sobre la susodicha tesis, un juez le ha puesto, a petición de la señora Esquivel, una mordaza legal a la mencionada institución educativa para que no pueda dar a conocer tal decisión.
No se necesita ser un genio para darse cuenta que lo que la ministra busca con su amontonar amparo sobre amparo es que su plagio no sea corroborado públicamente por la autoridad universitaria. Su misma obstinación delata la verdad. Si no hubiese un plagio -de acuerdo a lo que ella sostiene- ¿por qué ese empeño suyo en ocultar la verdad? Simplemente, porque la verdad es que ella sí es culpable del delito del que se le acusa. Y porque, de ser publicada esa verdad, la ministra se vería forzada a renunciar a su asiento en la Corte, o a aceptar su expulsión de la misma. Hasta el momento se ha negado tercamente a renunciar, afirmando que el presunto plagio nunca se dio; que ella no tiene nada de que avergonzarse. Su dimisión o expulsión conllevarían para ella una vergüenza de la que difícilmente se desprendería hasta el fin de sus días. Su familia quedará en entredicho; sus hijos y nietos serán señalados con el dedo en todas partes. ¿Quién que haya escalado todos los escalones de la jurisprudencia nacional querría verse a sí mismo en tales circunstancias? Las no pequeñas percepciones salariales que adornan las sillas judiciales de la SCJN también han de influir en su decisión de obstinarse en callar la boca a la UNAM. ¿Quién querría abandonar un trabajo tan redituable financieramente como el que hasta ahora posee la dama en cuestión?
Sin embargo, cabe también otra posible explicación de la obstinación de la señora Esquivel. Veamos. Un cambio de residencia a un país extranjero protegería a la ministra de la mofa pública en México… aunque no del juicio de la historia en el futuro. Una pertinaz desfachatez, como la que ella ha mostrado hasta hoy, podría incluso defenderla de las consecuencias psicológicas y sociales del escarnio. En el aspecto financiero, dinero no le falta ni a ella ni a su marido. En resumen, ni la vergüenza nacional, ni la pérdida de sus emolumentos puede considerarse la verdadera motivación de la obstinación de la ministra. ¿Y entonces? Habrá que buscar la causa de la obstinación en otro lado. Y lo más seguro en el caso que nos ocupa es voltear hacia quien en realidad está moviendo los hilos de la vida de la jueza; hacia aquella persona que la llevó a la SCJN, y que es quien tiene más que perder de esta debacle. El Presidente de la República. Íntimo este último del matrimonio de la ministra; empleador favorito del cónyuge de la misma, ha apostado a la presencia de la señora Esquivel en la Corte para proteger sus cuestionadísimas iniciativas de reformas constitucionales. Sobre todo los últimos pendientes jurídicos de AMLO. Todos ellos, considerados como anticonstitucionales e inmorales por los expertos y la mayoría de la ciudadanía, requieren que haya un número suficiente de jueces incondicionales, serviles, al Presidente que “defiendan” su supuesta legalidad. La renuncia o dimisión de la Ministra Esquivel sería una muy mala noticia para el presidente. Éste usará cuanta argucia legal -o ilegal- encuentre para que la Ministra Yasmín Esquivel no deba separarse del cargo antes de que sus iniciativas reciban un veredicto a gusto.
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