Fuera del tema de Acapulco, aunque relacionado también con él por las consecuencias políticas que pueda acarrear el año entrante en las elecciones, parecería que la atención nacional está centrada en las actuales candidatas a la Presidencia de la República. El único candidato varón no atrae la atención de nadie. Pero parece que no sólo este varón iluso carece de interés para la ciudadanía. Hay un asunto que tampoco está en la mente de muchos ciudadanos, a pesar de que este descuido representa un altísimo riesgo para el país. Recordemos que la elección de quien haya de suceder a AMLO no es la única que se celebrará durante la jornada electoral del año venidero. Simultáneamente los mexicanos estaremos eligiendo alcaldes, algunos gobernadores, diputados locales y lo más importante: a quienes hayan de conformar el Congreso de la Unión. En la presente coyuntura nacional, la elección de senadores y diputados federales es de tanta importancia como la del Presidente de la República. Si López Obrador ha sido capaz de destruir, desmadejar, enfurecer y dividir el país como lo ha hecho es porque llegó a la Presidencia acompañado de legisladores que nunca debieron serlo o, mejor, que nunca lo han sido. Éstos fueron elegidos por la ciudadanía creyendo ésta que elegía diputados y senadores, pero lo que en realidad eligió fue una banda de esclavos, serviles, inmorales e ignorantes, al servicio incondicional del Presidente, dispuestos a hacer cualquier cosa que él les ordenara, por aberrante y ajena al bien común que fuese. Es claro que los ciudadanos que votaron a favor de tales individuos no sabían lo que hacían en ese momento, pero su acción hizo que el Poder Legislativo dejara de ser tal. Ni es poder ni es legislativo.
Eso no puede volver a pasar si queremos que la candidata que resulte elegida para asumir la Jefatura del Poder Ejecutivo Federal desempeñe su cargo debidamente. Es indispensable lograr que el nuevo Congreso de la Unión sea un verdadero parlamento, un genuino poder legislativo, en el que resida auténticamente la voluntad de los ciudadanos. Lo que está en riesgo, de no lograr los ciudadanos llenar las dos cámaras con verdaderos legisladores, es demasiado grande; es sencillamente la posibilidad de que México sea una nación libre, unida, saludable, con instituciones sólidas y confiables, en paz y sin violencia, progresista, donde el valor personal de cada ciudadano sea reconocido por el gobierno y por todos los demás ciudadanos. El nuevo Congreso -ambas cámaras- deberá trabajar desde sus respectivos sitios y asumiendo las funciones que la ley les ha designado para obligar, y ayudar, a quien dirija el Poder Ejecutivo a que funcione como verdadera guía y motivadora de los esfuerzos de todos.
Pero hasta el momento el tema del Congreso de la Unión -y me imagino que también el de los congresos locales- parece estar sentado en la banca, esperando un mejor momento, posterior al vocinglerío actual, para entrar al partido. ¿No será eso demasiado tarde? El tema de la importancia del Poder Legislativo no debe ser perdido de vista por la ciudadanía. Ni por los partidos políticos que conforman el Frente Amplio por México. No pueden darse el lujo de olvidarse del asunto. Debe hablarse continuamente de este asunto en los medios de comunicación y en las redes sociales.
Ahora bien, de nada serviría hablar todo el día del asunto si la ciudadanía no sabe cómo elegir a un buen legislador. Sería trágico que la población eligiera de nuevo como legisladores a personajes impresentables como los que eligió la vez pasada para conformar las bancadas de Morena y de sus secuaces: el PT y el PVEM. Pero ¿quién va a enseñar a los mexicanos a elegir un buen diputado o un buen senador? ¿Los Servidores de la Nación? Queda mucho por hacer en este asunto.
Te puede interesar: Eduardo Verástegui: ¿Ingenuidad, valentía o qué?
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyocomentarios@yoinfluyo.com