Así como Macron, hay muchos otros personajes poderosos empeñados en que el aborto llegue a ser visto legal y socialmente como algo bueno.
La Madre Teresa de Calcuta, en varias ocasiones ante públicos selectos de políticos y representantes de organismos con influencia mundial, dejó en claro los peligros que corre la humanidad si se continúa promoviendo el aborto. Lo mismo han hecho otros personajes de renombre en el mundo de la política, del arte, del deporte, de las finanzas, etcétera. Los grupos en favor de la vida trabajan incansables en albergues, hospitales y abortorios para defender la vida de las mujeres embarazadas y de los hijos que éstas llevan en su seno. Lamentablemente, hasta hoy sus voces han sido gritos en el desierto. Las campañas a favor de la legalización del aborto siguen impávidas, inconmovibles y exitosas en su invasión de los parlamentos, las escuelas y las culturas de todos los continentes.
Hace unos días, otro personaje público, nada menos que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, lanzó lo que, desde cierta perspectiva, ha sido el golpe más audaz en favor del aborto. El Jefe de Estado galo ha pedido al Consejo de la Unión Europea que en la Carta de Derechos Fundamentales de dicha unión incluyan el “derecho” al aborto. Una breve reflexión al respecto nos puede iluminar acerca de las terribles consecuencias que acarrearía a la humanidad el que esa sugerencia de Macron se convirtiera en una realidad.
En primer lugar, la petición de Macron tiene como objetivo que el “derecho al aborto” se considere uno de los derechos fundamentales. ¿Cómo llegó el presidente de Francia a la conclusión de que matar a los bebés por nacer es un derecho fundamental? Es de todos sabido que, fuera de algunos teoristas disparatados, la mayor parte de los filósofos del derecho coincide en afirmar que la ley no crea ni otorga derechos, sino que únicamente norma su ejercicio. Los derechos son anteriores a la ley. Para que estos sean normados por la ley, los legisladores deben previamente descubrir su existencia en la realidad. De otro modo ¿que normarían? La realidad, por su parte, no es otra cosa que la naturaleza de los seres concretizada individualmente en cada uno; es ahí donde la filosofía descubre qué facultades naturales necesita cada ser para lograr su finalidad propia. ¿Qué percibió Macron en la naturaleza humana, específicamente en la mujer como persona, de naturaleza humana, que le hizo afirmar que en esa naturaleza existe la facultad de matar a los propios hijos como condición de llegar a realizar su finalidad como mujeres? ¿La mujer necesita matar a sus hijos para realizarse como persona-mujer, individual y socialmente, y para acceder finalmente a la felicidad perfecta, finalidad última de toda persona? Pero si eso fuera así, si toda mujer poseyera desde su nacimiento tal derecho, ya desde la antigüedad abortar habría sido visto por todos como algo tan básico y universal como lo es el alimentarse, el trasladarse de un sitio a otro, el trabajar, el expresarse, etcétera. Pero no es así. Nadie se atrevería a negar estos últimos derechos (excepto los dictadores, claro), a considerarlos propios de todo ser humano, y por el contrario, es innegable que la mayor parte de la humanidad percibe claramente la inhumanidad del aborto. Basta reflexionar en lo siguiente: si las mujeres, todas, de todas las generaciones que han poblado el mundo, hubiesen sentido una tendencia natural a matar a su hijos -del mismo modo que sienten la tendencia natural a la maternidad- gran parte de la humanidad nunca hubiera existido. Eso, patentemente, es una aberración. ¿Cómo podría sobrevivir la humanidad si las mujeres estuvieran dotadas por la naturaleza humana del derecho a matar a sus hijos? Las muertes por aborto, a pesar de estar muy condicionado éste en muchos países, constituyen las cifras más altas entre las causas de mortalidad en el mundo. ¿Qué tanto más elevadas serían si en realidad existiese ese derecho del que habla Emmanuel Macron?
Pero, así como Macron, hay muchos otros personajes poderosos empeñados en que esa aberración llegue a ser vista legal y socialmente como algo bueno. Hasta el día de hoy nada parece poder detener ese proyecto de muerte. ¿Habrá algún medio eficaz para convencerlos de que lo único que conseguirán será acabar con todo lo bueno que hay en la humanidad? ¿Qué otra cosa se podría intentar, diferente de lo hecho hasta el momento?
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