Luces y sombras del libro sobre moral ciudadana de la 4T

La 4T, empezando por su creador y gurú, se empeña tenazmente en violar todos y cada uno de los mandamientos morales que ella misma propone.



Hace unos días el presidente de la República presentó ante la Nación lo que constituye su más reciente intento de lo que él describe como fortalecer la moral de los ciudadanos. En principio, tal esfuerzo por parte de una autoridad de ese nivel, en cualquier país, merece toda la alabanza posible. Lamentablemente el esfuerzo –nadie sabe qué tan sincero– de nuestro primer mandatario no es todo lo lúcido que sería de esperarse para lograr tan encomiable objeto; el librito que sirve de guía para ello está adornado de algunas luces, pero muchas más son las sombras que vaticinan su fracaso en la práctica.

Cabe rescatar, entre las luces, el primer párrafo de la introducción del mencionado libro. Es una obra maestra de claridad en la definición del valor de la moral y un buen intento de definir ésta. Las acciones –¿O diríamos mandamientos? – que más adelante describe con detalle el texto son un aceptable desglose de los últimos siete mandamientos de la ley de Dios, o de lo que podríamos describir también como sabiduría popular universal. Nadie pone en duda, por ejemplo, la necesidad –subrayada por el texto presidencial– del respeto a la vida, a los padres, a la familia, ni de otros valores parecidos. Evidentemente, el presidente se abstuvo, por el laicismo mexicano, temeroso por tradición de hablar de los principios más hondos de la naturaleza humana, de mencionar a Dios como objeto supremo de toda acción moral. El poner en blanco y negro, sin embargo, en un documento del gobierno, y señalar tales acciones como benéficas para la sociedad, es algo indudablemente meritorio.

Lamentablemente, hay tantas oscuridades en ese intento de moralizar al pueblo que las luces apenas se ven. Entre los puntos más oscuros resaltan, por ejemplo, ese culpabilizar obcecada y falsamente al neoliberalismo de ser el único culpable de la pérdida de valores en la ciudadanía, y de todos los males que afectan a México en la actualidad. Que el neoliberalismo ha tenido una influencia perniciosa en esa degeneración de los valores, en México y fuera de él, es indudable. El papa Francisco, en su encíclica “Fratelli tutti” dedica varias páginas muy duras a los efectos del neoliberalismo. Pero AMLO se olvida de otra causal de la agonía de los valores que él intenta resucitar. El populismo, la mentira oficial de los gobiernos, la utilización de los pobres como carne de cañón para establecer ideologías inhumanas. Se olvida también de la realidad humana, dotada de libertad, pero afectada por su propia debilidad. El papa Benedicto XVI atribuye a este olvido –en Spe salvi– los fracasos de todos los profetas o mesías que se empeñan en establecer paraísos terrenales apoyados en falsas promesas o en dictaduras inhumanas.

La necesidad de excluir a Dios de toda consideración moral, si bien es entendible en el ambiente hiperlaicista de la política mexicana, le quita a este texto, y a cualquier otro que pretenda hacer lo mismo que éste, todo significado. La moral sin Dios no es más que un contrato social, incapaz de definir el bien y el mal, e incapaz, por lo mismo, de constituir una motivación real para abandonar el egoísmo que está en la base de todo vicio social. Corrupción, impunidad, marginación, violencia, etcétera, ¿no son manifestaciones de egoísmo?

Pero, evidentemente, la mayor oscuridad de este intento moralizante del gobierno federal radica en su propio quehacer gubernamental. La 4T, empezando por su creador y gurú, se empeña tenazmente en violar todos y cada uno de los mandamientos morales que ella misma propone. Hablando de la virtud del respeto y de la veracidad, por ejemplo, cada mañana, muy tempranito, el presidente sale a insultar, vilipendiar, calumniar a sus opositores, la mayor parte de las veces sin fundamento alguno; sus presentaciones matutinas están plagadas de mentiras. El librito habla del respeto a la vida y a la familia como factores trascendentales para la vida de la sociedad, sin embargo, la señora secretaria de Gobernación y la bancada morenista no cesan de impulsar la agenda abortista y las leyes en contra de la familia y de los derechos de los padres de familia. La salud y su preservación son descritos por el librito como fundamentales para tener una nación fuerte, pero a la vez que los legisladores morenistas crean leyes que permiten el uso de drogas, el presidente se enterca en desoír los consejos de los científicos para combatir eficazmente la pandemia. Un gran número de los más de cien mil muertos por Covid pueden ser atribuidos a esa terquedad criminal. La legalidad, la justicia, la solidaridad, el valor de luchar contra el crimen, virtudes indispensables en toda sociedad que quiera sobrevivirse a sí misma, destacan por su ausencia en esta administración; la corrupción sigue imbatible; el clientelismo es la única motivación de gobierno; el narco es apoyado desde el mismísimo Palacio Nacional. Y nadie ignora el larguísimo etcétera de ejemplos que corroboran la sofocante existencia de esta oscuridad.

Bien se le pueden aplicar a la 4T aquellas palabras de Jesús: “¡Ay de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!”. O aquella otra: “Son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo”.

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