Es comprensible que luego del cataclismo del 2 de junio los ánimos se hayan caldeado en las dos partes que componen el espectro político mexicano. En realidad, esa animosidad no nació la noche trágica de ese domingo. El Presidente de la República se ha encargado, muy eficaz y efectivamente, de ahondar con fuego la brecha que separa a esas dos partes. El vulgo, ayudado por las redes sociales, e inspirado en el léxico mismo del Presidente, se ha encargado de asignar etiquetas a ambas partes. Que si “fifís”, que si “chairos”. Ya desde que el Presidente en sus mañaneras empezó a crear esa división, las redes sociales empezaron a referirse a una y otra parte con esos apodos. Y un día sí y otro también, los apodos fueron acompañados de comentarios de mofa basados en ciertas características típicas de cada bando. Los “chairos” no forman un grupo muy imaginativo a la hora de crear estas caracterizaciones. Haciendo honor a su gurú, dicho grupo solamente parece contar en su menú de insultos con los dichos y adjetivos empleados por AMLO para caracterizar a sus oponentes y burlarse de ellos. Estos últimos son “gente ardida”, “resentidos”, “aspiracionistas” (con el sentido peyorativo que el Peje dio en su momento a esta expresión), “neoliberales”, etcétera. Los “fifis”, por su parte, han recurrido con mayor frecuencia a describir a los miembros del otro bando como personas de bajo nivel educativo, sin conexión con la realidad, y ausencia total de criterio propio, además de otras cosas que van en la misma línea.
A partir del 2 de junio, el intercambio de ataques verbales entre ambas partes se ha incrementado, como era de esperarse. No es todo eso, sin embargo, lo que motiva la presente reflexión.
Me inquietan dos cosas. Una, la primera, es algo que no debería suceder, pero es comprensible. Es comprensible que los “fifís”, dolidos y en estado de confusión por la derrota inesperada e inmerecida del 2 de junio, en su afán de marcar su diferencia con los “chairos”, tiendan a hacer hincapié en la nota distintiva de un gran número de morenistas: su pobre nivel educacional. Es un hecho irrebatible, ya demostrado de muchas maneras, que la mayoría de ellos no se distingue ni por su formación académica ni por sus altos niveles intelectuales. Las entrevistas realizadas a los acarreados en los mítines durante la campaña de la Sheinbaum demostraron a las claras que su nivel de comprensión de lo que estaba en juego en las elecciones era muy deficiente. Ahora bien, la mofa de los “fifís” hacia los “chairos”, si bien es comprensible, es injusta. Más que una burla, es una acusación que quiere hacer recaer en la pobreza e ignorancia de ese sector de la población la culpa del desastroso resultado electoral y del negro porvenir que espera a México. El sector de “chairos” al que se refieren esas burlas, inculpablemente mal educado e ignorante, no merece cargar con el estigma de que por sus involuntarias lagunas educativas hayan terminado siendo factor decisivo de la agonía de la democracia y de la prosperidad mexicanas. Ninguno de ellos escogió para sí la pobreza, la marginación y la ignorancia. Pero no es comprensible que el sector de la población que siempre criticó el divisionismo del Presidente y que votó por conservar la democracia, “los fifís”, quiera, con sus ácidas burlas hacia su contraparte, mantener y alentar la división de la nación. Seguir mofándose de las carencias que el sistema socio político mexicano ha impuesto desde sus albores a ese enorme sector de la población nacional, así éste haya con su voto ignorante ayudado a cavar la tumba de la democracia mexicana, no es ni justo ni caritativo. Mejor harán los verdaderos demócratas mexicanos en buscar remendar las rasgaduras del tejido social que tales carencias han ahondado.
Pero tengo además otra inquietud, mucho más seria y angustiosa, porque se refiere a un fenómeno verdaderamente incomprensible y trágico. Es comprensible que muchos mexicanos de bajos recursos económicos y limitado nivel educativo hayan votado por la Sheinbaum. Pero a esta señora, y ya desde antes al patrón de esta señora, los han venido acompañando muchos mexicanos poseedores de superabundantes recursos financieros y envidiables credenciales académicas. Eso no es comprensible. Junto a la recién electa Sheinbaum, y al lado de AMLO, siempre han estado presentes personalidades muy representativas de las finanzas, de la iniciativa privada, de la academia, del arte, etcétera. Se trata de personas dueñas de CVs sobresalientes, que definitivamente no pueden alegar ignorancia de las trágicas repercusiones que México deberá soportar si Sheinbaum y AMLO siguen por el camino que se han trazado. Juan Ramón de la Fuente, Javier Corral, Ramírez de la O, Arturo Zaldívar y tantas otras personalidades cercanas a ellos, quienes obviamente, gracias a su formación y experiencia profesional y política, saben y están plenamente conscientes de lo que México va a padecer bajo el presente régimen, no sólo lo aceptan y votan por él, sino que deciden colaborar en él. ¿Acaso no les importa lo que está sucediendo y lo que va a seguir sucediendo a la nación mexicana? ¿Pueden ellos, en conciencia, apoyar todo lo que Sheinbaum y AMLO han hecho, hacen y pretenden seguir haciendo? ¿Sinceramente creen esas bien educadas y pudientes personas que desde las entrañas de la 4t-bis, y bajo la dirección de Sheinbaum, con el negro historial de gobierno de esta última y su servil dependencia de AMLO, podrán hacer algo en favor de un México más libre, más justo, más progresista? Eso es totalmente incomprensible.
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