AMLO se muestra de diferente postura ante la sociedad dependiendo la situación y lo que le beneficie o convenga.
El diccionario define la palabra “socarrón” como: persona que se comporta de modo astuto, ladino, disimulado, bellaco, irónico, burlón. Creo que la suma de todos esos adjetivos bien podría describir a nuestro ya casi flamante presidente de la República. Podemos remitirnos a un caso que lo pinta así de cuerpo entero.
Hace unos años, cuando aquel celebérrimo asunto del casi empate con Felipe Calderón en los comicios federales, el ahora presidente electo, secundado por sus leales seguidores, peleó como gato boca arriba para defender lo que él alegaba que había sido un fraude en su contra. Obligó a la autoridad electoral a que abriera todas las urnas y contara de nuevo los votos, uno por uno. No habiendo quedado satisfecho con ello, porque tampoco el recuento lo favoreció, armó en el Zócalo del entonces DF tremendo sainete, o vodevil, en el que alguien le impuso al pecho una banda tricolor y se le nombró pomposamente “Presidente Legítimo”. No faltó alguien que se acordara en ese momento de aquella Alteza Serenísima que hizo de las suyas en los albores de nuestra historia como república.
Apenas ayer, AMLO aparece de nuevo en escena, pero para hacer exactamente lo contrario de lo que hizo en aquella ocasión. En ceremonia especial declara que el resultado de la “consulta popular” organizada por MORENA para conocer la voluntad de los mexicanos sobre el proyecto de la construcción del nuevo aeropuerto de la CDMX, le ha impuesto de modo “vinculante” la obligación de echar por tierra dicho proyecto en cuanto tome posesión dentro de un mes.
Desde antes de que se realizara la “consulta”, que no cuenta con soporte legal alguno y por lo tanto no tiene legalmente fuerza vinculante alguna, cientos de voces ciudadanas, acompañadas y fundamentadas en estudios de especialistas en aeronáutica, infraestructura aeroportuaria y otras materias similares, se habían hecho oír para manifestar su preocupación por el anuncio hecho por AMLO de que pensaba cancelar el proyecto del nuevo aeropuerto. Esas voces manifestaron abiertamente su rechazo por considerar que la alternativa planteada por el presidente electo era innecesaria, costosísima y muy peligrosa, por ser contraria a las opiniones de los expertos en seguridad aérea. Al anunciar AMLO que sometería dicho proyecto a una “consulta popular” muchos más ciudadanos se manifestaron claramente en contra por encontrar en ella graves defectos de confiabilidad y carencia total de carácter democrático.
Eventualmente, la consulta se llevó a cabo este pasado fin de semana. La organización del evento corrió a cargo del partido del presidente. Los lugares de votación se ubicaron en zonas en las que se contaba con mayoría de seguidores de ese partido y se excluyó sin recato alguno a las zonas del país en donde el voto sería seguramente contrario. Se pidió la opinión a la ciudadanía de todo el país sobre un asunto eminentemente técnico y peculiar de la CDMX, del que poquísimos mexicanos tienen conocimientos. El proyecto alterno, el favorecido por AMLO, además, es coincidentemente el favorito de los constructores favoritos de AMLO. La respuesta ciudadana a la convocatoria para participar en la “consulta” fue, como era de esperarse, de desinterés, burla o franco enojo. La reacción ciudadana ante el desvergonzado anuncio de los resultados de la “consulta” y la consecuente decisión adoptada por AMLO, tampoco estuvo marcada por la alegría y el aplauso. Todo lo contrario. El pueblo se sintió engañado. Evidentemente AMLO ya había tomado su decisión antes de preguntar la opinión de la ciudadanía. Se trató de una comedia en la que el burlado es el pueblo. Cuestionado AMLO sobre la confiabilidad de una “consulta” tan pobremente sustentada y ejecutada, se concretó a decir que él confiaba totalmente en ella, y que el pueblo no puede equivocarse.
En aquellas elecciones del 2006, porque así le convenía a López Obrador, el pueblo se equivocó al elegir a su adversario; las elecciones no fueron confiables; la autoridad electoral favoreció a su contrincante; el proceso electoral estuvo amañado.
En esta ocasión, porque así le conviene a López Obrador, el pueblo no se equivocó al elegir la propuesta de proyecto de aeropuerto que él favorece; los resultados de la “consulta” sí son confiables porque apoyan su proyecto; ésta se realizó de la manera más confiable posible; fue un acto legal. No importa que la opinión de los sectores de la población que están en contra del proyecto hayan sido deliberadamente excluidos de la consulta. No importa tampoco que la consulta haya versado sobre un tema del que la casi totalidad de los mexicanos no sabemos nada.
La socarronería de nuestro próximo presidente ha quedado en evidencia una vez más. ¿Soportará México seis años de esta socarronería?
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