La humanidad frente al racismo y otras inhumanidades

El racismo y la pandemia son dos calamidades que han asumido el papel protagónico entre las muchas inhumanidades que afectan a la humanidad.


Persecución


El asesinato de George Floyd en Estados Unidos ha abierto los ojos de gran parte de la humanidad acerca del problema, hasta hoy sin solución, de la discriminación racial. Aunque creo que más que “ha abierto los ojos” sería más correcto decir “ha vuelto a abrir los ojos”, pues no ha sido la primera vez que las confrontaciones causadas por las actitudes de ciertos grupos en relación con los diferentes colores de la piel llegan a alcanzar niveles trágicos y letales. Sobre todo en naciones donde por razones históricas y culturales esas actitudes han perdurado hasta hoy e influido en la vida social, laboral y política. Los choques violentos entre personas de distinto color de piel nunca podrán ser moralmente justificados ni socialmente deseables, pero parece que nosotros, los pobladores de este planeta, incluso luego de tantos años de luchar por la igualdad, aún no hemos podido convencernos de eso. Es por lo tanto inevitable que periódicamente se repitan estas conflagraciones.

Lo más triste del caso es que entre más fuerte es el choque entre razas, más se pone en evidencia que lo que pasa es que no hemos aún logrado ver al prójimo como alguien tan valioso como nosotros mismos. El color de la piel, la posición económica, la fama, la belleza siguen siendo –¡ay!– hasta ahora parámetros de valor que asfixian al único criterio que debería servirnos de medida: la dignidad que reside en cada persona. Esta es la verdadera tragedia y es a donde gobiernos, iglesias y sociedad deberíamos enfocar nuestros esfuerzos si queremos que ya no haya más George Floyds.

Ahora bien, a juzgar por los medios de comunicación, tal parecería que lo que acontece actualmente en EUA –y en algunos otros países influenciados por el problema racial de ese país– es el único asunto importante; el único que puede sacudir las conciencias del mundo y encender todos los focos de alarma. La humanidad –parece afirmarse– nunca ha temblado con tanta angustia en los últimos años como tiembla actualmente ante el coronavirus y ante a la violencia causada por el racismo. Estas dos calamidades han asumido el papel protagónico entre las muchas inhumanidades que afectan a la humanidad. Y eso en gran parte se debe, más que a consideraciones humanistas, a los enormes daños que ambos problemas están causando en la economía y en las expectativas de progreso material de la humanidad. Indudablemente que se trata de dos problemas que están sacudiendo todas las seguridades de gran parte de la humanidad, y merecen ser tratados con urgencia. Pero de ningún modo son las únicas inhumanidades, ni siquiera son las más graves. La pandemia, conviene aclararlo, no es una inhumanidad (excepto, claro, cuando le cae como anillo al dedo a algún político), sino pura humanidad, gracias a la cual el ser humano puede percatarse de su debilidad innata y su dependencia de Dios. El racismo sí es un caso gravísimo de inhumanidad, pero a su lado hay otros que, siendo de igual o mayor gravedad, son no obstante ignorados de modo culpable por la humanidad. Basta mencionar dos casos: las persecuciones religiosas y el aborto.

El cristianismo está siendo perseguido de modo sistemático en muchos países. Los derechos más básicos de los cristianos están siendo pisoteados. Ellos forman el grupo humano más perseguido en la actualidad. Hay datos estadísticos que corroboran esta verdad. Naciones que antiguamente eran cristianas, son ahora casi totalmente musulmanas debido a las leyes implementadas por el Islam. En China los templos son derribados y los sacerdotes puestos en prisión. En Corea del Norte los cristianos son encarcelados o desaparecidos. Los cristianos han debido huir de esas naciones so pena de perder la vida. Más en las naciones donde hoy se realizan manifestaciones contra el racismo nadie ha salido a la calle a exigir que se detenga esa persecución; las noticias de primera plana nunca hablan de ello. ¿Es que los cristianos perseguidos no merecen ser defendidos como las víctimas del racismo? Respecto al aborto, las leyes que lo legalizan han provocado que la humanidad haya perdido más vidas por ese crimen que en todas las guerras de la historia juntas. Empero, casi ningún medio informativo se toma la molestia de informar objetivamente sobre esos datos, ni sobre las acciones encaminadas a erradicar el aborto. Cada año, por ejemplo, en la ciudad de Washington se realiza una marcha por la vida, contra el aborto, que congrega a cientos de miles de personas. ¿Alguien recuerda algún noticiero o periódico que haya hablado de ello? ¿Será que los niños por nacer no valen la pena? ¿No es inhumano matar a una persona inocente e indefensa? ¿No son estas inhumanidades también merecedoras de la atención de la humanidad?

Valdría la pena aprovechar la crisis causada por las confrontaciones raciales –y el encierro forzado por la pandemia– para exigirnos a nosotros mismos y a los gobiernos que la discriminación por causa del color de la piel, y cualquier otro tipo de inhumanidad, debe detenerse. Y los cristianos debemos encabezar esta exigencia.

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