¿Es por defender su dignidad?

El asunto de los plagios de la ministra Yasmín Esquivel ya ha pasado a formar parte de la enorme lista de sucesos increíbles de la historia de México. Don Artemio del Valle Arizpe no habría dudado en incluirlo en su “Historias y Leyendas de las Calles de México”. Increíble que una ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya logrado ser tal teniendo ese historial académico tan torpe y vergonzoso. Increíble que dos meses después de que saliera a la luz la vergonzosa verdad de su primer plagio, el de su tesis de licenciatura, la dama en cuestión siga ocupando su asiento en la SCJN. Increíble que, con todas las pruebas aportadas en su contra por la UNAM respecto al plagio de la tesis de licenciatura, y con todo lo que recién se ha revelado sobre el plagio de su tesis de doctorado, la interfecta no haya renunciado a su cargo, al menos mientras se aclaran estos penosos asuntos. Increíble.

Aunque, si lo pensamos dentro de un contexto más amplio, la cosa deja de ser tan increíble. Recordemos que estamos en medio de la “cuarta transformación” (aunque no sepamos bien a bien en qué consistieron las tres anteriores, ni cuáles hayan sido sus efectos). El país está siendo transformado. De ser un país que, a pesar de todas las crisis y descalabros -tanto económicos y sociales como morales- que ha sufrido, estaba empeñado en superarse a sí mismo, y que al menos no había tenido que sacrificar su orgullo y su vergüenza moral para lograrlo, ahora nos están queriendo convertir en una nación de desvergonzados inmorales, mentirosos, rencillosos, y otras “virtudes” parecidas. Día con día, desde el micrófono de Palacio Nacional, se nos invita a poseer y practicar esas “virtudes”. A endurecer nuestros caparazones para que ningún criterio moral válido y universal nos afecte. No podemos dejar que nos salgan con que la ley es la ley, ni con otras niñadas parecidas. Nada, ni siquiera el derecho o la ley, nos debe alejar de la justicia, sobre todo si ésta es entendida según la concepción que de ella tiene el presidente de la República; como si fuera posible la justicia sin normas morales. En este contexto, ¿qué tiene de increíble que una plagiaria ocupe un sitial en la SCJN? Gracias a la Cuarta Transformación, ya ningún historial delictivo podrá estorbar que alguien llegue a ocupar puestos públicos. (Muestras de ello abundan por doquier en este gobierno) Ni siquiera aquellos puestos que, por definición, exigen probidad moral inmaculada.

Pero sobre todo, lo increíble del caso de la Ministra Esquivel deja de ser tal cuando se constata que su renuencia a renunciar es un simple acto de obediencia a quien la introdujo a la Corte. Si AMLO no la hubiera necesitado ahí para poder cumplir sus caprichos ilegales e inconstitucionales, Yasmín Esquivel no estuviera sentada en la silla que hoy ocupa (ni sus plagios hubieran causado tanto revuelo, hay que reconocer). La renuncia o no renuncia de Yasmín Esquivel no es una mera disyuntiva moral para ella; no se trata de salvaguardar su dignidad (ya la perdió cuando plagió). La permanencia de la jueza (???) en la SCJN es una necesidad sine qua non de AMLO. Si ella renuncia, las posibilidades de que la Suprema Corte eche abajo el recién aprobado plan B del Presidente se incrementan geométricamente, y con ello disminuirían, también geométricamente, las posibilidades de que Morena (léase AMLO), continúe en el poder, “transformando” nuestro México.

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