Para justificar el aborto hay quienes aseguran que la vida comienza después de la semana 12 después de la gestación, sin embargo, sus argumentos carecen de solidez científica.
No dejan de asombrarme los argumentos de quienes defienden la legalización del aborto. Los más conocidos, claro, son los que justifican la necesidad de permitir legalmente el aborto por constituir este un problema de salud pública. Lo que esto quiere decir es que el número de muertes de mujeres causadas por abortos clandestinos es una tragedia que pone de manifiesto el poco interés sanitario de las autoridades y de la sociedad en general. Si se legaliza el aborto, dicen los promotores de tales iniciativas, el número de víctimas decrecerá exponencialmente. Otros fundamentan su esfuerzo en pro del aborto en lo que ellos conciben como el derecho de la mujer embarazada a hacer con su cuerpo lo que se le venga en gana. Pero el argumento esgrimido por la diputada Alejandra Valdés Martínez, quien ocupa una curul en la actual legislatura del Congreso del Estado de San Luis Potosí, no puede no sorprendernos.
Airada porque hace unos días apareció un anuncio espectacular en el que se le acusa de asesina por promover el aborto, la legisladora potosina niega el cargo alegando que no es asesinato eliminar a esa célula que crece en el útero materno. Para probarlo ella afirma que “está comprobado que esa célula no es un ser humano”. Justifico yo el enojo de la diputada Valdés ante la ventaneada que le dieron en el espectacular, pero no por las mismas razones que causaron su ira. Creo que esa forma –espectaculares y otros medios escandalosos– de despertar la consciencia, y tocar base con la conciencia, de la ciudadanía, es quizás efectiva pero dudosamente moral. Pero definitivamente, el que la diputada promueva el aborto tampoco nos permite percibir en ella una conciencia moral muy bien formada. O por lo menos, evidencia que ella no ha tenido tiempo u oportunidad de reflexionar a fondo sobre problema tan serio como es el de la vida humana.
¿Es posible comprobar que el grupo de células vivas que se desarrolla en el vientre materno a partir de la concepción no es un ser humano? La diputada Valdés afirma que sí. Yo también digo que sí, pero no concuerdo con ella en la forma de hacerlo. Hay una forma objetiva, racional y científicamente válida. Y otra que no tiene a su favor ningún mérito, ni puede evidentemente llegar a ninguna conclusión válida al respecto.
La primera de ellas sería la más sencilla, pues se basa en la biología y la ciencia médica. Consiste en detectar que ese grupo de células dejó de desarrollarse, que murió. Certificar médicamente la muerte de alguien es la forma más clara y reconocida de constatar la ausencia de vida humana, y por ende, de la existencia de una persona humana. En cuanto el ser que empezó a existir en su forma de cigoto y que se hospeda en el vientre de su madre deja de poder hacerlo porque algo le causó la muerte, la persona humana que ese ser es deja de existir. Esa es la forma más expedita y segura de probar que no existe un ser humano. Y tiene a su favor la ciencia. Y se puede aplicar a cualquier persona en cualquier etapa de su vida.
La segunda forma es la que afirma que mientras no haya actividad cerebral, antes de la semana número doce de gestación, ese crecimiento celular, o ese tejido vivo, no es un ser humano. El argumento se basa, así, en la decisión tomada por alguien para determinar, según su criterio, cuándo empieza la vida humana. El criterio es puramente funcional; no sustentado por la naturaleza. Del mismo modo que alguien decide que la actividad cerebral es criterio de vida humana, alguien más puede decidir que ese criterio debe ubicarse en la aparición del habla, de la capacidad de realizar operaciones matemáticas, de mantenerse erguido, de aprender idiomas extranjeros, o qué sé yo. Todas esas funciones son exclusivas de los seres humanos y todas pueden certificar la presencia de verdadera vida humana, y de la existencia de una persona humana. La consecuencia, a su vez, de decidir el inicio de la vida humana basándose en la presencia o ausencia de alguna de esas señales de humanidad es clara: infinidad de personas estarían en peligro de ser borradas de la lista de seres humanos. Cualquier niño que manifestara un retraso en empezar a hablar, o cualquier anciano que cayera presa del Alzheimer podría ser considerado como no humano.
Por otra parte, ¿existe poder o autoridad alguna en el mundo que permita que alguien fije fechas para el inicio de la vida? ¿Quién otorga ese poder o delega esa autoridad? ¿Posee alguien el poder de decidir el curso de la naturaleza? ¿No es la naturaleza algo anterior a cualquier ley o decisión humana?
Y si no bastara considerar que es una arrogancia enorme, e injustificada, de parte del ser humano adjudicarse el poder de fijar la fecha de inicio de la vida, basta pensar que el proceso de desarrollo del ser que empieza a vivir en el momento de la fecundación y que deja de hacerlo en el momento en que muere sólo es posible si ese ser posee las potencialidades propias del ser humano para ir pasando de etapa en etapa. El que el paso de una etapa a la siguiente presente diferencias físicas y psicológicas en el ser que se desarrolla es porque así lo ha diseñado la naturaleza, la cual hace de ese ser un ser humano. No hay una etapa en que ese ser no sea humano y otra en que ya sea ser humano. El ser –cualquier ser– es lo que es desde que empieza a existir. Si no fuera así, ni siquiera existiría. Si, como afirma la legisladora potosina, antes de las doce semanas la criatura que vive en el seno materno no es ser humano, entonces ella debe explicar qué es. Si no es un ser humano, entonces sólo puede ser un mineral, una planta o un animal. En cualquiera de esos casos, es imposible que algo deje de ser piedra para convertirse en animal, o en una planta, o en un ser humano.
No contenta con haber “demostrado” del modo citado la no existencia de vida humana antes de la semana doce del embarazo, la legisladora estableció que, dada la urgencia de proteger a tantas mujeres, el asunto de la legalización del aborto no es un problema moral. O sea, en casos de urgencia, no hay que preocuparse de si las medidas que se adopten sean buenas moralmente o no. ¿A quién le importa si se comete un crimen para salvar la vida de una mujer? O, quizás lo que quiso decir la Diputada Valdés es que si se trata de salvar las vidas de las mujeres, desaparece la diferencia entre mal y bien. En cualquier caso, es algo muy grave que una legisladora, elegida para normar la vida ciudadana de tal modo que en todo prive el bien sobre el mal, esté convencida de que hay acciones humanas, libres y conscientes, que no sean objeto de valoración moral.
Por último, el “problema de salud” que es el aborto clandestino y sus secuelas no se va a resolver permitiendo a las mujeres que maten a sus hijos. Lo mismo se pierden vidas humanas en los abortorios clandestinos que en los permitidos por la ley. La solución consiste en educar a la población en la naturaleza de la sexualidad, en la dignidad humana y en el respeto que esta merece. La presunción de estar abogando por los derechos de la mujer al abogar por la legalización del aborto olvida el derecho de las mujeres que van a morir en el vientre de sus madres.
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