Te invito a leer unas reflexiones sobre este tema.
Mario Vargas Llosa acuñó una frase para describir la fisonomía de México durante las décadas que siguieron a la Revolución: “la dictadura perfecta”.
Desde sus inicios como nación independiente hasta el fin del Porfiriato, México había sido terreno propicio para la aparición de varios modelos de dictaduras. De hecho el Porfiriato fue la última dictadura prerrevolucionaria y, a juzgar por su longevidad, también había sido la mejor construida y manejada de todas las que hasta ese momento habían gobernado el país. Pero el PRI logró superar con mucho todo lo que Don Porfirio había logrado en ese renglón. La mezcla inteligente lograda por el PRI en materia de concentración de poder, de lealtades bien recompensadas, de corrupción bien disfrazada, de desarrollo económico garantizado para elites amigas, de sindicalismo venal y de paternalismo asistencialista mejoró cualquier presunción que en materia de dictadura hubieran tenido los anteriores sistemas políticos mexicanos. Setenta años ininterrumpidos de gobiernos priistas testifican de la perfección de esa dictadura. No hace falta gran inteligencia para comprender que la mayor fortaleza de ese sistema tan avanzado de dictadura, tan dócilmente aceptado por toda la población durante tantos años, fue la centralidad de la figura presidencial en torno a la cual los demás poderes tenían únicamente un papel ancilar. El PRI se encargaba de que esta situación marchara sin sobresaltos a base de copar “pacífica y legalmente” todos los resquicios por los que se pudiera colar la oposición. Las curules del Congreso de la Unión y de los congresos locales estaban todas en poder de los favorecidos del PRI. Las sedes de los ministros de la SCJN y del poder judicial de las entidades federativas también eran un premio a la lealtad priísta. Además, el PRI logró que durante setenta años el pueblo creyera firmemente que estaba siendo gobernado democráticamente. Dictadura perfecta.
Cualquier parecido de esa dictadura con la nueva realidad política que México va a experimentar a partir del 1 de diciembre ¿será pura coincidencia? Todo parece indicar que el Presidente volverá a asumir su rol de centro único del acontecer político nacional. La figura del Peje como punto obligado de toda referencia gubernamental está siendo difundida de tal forma que hasta pareciera que ya despacha él en Palacio Nacional en vez de Peña Nieto. Hasta este momento, Morena no tiene el cien por ciento de las curules ni las gubernaturas, pero si las votaciones del primero de julio son una señal, y si las cosas siguen como parece que van a seguir, o sea, repitiendo el modus operandi del PRI, no tardaremos mucho en tener otra dictadura.
Quedarían dos preguntas por resolver.
La primera: ¿será la dictadura de Morena tan perfecta y longeva como la del PRI? Y la segunda: ¿la oposición política nacional -que siempre ha existido, aún en los momentos más perfectos de la dictadura priísta- logrará esta vez por fin convertirse en una fuerza auténticamente nacional, solidaria, unida, capaz de evitar que la dictadura morenista alcance o supere la perfección alcanzada por el PRI?
Las dos preguntas, y obviamente sus respuestas, están en proporción directa la una de la otra . En la medida en que la oposición se configure como tal, fundándose en principios doctrinales y morales que privilegien el Bien Común, el valor de la persona y la primacía del derecho; en la medida que consiga sacar al ciudadano de sus zonas de confort individual para vivir personalmente los valores básicos de la verdadera democracia y desgastarse públicamente en la exigencia de mejores condiciones socioeconómicas, de respeto a los derechos humanos, de verdadera educación, de transparencia y aplicación estricta de la justicia, en esa misma medida decrecerá la posibilidad de que la nueva dictadura se perfeccione.
¿Será mucho pedir que así suceda?
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com