El gobierno de la 4T no ha hecho otra cosa hasta el día de hoy que darnos pan y circo: rifas, repartición de dinero, las mañaneras, etc.
Es universalmente famoso el adagio: “Al pueblo: pan y circo”, el cual comúnmente se utiliza para describir una de las tácticas favoritas de los gobernantes de corte dictatorial o populista para el control ciudadano. Dicha estrategia, y el adagio que la expresa, se utilizaban ya desde muy antiguo, como consta en un verso del famoso poeta latino del siglo II, Juvenal. Es fácil adivinar qué motiva a un dictador a adoptar ese adagio como fundamento ideológico de su labor gubernamental. Lo que mueve a un individuo a hacerse del poder de un pueblo es la oportunidad de convertirse en dueño y señor de este último, con todos los beneficios personales que eso conlleva: poder y más poder, dinero y más dinero. Evidentemente, el hacerse de un poder gubernamental tal que garantice el logro de tal propósito forzosamente exige una cosa: subyugar a los pobladores para que estos obedezcan al dictador y acepten cederle sus derechos y propiedades. Esto se puede lograr expeditamente, a la mala, acudiendo, por ejemplo, a la triple opción que dicen que brindaba un célebre dictador mexicano a los ciudadanos rejegos: “Encierro, destierro o entierro”. Mas igualmente se puede lograr ese mismo objetivo de modo menos atemorizante. Basta usar la psicología. Se puede arrebatar al pueblo su soberanía y su dinero sin que éste se dé cuenta; sin dolor… y sin protestas ni quejas ¿Cómo? ¿Se acuerdan de uno de los consejos que le daba el diablo veterano a su sobrino, novato en eso de llevarse las almas al infierno, en “Cartas del Diablo a su sobrino”, de C. S. Lewis? Dado que obviamente nadie aceptaría una invitación, directa y franca, a irse al infierno, a las posibles víctimas hay que convencerlas de que hay opciones mejores que el cielo; opciones que, además, garantizan satisfacción inmediata. Basta darle a la víctima -el ciudadano- pan y entretenerlo en tonterías. Eso sí, todo en su justa medida. Muy poco pan y escasa diversión provocan quejas y el dictador termina recurriendo a la violencia; demasiado pan o demasiado circo pueden conducir al hartazgo, y a la larga, a la violencia.
El gurú de la CuatroT sabe muy bien lo anterior, y es un experto en el uso práctico del adagio de marras. Su gobierno no ha hecho otra cosa hasta el día de hoy que darnos pan y circo: rifas, repartición de dinero, las mañaneras, etc. El último evento circense programado por el “aspiracionista” a dictador mexicano omnipotente es la consulta popular para decidir si se somete a juicio a sus antecesores aún vivos. El anuncio de este evento ha dejado a millones de mexicanos estupefactos, por lo absurdo de la misma; y seguramente ya en todos los gobiernos y la prensa del resto del mundo el gobierno de México estará siendo causa, una vez más, de sonoras burlas y carcajadas. ¿En qué cabeza cabe que sea la mayoría de votos lo que decida si se ha de someter a juicio a alguien sobre quien pesa una denuncia penal? ¿Desde cuándo la aplicación de la justicia y la ley deben ser sometidas a votación? Si roban mi casa, ¿debo someter a consulta de mis vecinos si acudo o no al ministerio público a denunciar el crimen? También los mexicanos deberíamos reírnos de semejante absurdo si no es porque se trata de un asunto que compromete la vida institucional y democrática de la nación.
AMLO afirma que él no inicia los trámites legales para que se juzgue a los expresidentes porque a él le parece que eso constituye una especie de venganza o cacería de brujas; porque no concuerda con su carácter misericordioso. En realidad, si el actual presidente se dedicara a cumplir cabalmente su función, en vez de organizar rifas y despilfarrar el dinero de la nación, debería haber estado tronándoles los dedos a su gente de la procuraduría para que iniciara los trámites judiciales correspondientes desde que tomó posesión. Es su obligación con respecto al crimen. Si existe una denuncia en contra de una persona por un supuesto delito, es labor de la autoridad, empezando por el presidente, hacer lo que manda la ley para que se juzgue al acusado. No se le pregunta a la ciudadanía si hay que obrar de acuerdo a la ley. La “consulta” es un mero acto circense para entretener al populacho.
Hay varias preguntas sobre la dichosa consulta: ¿Existe alguna denuncia formal contra los expresidentes? Si es así, ¿por qué no se les ha sometido a juicio? El presidente actual y su instancia de justicia deberían haberlo hecho hace muchos meses; son culpables de omisión. Ahora bien, si no es así, entonces esta “consulta” constituye, en realidad, una condenación de culpabilidad anticipada en contra de los expresidentes. Es una invitación a fabricar denuncias malévolas. El presidente menciona algunas causales, pero entonces, si ya ha definido el crimen de los expresidentes ¿por qué no ha presentado las denuncias correspondientes? Otra pregunta: ¿Por qué aceptó la SCJN dictaminar sobre la constitucionalidad de una iniciativa presidencial que es a todas luces una burrada? La inteligencia y criterio de los magistrados quedaron en entredicho. Deberían haber desdeñado y tirado a la basura tal esperpento. Por último, ¿tiene efectos vinculantes el resultado de la consulta, aunque no haya denuncias en contra de los expresidentes? ¿La consulta va a decidir de qué acusarlos?
Lo más triste de esta historia es saber que el poeta Juvenal no escribió lo que escribió sobre el pan y el circo como crítica a los malos gobernantes, sino al pueblo que tanto se había desinteresado del acontecer político de su patria que se contentaba con que los dictadores les repartieran pan y les organizaran espectáculos de circo. Pareciera que el poeta tenía en mente a naciones como la nuestra. Su crítica refleja la realidad política mexicana actual. Si no solamente el 50% sino el 80% o 90%, o el 100%, de los ciudadanos hubiera votado en las pasadas elecciones MORENA ya no fuera más que un recuerdo amargo en la historia mexicana. Pero los abstencionistas prefirieron el pan y el circo.
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