Votar por México

Si los partidos esperan resultados diferentes haciendo lo mismo, está en la ciudadanía tomar decisiones diferentes para generar una historia distinta.


Democracia vigente 


De acuerdo con un viejo axioma, si se hace siempre lo mismo, no hay razón para esperar resultados diferentes. La reciente historia política de México certifica la validez de esa proposición: la cifra de los votantes ausentes en las diversas elecciones suele superar el total de quienes sí sufragan.

Así, el hartazgo de quienes han sufrido en carne propia malos gobiernos, corrupción, engaño, manipulación, saqueo de las arcas nacionales, nepotismo, compadrazgo y otros fenómenos igualmente abominables, lejos de ser remediado, se acrecienta cada vez, lo cual parece interesar muy poco a la mayoría de los políticos.

La más reciente muestra de esa falta de interés es la lista de nombres de candidatos de la oposición coaligada, dados a conocer hace unos días. En ellas aparecen los mismos nombres de siempre. Cartuchos quemados, políticos desprestigiados o demasiado vistos, cuya posibilidad de atraer votos de manera importante es nula o casi nula.

Es como si, lejos de mirar hacia el frente, los líderes y dirigentes de los partidos políticos le apostaran al pasado. A hacer y presentar lo mismo de siempre con la esperanza de obtener, esta vez, resultados diferentes.

Sin embargo, los ciudadanos responsables estamos obligados a subsanar esa miopía política con una acción efectiva, una participación activa para equilibrar las fuerzas en la cúpula del poder y evitar la concentración de todas las decisiones en una sola charola de la balanza.

La abstención en las elecciones de junio próximo –estamos a menos de 4 meses– nos impedirá dar vigencia a nuestra democracia y fortalecerá la operación de un poder arbitrario, autocrático y sin contrapeso alguno.

Sí, a jugar por los indicios, los partidos políticos repetirán la fórmula consistente en no mirar a las bases ni las estrategias, sino colocar a quienes desean ver en los puestos públicos. Sí, mucha gente se sentirá seducida por el divisionismo impulsado desde las altas esferas de gobierno. Pero solo cada votante en particular es dueño de la decisión de participar o no en los comicios.

Si los partidos esperan resultados diferentes haciendo lo mismo, está en la ciudadanía tomar decisiones diferentes para generar una historia distinta. Por eso, salir a votar en las elecciones de junio es, sí, un derecho, pero también una obligación.

Una obligación cívica de impulsar la verdadera democracia.

Una obligación política de dar equilibrio al ejercicio del poder.

Una obligación social de hacer algo por México y por los mexicanos.

Y una obligación moral de subsanar los errores cometidos por quienes integran las listas de candidatos de la oposición, aunque los candidatos no nos simpaticen o nos simpaticen poco.

Tenemos la obligación de votar y de votar contra el monopolio del poder, de votar por la coalición opositora con una convicción: un voto por la oposición unida es un voto por México.

De eso se trata este 6 de junio: de salir a votar y de votar de manera inteligente. Se trata de votar por México.

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*Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad del autor

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