Los recientes acontecimientos desde la llegada del presidente Trump a la Casa Blanca han puesto de cabeza a gran parte de los gobiernos del planeta. Como estaba pronosticado y dada la experiencia previa durante su anterior mandato, más las nuevas circunstancias en las que llega al poder, contra todo pronóstico y aparente “sentido común”, Trump ejerce el poder como lo estamos viendo. Ser el presidente del país más poderoso del planeta te convierte también en el ser más poderoso del planeta. Trump lo sabe y lo ejerce.
La relación con México no es la excepción. Como si fuera un “copy-paste” de su anterior mandato, lo primero que hizo fue exigir lo que para él y para la mayoría de los norteamericanos resulta de mayor importancia en la relación con nuestro país: el trasiego de inmigrantes y de droga, particularmente el fentanilo que tanto daño hace a las personas. El método negociador de Trump no es un secreto; hasta en su libro “El Arte de la Negociación” lo plantea. Aunque resalta aprovechar las oportunidades y ser flexible, también pone en la mesa un argumento de poder de alto impacto -aparente pero realista- hacia la contraparte. Con esto, Trump pone en la mesa su herramienta favorita: los aranceles.
Esta narrativa, sumada a una oleada de declaraciones “bully” contra los inmigrantes, entre ellos los mexicanos, incluye la palabra favorita de Trump que se vuelve también en su geopolítica global: los aranceles. De esta forma, llegamos a la amenaza de aranceles a México si no se cumple con sus requerimientos, siendo estos muy subjetivos. Nos hace preguntarnos: ¿de verdad con 10 mil soldados vamos a cumplir las expectativas del presidente norteamericano? ¿Es esta la forma de detener el flujo de inmigrantes y el trasiego de fentanilo? Si la respuesta es sí, ya no tendremos más de qué preocuparnos porque ya hay 10 mil soldados.
Todo lo anterior es una burla mediática que ambos presidentes, la de México y el de Estados Unidos, están aprovechando para mantener viva su militancia y distraer de los temas trascendentes que aquejan al país. Contamos con información de buena fuente, que tampoco tiene nada de extraño, que hay dos niveles en las negociaciones con nuestro vecino país: el mediático, del que hemos estado hablando, y el de “segundo piso”, en el que se menciona evidentemente a Marcelo Ebrard y, por ahí, incluso a un asesor incómodo para este segundo piso de la 4ta transformación, Luis Videgaray. Esperemos que haya mucha inteligencia en esta negociación y que llegue a buen puerto en favor del desarrollo empresarial y la creación de empleos, tema que nos dará para desarrollar en otra editorial.
Finalmente, llegamos al tema central: la presidenta llama a la unidad. Desde el CEE le organizan un evento en el que todas las organizaciones empresariales están presentes y ella hace un emocionante llamado a la unidad.
Efectivamente, tres puntos queremos dejar para la reflexión: primero un llamado a la unidad en torno a la presidenta, porque eso fue lo que vimos, eso fue lo que el gobierno dejó ver con una narrativa impecable donde el empresariado aplaudió durante casi un minuto, con reloj en mano. Segundo, la unidad en torno a México no implica, como ella misma lo advirtió en su discurso frente a los empresarios, que estén de acuerdo todos los mexicanos. Hay muchos temas que le duelen a este país: un sector sumido en la pobreza extrema que crece y al cual no le llegan los programas sociales, y un sector salud que está en su peor momento. Tercero, ante la incertidumbre generada por los cambios constitucionales que obedecen a la creación de un andamiaje de economía centralmente planificada, a la que el expresidente Zedillo llamó el inicio de una tiranía.
Efectivamente, cuando a este régimen se le ha pedido moderar, no ha cedido lo más mínimo para avanzar en la destrucción de la democracia. Hoy se llama a la unidad hacia una presidenta que, junto con su partido, tendrá el control de los tres poderes del estado.
Se dicen humanistas y aseveran que con esto a los mexicanos les irá mejor. Medido en popularidad, así pareciera que es la percepción de la mayoría. No quisiéramos juzgar las acciones de la presidenta como perversas; vamos a pensar que lo hace porque, desde su punto de vista ideológico, es lo correcto.
Hay una realidad que ojalá nunca veamos en el futuro: a un presidente o a una presidenta que, con todo ese poder y el control del gobierno y el estado, obliguen a todo mexicano y mexicana a estar UNIDOS ANTE LA IDEOLOGIA DE LA 4T.
Te puede interesar: El Jubileo de la Comunicación
@yoinfluyo
Facebook: Yo Influyo