En estos tiempos de incertidumbre, el liderazgo de la Iglesia católica sigue siendo vigente y es muy positivo que nuevamente adopte un papel activo de interlocución entre el gobierno y la sociedad.
El fin de semana comenzó en México Jornada de Oración por la Paz, la cual tiene un profundo significado en diversos niveles, tanto para los millones de mexicanos que son católicos como para muchos que sin serlo encontrarán en el mensaje razones para apoyarla y, por supuesto, tiene un matiz político que no puede soslayarse. Fue llamada por la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.
Nominalmente el país sigue contando con una mayoría católica, aunque los que se etiquetan coloquialmente como “practicantes” son una proporción menor. Sin embargo, no se puede subestimar la presencia del catolicismo en la cultura nacional, el ejemplo más cercano viene del nombre del partido en el poder que si bien alude al color de la tez característico de los mexicanos; también se buscó anclar en la Morenita del Tepeyac como también se le llama a la Virgen de Guadalupe.
El partido fue registrado formalmente ante el INE un 12 de diciembre y hace semanas Claudia Sheinbaum utilizó una falda con una imagen de la Guadalupana. Fue criticada porque si en el caso del titular del Ejecutivo manejó ambiguamente su pertenencia formal a la Iglesia católica —revelándose finalmente que evangélico—, en el caso de la jefa se sabe que es judía y se trata de un uso descarado del simbolismo guadalupano.
También es un hecho que ya en el ejercicio del poder, el titular del Ejecutivo ha ido enfriando no sólo el uso de los símbolos claramente católicos; sino que ha cedido en la contención inicial que se dio en temas legislativos —que no deberían ser considerados exclusivamente católicos, pero que tienen ese matiz—, como el caso del aborto el cual se ha aprobado localmente en varios estados más y se ha facilitado enormemente gracias al impulso y operación del ministro Arturo Zaldívar. Con lo cual, los muchos grupos proabortistas se salen con la suya y el titular del Ejecutivo, se podrá suponer, duerme tranquilo pues no se ha involucrado, según él, directamente.
El distanciamiento ha ido creciendo las últimas semanas con el evento que desencadenó la formalización de la Jornada de Oración por la Paz: el asesinato de dos sacerdotes jesuitas que protegían a un guía de turistas local, cuyo “crimen” según se ha sabido con las investigaciones fue avisar a los capos de la zona que estaba con un grupo de turistas, que si podían “guardar las formas” y eso tan insignificante parece que desató la ira y acabó con tres vidas. Los dos sacerdotes se sumaron a los 22 más que han perdido la vida por la violencia en la última década.
Fiel a su estilo en la semana anterior a la formalización del llamado a la Jornada de Oración por la Paz, el titular del Ejecutivo lanzó su clásico “y en el pasado ¿cuándo los obispos se habían preocupado por la paz?”. La respuesta de parte de la Iglesia no se hizo esperar, con un video donde muestran los más de cien llamados públicos en documentos que se han hecho desde 1968.
Lo que más parece enojado al titular del Ejecutivo fue que se reprobara su estrategia “abrazos no balazos”, argumentando que si se trataba de abogar por “matarlos en caliente”. La respuesta también fue puntual, y señaló una de las omisiones más frecuentes en este sexenio, se pide actuar para llevar a la justicia a los criminales y acabar con la impunidad, ya que en la medida en que no hay consecuencias terrenales es en la medida en la que el Estado pierde la batalla en ese terreno.
El llamado de la Jornada de Oración por la Paz se centra en primer lugar en la oración —algunos han descalificado por ilusa esa actitud—, quienes estamos convencidos del poder de la oración y de la presencia de Dios en la historia lo vemos como una parte indispensable de la jornada y que dará frutos. Se incluye asimismo la petición de que el 31 de julio se ofrezcan las misas del día por la conversión de los victimarios, es decir, es genuinamente acorde con el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo. Pero no se queda ahí, reconoce que este camino para lograr la paz requiere de también del trabajo de los mexicanos en conjunto: “Nuestra apuesta es por el diálogo social para construir un camino de justicia y reconciliación que nos lleve a la paz. Queremos abrir horizontes de diálogo para construir la paz. Estamos delante de un problema complejo que necesita de todos y todas para atenderlo desde la raíz…”.
En estos tiempos de incertidumbre, el liderazgo de la Iglesia católica sigue siendo vigente y es muy positivo que nuevamente adopte un papel activo de interlocución entre el gobierno y la sociedad. Es una buena noticia que tanto católicos como gente de buena voluntad encontremos en la Iglesia una guía que nos recuerde que la construcción de la paz sí es responsabilidad conjunta y que exigir al gobierno que actúe, ya que asegurar la justicia y combatir la impunidad es parte de esa responsabilidad. Nunca mejor dicho: Esperemos en Dios, que esta Jornada de Oración por la Paz traiga frutos pronto.
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