El segundo periodo de Donald Trump ha comenzado y su discurso inaugural que invoca nacimiento de la edad de oro para Estados Unidos —históricamente la Edad de Oro se vivió a finales del siglo XIX e implicó el nacimiento de las grandes fortunas petroleras y ferrocarrileras— dejó clara la ruta que tomará, la cual no es muy diferente de lo que había venido declarando en su campaña y el periodo entre la elección y la toma de posesión. Si bien se puede considerar que parte de su esencia es poner muy altas las exigencias para de ahí negociar, también es cierto que habrá diferencias severas respecto a los años de Biden y también respecto a la primera presidencia; por ello la escasa preparación para lo que pueda derivar.
Las dos primeras propuestas de Trump en su discurso atañen directamente a México. La primera fue anunciar la declaratoria de emergencia en la frontera para evitar el paso de cualquier indocumentado, y va de la mano con reavivar la operación “Quédate en México” que tuvo lugar durante su primera presidencia. En la práctica, mientras ocurría el discurso quedó inoperante la App que permitía a los migrantes adelantar audiencias para solicitar asilo y se cancelaron las citas ya programadas. Esos migrantes en su mayoría no son mexicanos sino de una variedad enorme de nacionalidades, los cuales a su vez están en diversas calidades migratorias respecto a las leyes de México.
No hubo abierta mención a las temidas redadas masivas —que por practicidad lo más seguro es que nunca tenga lugar en la escala anunciada— por lo que lo anunciado como medidas por el gobierno mexicanos queda corto. Es que por la mañana, antes de la toma de posesión, en la conferencia diaria la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez anunció el programa “México te abraza” que consiste en que recibir a los posibles deportados con una tarjeta con dos mil pesos (para que lleguen a sus lugares de origen), acceso a programas sociales e incorporarlos al IMSS (sin aclarar quién pagará las cuotas obrero-patronales y dejando en evidencia que para este gobierno el Instituto no es tripartita sino su coto de poder).
A todas luces, las medidas del lado mexicano son muy cortas, mal planteadas y con el sello populista ineficaz de la casa; pero más aún dejan sin resolver el problema real que serán las ciudades fronterizas que sentirán la presión creciente de recibir y mantener esos flujos que toparán ahí porque por lo menos el mismo lunes una caravana migrante se aprestó a salir desde Tapachula rumbo al norte desafiando el discurso trumpista. El Instituto Nacional de Migración que debería estar encabezando los esfuerzos resulta que no tiene titular, o más bien, aunque desde el 8 de octubre el Ejecutivo nombró a Sergio Salomón Céspedes, no se ha hecho formalmente le relevo y el INM sigue encabezado por Francisco Garduño nombrado por López, y cuya gestión ha sido cuestionada especialmente con el incendio de las instalaciones en Ciudad Juárez donde murieron migrantes.
En el segundo anuncio de Trump fue que se declarará a los cárteles como “organizaciones terroristas” por lo que Estados Unidos se “autoriza a sí mismo” atacar con todas las medidas que considere pertinentes a los criminales estén donde estén. Si bien, el uso de “organizaciones terroristas” no se plantea en términos de enfrentamiento contra México porque se deja un margen para separar al gobierno/país de la responsabilidad en esas acciones, del lado mexicano la respuesta es más bien patriotera por parte de los miembros del partido en el poder y un tanto ambigua entre opositores que ven en ello una oportunidad de “justicia”.
Si bien habrá que ver cuál es la concreción real tanto de esos dos primeros anuncios, como de los demás del discurso, también es importante tener muy en la mira al vicepresidente JD Vance porque es una personalidad carismática y porque estos cuatro años son los preliminares de su campaña para 2028.
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