La contundencia del triunfo de Morena en las elecciones ha dejado a muchos ciudadanos que no apoyaban la continuidad con una sensación de desamparo y confusión que resultan entendibles, sobre todo, porque sigue sin estar clara cuál será la verdadera personalidad, convicciones y estilo personal de gobernar de la virtual ganadora de la elección, y disminución de la esperanza de que el Tribunal Electoral actúe bajo un criterio que permita evitar la sobrerrepresentación de Morena y sus aliados es bastante débil. Por todo ello, lo único que sí tenemos claro es que estamos viviendo tiempos de cambios y no hay claridad de si lo que se viene realmente será tan terrible como se teme o si habrá mayores oportunidades que hoy no se ven en el horizonte.
En muchos esto ha favorecido pensamientos negativos de que no vale la pena ya hacer nada, que el esfuerzo hecho fue inútil y que los mexicanos que votaron por esa opción no merecen ninguna consideración. Estas actitudes quizá son entendibles como reacción inmediata ante la pérdida, pero no pueden convertirse en una forma de pensar permanente ni en la guía de las acciones sociales y personales porque eso nos aleja de los valores más elevados y de las propuestas de la doctrina de la Iglesia. Y justamente como antídoto a esas actitudes negativas debemos referirnos a los principios que rectores de la convivencia social y la brújula en asuntos políticos: el Bien Común, la Solidaridad y la Subsidiariedad.
El Bien Común es de esos términos que al enunciarse pueden sonar muy claros, pero que no lo son. Se suele creer que el “bien común” es simplemente apoyar aquello que me hace bien a mí y a los demás; pero además de que eso no ocurre, el Bien Común como principio, según se define en Gaudium et Spes es el “conjunto de condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más fácilmente su propia perfección”. Ese principio es el que debe motivar a los ciudadanos a no cejar en exigir la creación de condiciones de seguridad, de desarrollo económico, de educación, etc. que permitan ese crecimiento en conjunto. Asimismo, debemos recordar que es cierto que el Bien Común es una meta colectiva donde las autoridades tienen un liderazgo importante, de ahí la exigencia, pero que todos los miembros de la sociedad tenemos nuestra parte para lograrlo. Pero también de hacer un examen de conciencia que nos permita determinar si estamos teniendo comportamientos injustos con colaboradores si se está al frente de una empresa, o con las personas de servicio o incluso con aquellos con los que se comercia o se les contrata para alguna reparación.
Esas acciones en búsqueda del Bien Común sin duda van muy de la mano del principio de solidaridad, el cual implica la ayuda entre iguales, es decir, entre miembros de la misma sociedad no sólo ante eventos catastróficos, sino que debemos buscar formas de apoyar a quienes lo necesitan de manera más puntual y organizada. Esto no sólo es muestra del ejercicio de la solidaridad, sino que nos hará cercanos y sensibles a las realidades difíciles que viven cientos de nuestros compatriotas que de otra manera nos pasan desapercibidas. A pesar de las voces que claman lo contrario, llamando a castigar a los sectores más desprotegidos, es justo acudiendo en su ayuda que el cambio verdadero encontrará su camino y su tiempo.
Es probable que el principio de subsidiariedad que promueve que el que tiene mayor autoridad o poder ayude al que lo requiere sólo por el tiempo que lo requiera estén lejos de las acciones de los ciudadanos esté lejos de las esferas de acción de los ciudadanos. Sin embargo, es muy importante continuar hablando de este principio especialmente a la luz de una política asistencialista que busca contrario. Es decir, los programas sociales deberían ser tan efectivos que logren que la gente los deje de necesitar y no lo que está sucediendo que es lograr que la gente dependa de ellos. Es vital no dejar de comunicar este mensaje porque es justo la perversión de la idea de subsidiariedad es la base del populismo que estamos viviendo, aunque poco se hable de ello.
Así, los tiempos de cambio y de incertidumbre que estamos enfrentando, se podrán transitar de una manera más positiva, activa y esperanzadora si nos aferramos a vivir y promover los principios de Bien Común, Solidaridad y Subsidiariedad en todas las formas posibles.
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