Este sexenio sí está destinado a pasar a la historia, aunque las razones para que ocurra esto no serán las que se propuso el actual titular del Ejecutivo, sino que la ciudadanía apostó a tener un papel protagónico en la política mexicana, lo que, si todo sale conforme a sus deseos, tendrá no sólo el efecto de haber consolidado a México con una democracia donde se vive plenamente la alternancia política, pero más importante aterrizará en un cambio en el actual sistema de partidos.
Al inicio de este sexenio, había la sensación entre muchos de que el periodo presidencial se extendería mucho más allá de los seis años, por la experiencia de gobiernos encabezados por populistas en otros países. Sin embargo, hoy es claro que esto no sucederá así y que el 30 de septiembre tendrá lugar un cambio de titular del Ejecutivo, y por tanto, este país tendrá alternancia; incluso si la presidencia la volviera a ganar Morena porque, con todo, es bajísima la posibilidad de que el Congreso quede en manos de ese partido. Hay que recalcar que la alternancia no significa necesariamente el cambio de partido en el gobierno —en 2006 la banda se pasó entre dos miembros del mismo partido—, sino que sigan existiendo las condiciones para elecciones democráticas y el funcionamiento de las instituciones.
Evidentemente, ni el gobierno federal emanado de Morena ni los legisladores de este partido y sus aliados han hecho un buen papel, las fallas son enormes, sensibles y presentes en todos los ámbitos de la vida del país. Eso, por supuesto, pesará en la campaña presidencial. Pero más importante, se han tratado de convencer incluso a ellos mismos de que Morena es un movimiento más allá de su fundador y que son un verdadero partido político, lo cierto es que las pugnas por la candidatura a la coordinación de la cuarta transformación han dejado que no se han consolidado —el cemento no cuajó, y carece de fortaleza— como una opción independiente y con vida propia, pues sólo hay una voz que importa y un dedo que decide.
No hay que ir más lejos, el titular del Ejecutivo que, fiel a hacer un espectáculo en torno a él, dice que hará una ceremonia, fuera del Palacio Nacional, en la que entregará “el bastón de mando” que ya mandó hacer a quien sea designado coordinador de la cuarta transformación. En sus declaraciones, no obstante, se nota su propia contradicción pues dice: “que el movimiento del cual surgimos, que yo lo he venido dirigiendo (…); aunque no de manera directa sino con mi ejemplo”.
Ese tipo de organización política, además, le ha dado completamente la espalda al ciudadano al que ni siquiera ven con la dignidad de un votante, porque basan su estrategia en la compra de votos. Y ese darle la espalda les valió que en 21 no le dieran la mayoría para modificar a su gusto y conveniencia la Constitución lo que hubiera supuesto la desaparición del INE. Sin el 21, la Marea Rosa no hubiera tenido éxito porque no habría habido legisladores a quienes presionar.
La sociedad que ya estaba inquieta encontró en la Marea Rosa, alentada por los cientos de organizaciones de todos los tamaños detrás —desde sencillos grupos de WA hasta otros más organizados—, una causa que hacía falta para unificarla: defender el derecho a votar.
Por ese impulso, y por pura supervivencia, los partidos políticos de oposición que apenas habían sacado la cabeza luego de la elección de 2018 comenzaron muy lentamente a mostrar signos de actividad. No fue al revés, debemos subrayar y subrayar esa realidad, fueron los ciudadanos y luego los políticos partidistas.
La dinámica de la selección de quien encabece el Frente Amplio por México se debe a los ciudadanos y se dio porque el sistema electoral actual es un sistema de partidos, las candidaturas independientes no son alternativa real. Y así como en el pasado, los ciudadanos de diferentes perfiles ideológicos con muchos años de lucha lograron la creación del Instituto Federal Electoral (hoy INE) que quitó de las manos del gobierno la realización de las elecciones para garantizar la democracia; los ciudadanos de hoy deberán presionar para legislar la participación del ciudadano común en elecciones primarias de los partidos y la ruptura del monopolio partidista en las candidaturas apuntalando las candidaturas independientes. Hay que quitar de las manos a los partidos, a todos, la designación de las candidaturas para romper el sistema de partidos como única forma de acceder al poder.
El modelo del Frente Amplio por México ha sido un primer experimento, sumamente enriquecedor para todos. La adhesión de 2 millones 297 mil 529 personas que estuvieron dispuestas a confiar sus datos personales, su foto y su credencial de elector para lograr registrase es un hecho inédito, y no se dio por los candidatos identificados plenamente con los partidos, fue por quien tuvo impulso desde la misma ciudadanía.
Los partidos lo saben, incluso, la idea detrás de la declinación final de Beatriz Paredes puede ser un intento de debilitar al mecanismo; pero que reafirma la necesidad imperiosa de modificar sustancialmente a los partidos, como se señalaba. Siempre será mucho mejor que el domingo 3 de septiembre tenga lugar una contienda con dos candidatas, porque tirar la toalla en este primer intento de democratizar la elección de candidatos no abonará en nada al Frente, y podría ser la evidencia de que el partidismo no ha entendido del todo la lección.
No podemos olvidar que en 2024, habrá una elección de Estado, es decir, una en la que el aparato gubernamental se volcará sin reserva ni pudor alguno a intervenir para asegurar que su partido conserve la presidencia y la mayor cantidad de posiciones de poder posibles. La respuesta a esto para los ciudadanos es volcarse a la promoción del voto y la derrota del abstencionismo, empujando al Frente Amplio por México en todas las formas posibles, no porque se le considere el modelo perfecto o no se le vean todos los defectos o no se quieran castigar los golpes bajos; pero porque es el único camino abierto que tiene alguna posibilidad de éxito, incluso para que un Frente Amplio por México nunca más sea necesario. Hagamos que la voz cantante siga siendo la ciudadana.
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