Si se piensa en el país como un proyecto a largo plazo y no bajo el limitado esquema de un sexenio, el tema educativo resulta central porque los resultados en esta materia no son sólo a corto plazo, sino a mediano y largo, así que el nombramiento de quien encabezaría la Secretaría de Educación Pública suscitó algunas esperanzas en algunos. Sin embargo, el nombramiento de Mario Delgado por parte de Claudia Sheinbaum como titular de la SEP se ha traducido en un claro mensaje: la educación es un botín político en el que el futuro de los menores pasa a segundo plano.
El nombramiento de presidente de partido en el poder como titular de Educación ocurrió en dos ocasiones durante la hegemonía priista. Primero cuando en un movimiento igual al actual, Porfirio Muñoz Ledo acabó su presidencia en el PRI para integrarse al gabinete de José López Portillo en 1976 y permaneció ahí sólo unos cuantos meses. Unos años después en el gobierno de Miguel de la Madrid, Jesús Reyes Heroles ocupó esta cartera, aunque había sido presidente del PRI justo antes de Muñoz Ledo.
Estos dos ejemplos, asimismo sirven para mostrar que en general han estado al frente de la secretaría más personajes con perfiles inclinadamente políticos, y no formados en el área propiamente educativa. Lo cual, cabe señalar, tampoco es garantía de que la SEP esté en mejores manos si le encomienda a personas con antecedente en la docencia como ocurrió en este sexenio en el que estuvo Delfina Gómez y fue sucedida por Leticia Ramírez.
En ambos casos, no sólo mostraron lejanía, desconocimiento y desconexión con las realidades del aula, más con los problemas agravados por la pandemia, sino que fueron opacadas por figuras en teoría de segundo nivel como Marx Arriaga que ni siquiera es subsecretario sino director de Materiales Educativos, pero quien instrumentó la llamada Nueva Escuela Mexicana el año pasado. Además de saltarse la reglamentación que exigía presentar primero planes y programas a ser aprobados antes que los libros de texto, pasó por encima de acuerdos con padres de familia y con el mismo magisterio, y se hicieron libros de texto para todos los grados educativos siendo que se harían sólo para los primeros grados de cada etapa.
Estamos por terminar el primer ciclo escolar con estos libros que desde el inicio mostraron claras intenciones de imposición ideológica; proponiendo además un modelo didáctico que se quiso presentar como innovador al basarse en proyectos y no en materias; pero que en la ejecución diluye la adquisición y el refuerzo de competencias básicas como el razonamiento lógico-matemático, las habilidades verbales escritas y orales, la comprensión lectora, entre otras. A la vez que los conocimientos científicos se presentan con el mismo valor que conocimientos empíricos bajo el pretexto ser “tradicionales”, como la herbolaría en la curación de enfermedades.
Hasta el momento no se ha sabido que la SEP haya planteado una evaluación de la experiencia de este año educativo o que si la hará la piense hacer pública. Pero casi cualquiera que se acerque a los profesores o a los padres de familia puede saber las aulas donde se adoptó por completo la Nueva Escuela Mexicana fueron poquísimas. Tanto porque, por fortuna, el modelo dejaba cierta libertad de acción a los docentes, como porque la mayoría buscó continuar con estrategias didácticas que saben que funcionan para el aprendizaje de matemáticas, por ejemplo. Echaron mano de los muchos materiales, e incluso de libros, de cursos anteriores. Sin embargo, esa misma atomización de la enseñanza no necesariamente es buena noticia porque conllevaría una enorme disparidad en las habilidades y competencias que se esperaría que la mayoría del alumnado logre desarrollar.
Por otra parte, los materiales de la Nueva Escuela Mexicana dan la espalda a la necesidad de formar a los estudiantes en las habilidades tecnológicas que hoy crecen cada día más rápido, al grado que cuando se adivina que se redactaron los libros de texto, la Inteligencia Artificial no era parte de la realidad con la fuerza y presencia que tiene hoy en día. Este avance que tiene y tendrá impactos significativos en el campo laboral a corto plazo —la educación si bien es formar personas autónomas, también se encamina a la formación de habilidades para el trabajo— no existe en la educación mexicana.
En sus primeras palabras luego del anuncio, Delgado dijo que se continuaría con este modelo sin cuestionar ni anunciar ninguna revisión al mismo; en cambio, el resto de su discurso se centró en los motivos político-electorales de su nombramiento: negociar con los sindicatos educativos (SNTE y CNTE) y en particular sus pensiones al retiro; y ampliar el otorgamiento las becas a todos los niveles educativos sin previo análisis de necesidades sólo para llegar a más, mostrando así que su intención está lejos de buscar disminuir las verdaderas causas del abandono escolar y sí muy cerca de fomentar el apego al partido en el poder.
Sin duda, en nuestro país hay muchísimos temas importantes que llaman la atención por los efectos negativos que tendrán; pero si hay uno que además de efectos negativos tiene una importancia fundamental es la educación; pero eso debemos mantener siempre la atención en ella y alzar con más fuerza la voz de exigencia por el presente y el futuro, la educación debe dejar de ser botín político ya.
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