La democracia se trata de equidad, no de igualdad. Se trata de generar recursos para lograr la distribución de la riqueza, no de dar a unos a costa de otros, porque eso equivale a la repartición de la pobreza.
Más allá de las percepciones de vencedores y vencidos, la elección del pasado 6 de junio significó un replanteamiento de la realidad política nacional. Un cambio en la conformación del Congreso de la Unión.
Ese cambio debe ser el punto de partida de una nueva etapa en la vida democrática nacional, en la que el poder político deje de estar en un solo lado de la balanza, el ejercicio del poder tenga pesos y contrapesos, y en el que los acuerdos sean la base de las decisiones, no las ocurrencias o las arbitrariedades.
La voluntad expresada en las urnas por quienes entendieron que votar es un derecho, pero también una obligación, ha modificado la geografía política del país, la capital incluida, y exige que se dé cuanto antes un nuevo paso: el replanteamiento de estrategias.
Por ello, lo primero que hace falta es revisar, adecuar y mejorar la agenda nacional, para que los temas prioritarios de la tarea gubernamental sean la inclusión, el consenso, la creación de oportunidades para todos y la inversión en beneficio de todos los mexicanos.
En la medida en que se encumbren los temas prioritarios, la inclusión desplazará a la confrontación, el consenso tomará el sitio del capricho, la creación de oportunidades ocupará el lugar que hoy tiene la dádiva populista y de corto alcance, el regalo cederá el paso a la inversión.
Si se logra ese objetivo democrático, los beneficiarios seremos todos los que habitamos en este país, incluidas, por supuesto y de entrada, la vilipendiada “clase media”.
Aunque en las altas esferas del poder parece que no se ha entendido, la democracia se trata de equidad, no de igualdad. Se trata de generar recursos para lograr la distribución de la riqueza, no de dar a unos a costa de otros, porque eso equivale a la repartición de la pobreza.
Y se trata de alentar las aspiraciones de todos, no del abandono o el sometimiento al conformismo y la mediocridad.
Estamos hoy en la puerta de una nueva vida para México, más democrática e incluyente, más justa y más equitativa. De lo que exijamos a los nuevos diputados y de la capacidad que el Congreso tenga para equilibrar los poderes en la práctica, depende que tomemos el camino correcto y avancemos hacia el México que queremos todos. Hacia el bien común, que no sabe de clases sociales, de aspiracionismos o de preferencias por tal o cual corriente.
Si no se aprovecha esta ocasión ahora, después puede ser demasiado tarde.
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