No caer en la tentación de evadir

La imagen no contenía restos humanos, pero los 400 pares de zapatos amontonados en un rancho en Jalisco donde se encontraron tres crematorios clandestinos remiten sin remedio a los horrores de los campos de concentración. Sin embargo, el tamaño de ese horror viene de la mano con la tentación de cerrar los ojos e ignorar que ese cuadro dantesco es mucho más común y cotidiano de lo que nos atrevemos a aceptar. Las autoridades de todos los niveles son conscientes de esa tentación y hacen todo lo posible para que caigamos en ella y echan mano de cualquier espectáculo para distraernos, y el evento en el Zócalo es la muestra más evidente del uso de esa herramienta.

La convocatoria fue inicialmente para mostrar “unidad” frente a Trump y dar a conocer las medidas ante la imposición de aranceles. El objetivo central se diluyó a las pocas horas cuando con la misma veleidad con la que se impusieron se quitaron, pero como el fondo es distraer y hacer lo único que les sale impecable que es el acarreo, siguieron adelante con el espectáculo ya solamente con el tema de la unidad. Lo que no les salió del todo bien, porque lo que trascendió fue el comportamiento de algunos políticos ignorando sin querer o queriendo a la titular del Ejecutivo. En pocas palabras un evento frívolo acabó evidenciando todavía más la frivolidad de los mismos políticos, pero al final desplazó de la conversación al hallazgo del rancho en Teuchitlán.

Es entendible que a los ciudadanos nos resulte más entretenido ver quince veces el video donde la presidenta pasa junto a los “despistados” tratando de buscar pistas de si el desaire fue a propósito, si en el otro ángulo se puede ver que sí la vieron o si su cara muestra intenciones de venganza que escuchar que en ese rancho se “entrenaba” con las más despiadadas técnicas a hombres y mujeres que antes habían sido llevados con engaños o secuestrados para ser luego carne de cañón de organizaciones delincuenciales que son dueñas de los destinos de pueblos enteros. 

Es menos doloroso ver “humillada” a la presidenta o leer los tuits de abyecta disculpa de algunos de los “culpables” del incidente que dimensionar el terrible destino de las, por lo menos, 200 personas que un día calzaron esos tenis, esos huaraches, esos zapatos que aparecen en la foto y que quizá llegaron a ese sitio animados por una oferta de trabajo que les lanzaba la ilusión de un futuro digno. 

Resulta, para algunos, hasta esperanzador leer en las afrentas entre políticos futuras fisuras en el partido hoy hegemónico que además, cada día se muestra más claramente vinculado a los mismos grupos criminales que son capaces de tener al país con ranchos como el de Teuchitlán el cual además ya había sido cateado superficialmente en septiembre del año pasado y vuelto a abandonar porque era muy grande. 

Hay que destacar que si hoy sabemos un poco más de ese rancho es por la labor de ciudadanas, es decir, los grupos encabezados por las madres buscadoras que desde hace años (muchas desde gobiernos antes de Morena) buscan a los hijos, hermanos o seres queridos. Ellas mismas “acostumbradas” a horrores que han ido atestiguando se han manifestado superadas por los horrores en este lugar en particular. Sin embargo, y quizá precisamente porque lo que revela ese lugar es tan complejo y doloroso, es necesario que como sociedad hagamos un esfuerzo todavía mayor para evitar hablar del tema. Es imprescindible comenzar ya sacudirnos la tentación de evadir los temas radicalmente dolorosos como éste y exigir que las autoridades de todos los niveles dejen de gastar dinero en distraernos, y den los primeros pasos para atacar en serio estos problemas de inseguridad, que por su naturaleza son transversales a todos los temas sociales y económicos de México y la percepción que de nuestro país hay en el mundo. 

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