La misoginia presidencial proviene, al parecer, de una soberbia galopante que lo hace sentirse superior a todos, especialmente a las mujeres. Soberbia que se manifiesta en el perfeccionismo.
El amor y el dinero, dicen, no se pueden ocultar. Tampoco la misoginia, al menos en el caso del titular del Poder Ejecutivo Federal.
Siempre que intenta ocultar una actitud machista, hay algún detalle que lo delata, como el cambio de opinión intempestivo de la señora Beatriz Gutiérrez Müller ante las proclamas feministas, o como la burda disculpa por haber anunciado que la venta de boletos para la rifa-no-rifa del avión-sin-avión sería el lunes nueve, día en que las mujeres han decidido ya que ninguna se mueve.
Es inútil cualquier esfuerzo: el presidente no puede ocultar su poca empatía con las causas femeninas por más que lo intente. Tal vez esa mentalidad le acompañe porque tuvo que vivir 30 años bajo regímenes neoliberales, conservadores, derechistas, fifís… El caso es que no puede con eso.
Por eso se le nota el desprecio hacia lo femenino cuando, por ejemplo, un patán disfrazado de periodista, pero que en realidad es lamebotas del mandatario, incita a que una reportera sea agredida, ella exige al gobierno garantías y la respuesta presidencial, tibia y absurda, fuera de lugar y sin fundamento alguno, es un ridículo llamado al perdón, a la reconciliación y al amor. ¡Ay, qué bonito..!
La misoginia presidencial proviene, al parecer, de una soberbia galopante que lo hace sentirse superior a todos, especialmente a las mujeres. Soberbia que se manifiesta en el perfeccionismo. El presidente no quiere que las cosas se hagan bien, sino que todos hagan las cosas como él las haría: perfectas. Por eso no tolera la crítica, el disentimiento ni las opiniones divergentes.
Ya se sabe que una de las banderas de la cuatroté es la llamada “equidad de género” manifiesta en las designaciones presidenciales de funcionarios; pero esas decisiones se contrapuntean con actitudes y expresiones impensadas, que rompen y exhiben la mal armada trama promujer del régimen.
La aseveración de que “no tenía en mente” el más importante paro de labores organizado por mujeres, cuando anunció la venta de boletos de la rifa-no-rifa del avión-sin-avión, nada le pide a las desafortunadas expresiones machistas de otros presidentes, como Vicente Fox cuando se refirió a las amas de casa como “lavadoras de dos patas” o Enrique Peña Nieto cuando dejó claro que “yo no sé cuánto cuestan las tortillas, no soy la señora de la casa”.
En el caso de los sentimientos misóginos, la insistencia del presidente en parecer simpático con ellas evoca la célebre frase del filósofo estadounidense Ralph Emerson: lo que eres me grita tan fuerte que no puedo escuchar lo que me dices…
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