Los enemigos internos y externos

Alrededor del 12 de octubre los discursos en contra de España se suelen incrementar, aunque en el sexenio pasado y, al parecer en éste, será un tema constante; sin descontar la resonancia en los países hispanoamericanos. Las razones para enarbolar este discurso son variadas; pero es importante tenerlas presentes para dimensionar sus efectos y consecuencias.

Lo primero que se debe considerar es que cualquier gobierno de corte de populista requiere tener enemigos para poder desplegar con gran comodidad las armas discursivas que le permiten mantener de forma artificial el modo “ataque” y, por otro lado, le permiten tener culpables de sus fracasos. 

Los enemigos de los que echa mano el discurso “básico” populista pueden tener varias versiones, pero primero se requiere un enemigo externo, o sea, otro país (España ha ocupado ese lugar preponderante como ya se mencionaba), pero pueden ser varios países si forman un bloque (como era común durante la guerra fría) y, claro, pueden ser varios por diferentes razones, por ejemplo, volver a traer a escena de manera frontal a Estados Unidos como enemigo. Esos enemigos externos encarnarán el mal, serán los culpables de los males presentes o pasados. Al “combatir” discursivamente a estos enemigos se habla de reivindicación, de saldar deudas, de exigir perdones, etc. 

Cabe señalar que los discursos ideologizados pueden irse a los dos extremos, en el caso concreto del descubrimiento de América y de la Conquista de México, existe la “leyenda negra” desde hace muchos siglos y, últimamente, se ha dado también una contraparte a la que se ha llamado la “leyenda rosa” que trata de contrarrestar a la primera. El hecho de que se llame “leyenda” a esas dos posturas revelan algo central: se arraigan en una interpretación ideologizada, nunca en verdades históricas. Las verdades históricas son incómodas para los dos lados y requieren de madurez para entender primero que no se pueden juzgar con valores presentes los hechos del pasado; segundo, que no se debe olvidar que lo ocurrido hace más de 500 años también suscitó amplias discusiones más “frescas” sobre las acciones y hechos de ese momento y conocerlas nos dará una perspectiva más adecuada; tercero, que hay que ampliar el conocimiento de las fuentes históricas y despojarse de los apasionamientos buscando de la manera más objetiva posible presentar todos los elementos.

Asimismo, en el caso particular de este enemigo externo en México es que también juega como enemigo interno. Pues, como se mencionaba la adopción de un enemigo externo no es el único al que un grupo populista recurre, también necesita al enemigo interno. El enemigo interno “natural” es el opositor, al que en este nuevo periodo hegemónico que estamos viviendo se le adjetiva como “conservador”, “fifí”, “aspiracioncista”, etc. Por otra parte, también se da la interjección de que dado que de España nos viene parte esencial de nuestra identidad como pueblo mestizo cualquier mexicano que alce la voz para reconocer esa herencia y sus bondades es doblemente enemigo, con lo cual no se puede avanzar en el reconocimiento de verdades históricas. 

En resumen, los enemigos ya sea internos o externos, presentes o pasados, juegan tres funciones encontrar culpables de los fallos; crear división entre los mexicanos y distraer la atención de los acontecimientos que apuntan a fracasos (por ejemplo, los hechos de violencia que crecen en muchos puntos del país) o de las acciones que apuntalan a la autarquía (como la tómbola con la que se decidió qué plazas se votarán con el consecuente despido de todos aquellos que habían llegado a esos puestos pasando exámenes y haciendo carrera judicial). 

Por último, estos enemigos discursivos tienen efecto como justificadores, divisores o distractores porque funcionan a nivel emocional; por ello, las voces tanto de la oposición como las afines al gobierno (y esto incluye columnistas, ciudadanos, partícipes en las redes de ambos “lados”), se enganchan con entusiasmo y, no se puede negar, que tienen un efecto catártico en el sentido de servir de desahogo como lo era el teatro griego. Ese desahogo puramente emocional tiene la desventaja para el avance del país que se vuelve parte del juego el tratar de ver al otro como enemigo (el uso del término “chairo” es una muestra), pero sobre todo, dificulta que más personas de buena voluntad sean capaces de ver la realidad, sopesar los números y comprometerse a la acción en favor de los mexicanos dejando atrás las acusaciones y los adjetivos peyorativos que impiden la unidad, la solidaridad y el trabajo por el bien común. 

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