La ineficiencia del AICM impacta en lo económico, pues los visitantes del extranjero evitarán venir y los mexicanos buscarán opciones; a nivel internacional seguiremos perdiendo prestigio y atractivo.
En estos últimos días, entre los muchos temas que han ocupado los titulares y las reflexiones en las columnas periodísticas salta la negativa de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, al dar a conocer el dictamen de la empresa DNV sobre el accidente del Metro el día 3 de mayo de 2021 y la otra, la alarma por los incidentes constantes entorno al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Ambos asuntos, como muchos otros a lo largo de este sexenio, tienen un fondo en común del que no se está hablando: la austeridad tanto en lo económico como en los recursos humanos sale muy cara.
El sábado 7 de mayo la opinión pública tuvo conocimiento de un grave incidente, casi una tragedia. Se habían reportado casos similares por parte de usuarios que habían sido acallados por las autoridades. Los incidentes habían sido tantos que la Federación Internacional de Asociaciones de Pilotos de Líneas Aéreas (IFALPA, por sus siglas en inglés) advirtió, entre otras cosas, que los controladores aéreos no recibieron la capacitación necesaria para operar el rediseño de rutas en el Valle de México. Eso facilitó que lo ocurrido el 7 de mayo lograra el eco suficiente para que se pusiera atención al asunto.
No es un secreto que el funcionamiento del AICM ha ido decayendo alarmantemente en los últimos meses. Algunos lo atribuyen a la intención de impulsar así al hasta hoy fracasado Aeropuerto Militar de Santa Lucía; además, requieren de esa crisis en los servicios para forzar la migración de vuelos. Haya sido o no planeado, las causas inmediatas del mal funcionamiento son: no se destinan recursos económicos y no se cuenta con personal capacitado y con experiencia suficiente en control aéreo.
Los aeropuertos se mantienen primordialmente con los ingresos de la Tarifa de Uso de Aeropuerto, mejor conocida como TUA. En el AICM se enfrenta una situación peculiar, pues esos ingresos son el aval de pago de los bonos para financiar el Aeropuerto de Texcoco que no se liquidaron con la cancelación y se seguirán pagando por los próximos 15 años.
En otras palabras, el dinero para la operación del aeropuerto no proviene del mismo aeropuerto, sino del presupuesto federal que se ha recortado en todas partes. Todos esos “ahorros” han sido para gastarse a manos llenas en los elefantes blancos (Santa Lucía, Tren Maya, Dos Bocas y salvar a Pemex). Pero las consecuencias de esos manejos y recortes son peligrosas como lo mostró el Metro y como parece ser el caso del AICM.
Por el lado del personal que opera la Torre de Control, se advirtió que se estaba desplazando al personal técnico experimentado; a muchos se les forzó al retiro o se les castigó transfiriéndolos a otros lugares. Además, los puestos directivos se han destinado a gente afín al gobierno; posteriormente a personal de las Fuerzas Armadas. A estas últimas se recurrió para tratar de subsanar las exigencias de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos para que México recupere la categoría 1 de seguridad que perdimos el año pasado. Aunque algunos enterados comentan que los militares no tienen experiencia en aviación civil que es mucho más compleja que la militar simplemente porque el número de vuelos es inferior y todos responden al mismo mando militar.
Además, los problemas se agravaron con el rediseño del espacio aéreo en la Ciudad de México para poder operar Santa Lucía y el AICM a la vez. Las nuevas rutas han sido demasiado para los noveles controladores que están a cargo y que enfrentan situaciones laborales poco favorables, según se ha sabido. Este rediseño estuvo a cargo de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam), cuyo titular hasta el 9 de mayo era Víctor Hernández Sandoval, quien renunció de forma voluntaria y se quiso hacer pasar como una consecuencia de lo sucedido el sábado.
Sin embargo, la renuncia estaba fechada el día 6 y Darío Celis reportaba ya desde ese día que su salida era inminente por su mal desempeño evidenciado por el personal militar. Antes de salir, sin embargo, colocó puestos importantes a su propio hijo y a algunos otros de sus cercanos. Y según el mismo Celis, quien era el encargado de despacho que pinta para ser el titular del cargo, Ricardo Torres, tampoco parece tener el mejor perfil; se caracteriza como Hernández Sandoval en “ganar amigos” ofreciendo puestos y, peor todavía, tiene acusaciones de acoso sexual no atendidas.
Como es fácil adivinar, ahora sí se dice que se tomarán cartas en el asunto. Por la tarde del lunes, el secretario de Gobernación se reunió con los secretarios de Comunicaciones, de la Defensa, de la Marina e incluso representantes de aerolíneas para revisar el funcionamiento del espacio aéreo, reducir en 25% el número de vuelos en AICM para llevarlos a Santa Lucía y a Toluca. Esa migración tomaría un año a partir de agosto, por lo que sus efectos no se verán a corto plazo incluso si se llegan a concretar. Habrá quien interprete esto como el triunfo de Santa Lucía; después de todo si la negociación tuvo lugar en Gobernación es porque se trata de un asunto político y no técnico para el presidente.
Sin embargo, falta ver si Santa Lucía está a la altura y, más aún, la operación diaria del AICM sigue en constante riesgo de perder vidas y si no se invierte en atraer nuevamente a los operadores capacitados, si no se revisa a fondo los cambios hechos a las rutas y si no se invierte en mantenimiento de equipos y capacitación constante el peligro seguirá ahí. Más allá de la seguridad aérea, en general la ineficiencia del AICM impacta en lo económico, pues habrá ya menos vuelos por tanto menos TUA, los visitantes del extranjero evitarán venir, los mexicanos buscarán opciones, no recuperemos la categoría 1 y a nivel internacional seguiremos perdiendo prestigio y atractivo, ya que no nos vemos como un país confiable. Santa Lucía no es la solución.
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