El presidente quiere seguir siendo la medida de todas las cosas y está encima de la ley, pues puede impunemente atacar desde el Estado a cualquiera.
Las últimas semanas se ha notado un cambio importante en el ambiente político y social, pues por primera vez en mucho tiempo el titular del Ejecutivo ha perdido el control de la agenda y no ha sido capaz de recuperarlo. Más aún, sus intentos por hacerlo han generado repercusiones más graves en lo nacional y en lo internacional; pero todavía es temprano para considerar que se trata de una pérdida definitiva que reflejará primero en las encuestas y, luego, en las urnas.
En el origen de la pérdida de control se dio la nota periodística de Carlos Loret de Mola sobre las dos casas en Houston en las cuales la familia del hijo mayor del presidente ha vivido los últimos años. Las casas en sí mismas son la antítesis del discurso de austeridad y pobreza franciscana que no sólo se han supuestamente asumido como política de gobierno, sino que se “predican” como norma de vida para todos los mexicanos. Sumado a eso, la primera de ellas sugiere un conflicto de interés que involucra una de las empresas que tiene contratos vigentes y extendidos durante este sexenio con Pemex, es decir, suena, se mueve y se percibe como una forma de corrupción.
Los intentos presidenciales por desviar la atención han pasado por volver a usar el tema del penacho de Moctezuma acusando al gobierno austriaco de tenerlo de forma ilegal, para luego escalar a un escarceo diplomático con España. La famosa “pausa” en las relaciones a la que llamó el presidente fue en respuesta a una pregunta sobre la reforma energética y la vista del Kerry. Ese aspecto en relación con la reforma no fue captado por la opinión pública. En términos de poner en riesgo inversiones, e incluso, el futuro económico del país desatender lo que Kerry vino a decir y empeñarse en pasar tal cual la reforma eléctrica tendría consecuencias con Estados Unidos, con España, pero con todos los países inversores. Es justo decir que lo de España fue también una cortina de humo para la reacción a la visita de Kerry.
Por supuesto, lo ocurrido el viernes y reiterado el lunes de exhibir los montos (ciertos o no) de los ingresos de Carlos de Loret son graves no sólo por el ataque a una persona en particular, sino porque apunta a que el poder está dispuesto a vulnerar los derechos y libertades de todos. Además de una acción con tintes alarmantes de ilegalidad, subraya el egocentrismo del presidente pues no sólo los da a conocer sino que lo hace en función de sus propios ingresos. Él quiere seguir siendo la medida de todas las cosas y está encima de la ley, puede impunemente atacar desde el Estado a cualquiera: es el mensaje al que se aferra. Aunque ahora la reacción en redes por parte de ciudadanos opositores alcanzó, por primera vez, un impulso que no se había visto.
Un grupo de ciudadanos mantienen una cuenta de Twitter, Sociedad Civil, en la que suelen tener Spaces, es decir, foros donde se pueden escuchar a los organizadores y los que se unen cuando se les pasa el micrófono. El viernes convocaron un Space de último momento y obtuvieron una respuesta que sorprendió a propios y a extraños. En las diez horas que se mantuvo la conversación hablaron más de cien “expositores”, incluido el propio Loret. En su momento pico tuvo hasta 65 mil oyentes y pasaron por ahí entre 300 mil y medio millón de personas (cuentas de TW). Esto se logró en parte por el apoyo de cientos o miles de grupos en WA que pasaba el enlace.
El Space cumplió una función catártica al permitir canalizar el enojo individual y del gremio. Ciertamente, se puede criticar que no derivó en propuestas concretas o que sólo ocurrió en redes o que si hay un abanico enorme de posiciones en otros temas entre los que estaban ahí, etc.; pero no se puede escatimar que dio un sentido de esperanza y unión que en estos tres años pocas veces han experimentado los ciudadanos descontentos. En el fondo, se celebra, sobre todo, que el escudo en que se estrellaban las críticas parece no funcionar. El padre y el hijo parecen ya ser incapaces incluso de distinguir la corrupción por lo cerca que está de sus narices. Así lo muestra cuando la explicación de José Ramón López sobre sus ingresos, dada el domingo en la noche, abre otro posible conflicto de intereses ahora con un empresario cercanísimo al gobierno actual.
Esas torpezas extienden la sensación de triunfo en algunos. Pero en la medida en que es el tema dominante también se convierte un arma de doble filo, pues actúa como distractor y no permite visibilizar los problemas más graves.
En los últimos días, desapareció la acusación a la jefa de gobierno y su cercano equipo de haber usado como conejillas de Indias a cientos de habitantes de la Ciudad de México. Se habla menos del tema del desabasto; de la falta de vacunas para los menores; de los contagios y más aún fallecidos en la pandemia; de la escalada de precios en la canasta básica que no se detiene; de la impunidad de la delincuencia que ha llevado a suspender la exportación del aguacate a Estados Unidos; de no haberse iniciado proceso a ninguno de los involucrados en soltar un tráiler sin frenos contra la Guardia Nacional… y la lista podría extenderse por varias líneas más.
La ciudadanía que apuesta a tener un mejor país sin Morena a la vista, por supuesto que debe unirse y alzar la voz ante un atropello que es grave por el desprecio, por las libertades y derechos de todos. Pero a la vez, tiene un desafío enorme de saber graduar el “dulce gusto” de ver al presidente en una espiral que pinta autodestructiva, y continuar viendo, señalando, denunciando y subrayando los problemas más importantes que afectan la vida de millones de mexicanos.
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