La verdadera fiesta de los mexicanos

La unión y solidaridad nos protegen tanto de las malas actuaciones gubernamentales como de los embates de la naturaleza y también nos ayudan a salir adelante como nación.


 


El presidente lleva casi tres años al frente del gobierno empeñado en marcar su ejercicio con una forma muy personal de gobernar. Entre las muchas notas discordantes están su negativa a visitar ningún lugar donde haya ocurrido un desastre natural, su desdén a los otros poderes de la República; pero la más grave de todas: su insistencia en dividir a los mexicanos en bandos.

Ese divisionismo se expresa de muchas maneras, entre las que destaca la constante negación de una de las herencias que forman lo mexicano. Todo aquello que suene a español, incluso si se trata de un genovés patrocinado por la Corona Española, se expulsa del espacio público, de la discusión y de la sociedad.

En contraste, para puestos tan disímbolos como la presidencia del Conapred o la representación cultural de México en España, se recurre a decir que se buscará una “mujer indígena” y también sirve para sustituir a la estatua de Colón. En un plan sacado de la manga —como se acostumbra en esta administración y en la de la Ciudad de México—, se apostaba a una gigante cabeza de “mujer olmeca”, bajo el supuesto de que por ser la “cultura madre” no puede haber “reclamos” de las mujeres tzotziles, mixes, purépechas, rarámuris, totonacas, nahuas, etc. por no haber sido consideradas como modelos de la “justicia escultórica”. Por las reacciones, vemos que han fracasado al intentar colar que la identidad y unidad de los mexicanos proviene de la cultura olmeca.

En cambio hoy, la fiesta del Día del Grito que derivó en nuestro reconocimiento como nación independiente, conviene recordar que somos herederos de los diversos grupos que habitaban el país hace 500 años; de los españoles que llegaron después de 1521, sin olvidar que trajeron a un número significativo de esclavos de origen africano que también se mezclaron. Cuando se dice que somos mestizos no se trata tanto de la mezcla sanguínea, sino de la fusión cultural que se consolidó con elementos diversos acrisolados durante los trescientos años de la Nueva España y continuados durante los siguientes dos siglos de vida independiente.

Los mexicanos también necesitamos recordar que los gobiernos van y vienen. Algunos nos han traído mejores tiempos, otros nos han metido en todo tipo de crisis; pero nuestros vecinos siguen siendo nuestros vecinos; nuestras frutas y verduras las seguimos comprando en el mismo mercado con nuestro marchante de confianza; nos seguimos poniendo la camiseta verde cada cuatro años en el Mundial esperando con ilusión el quinto partido; se nos sale el corazón de orgullo cuando algún deportista olímpico, paraolímpico, en el ring o en las pistas de carreras se alzan con el triunfo y seguimos invocando a la Virgen de Guadalupe cuando los temblores o los huracanes azotan.

En este último renglón, cabe destacar que la solidaridad, que ha sido el sello distintivo de nuestra identidad ante los embates de la naturaleza, no puede dejarse atrás. Es verdad que la desaparición de los mecanismos gubernamentales para enfrentar la recuperación de las zonas afectadas es absolutamente reprobable y debe clamarse por su justa reposición; pero esgrimir eso como argumento para negar la ayuda de la sociedad a los que la necesitan va en demérito de la verdad esencia de los mexicanos.

Además recordar la importancia de la solidaridad nacional, la fiesta de hoy es una oportunidad para celebrar la verdadera fiesta de los mexicanos iniciando un proceso de reencuentro con los vecinos para crear lazos que nos protejan de la inseguridad y que nos animen a pedir lo que haga falta en el barrio y la colonia; un reencuentro entre los empresarios de todos los tamaños para apoyarse entre sí y exigir mejores condiciones que permitan crecer creando empleos; un reencuentro entre los diversos grupos de profesionistas: médicos, periodistas, docentes, ingenieros, arquitectos, etc. para proponer mejores esquemas para realización de su labor que lleven a un crecimiento propio y de aquellos a los que otorgan sus servicios y así, se pueden enlistar muchísimos reencuentros necesarios para restablecer el tejido social, profesional y familiar, porque es este el que nos protege tanto de las malas actuaciones gubernamentales como de los embates de la naturaleza, y nos permitirá salir adelante como nación.

 

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