La responsabilidad de los partidos en la sobrerrepresentación

Las reacciones posteriores a los resultados de las elecciones del 2 de junio muestran que el presidencialismo está tan arraigado en la identidad política no sólo de los mismos políticos, sino de los ciudadanos que se menospreció que las votaciones para la Cámara de Diputados tuvieron un resultado menos decepcionante para la oposición. Y es esa facilidad para despreciar y no defender desde el primer momento los resultados lo que ha permitido al oficialismo afianzar la idea de que pueden inflar con todo tipo de trucos su victoria (que se engloba en decir que habrá sobrerrepresentación) hasta hacerla tan aplastante como el pasado hegemónico.

Los dirigentes de PRI, PAN y lo que queda del PRD y hasta MC son responsables, desde antes de la elección de haber previsto este escenario, pero mucho más desde que se dieron a conocer los resultados de no haber presentado ni información, ni razonamientos ni siquiera su presencia en todos los foros posibles para defender sus triunfos (o los triunfos de la ciudadanía) en las Cámaras. Si se comparan los votos obtenidos por Claudia Sheinbaum con los obtenidos por Morena (sus aliados no obtuvieron en realidad victorias propias) resulta que estos últimos son inferiores en un porcentaje significativo. Y lo mismo se puede decir de Xóchitl Gálvez a la inversa, ella sacó menos votos que los partidos PRI, PAN y PRD que obtienen más.

Esta diferencia, de la que nadie habla y de la que se debieron apoderar en la narrativa los partidos de oposición, es la muestra de que hubo voto diferenciado. Sí, muchos votantes de Sheinbaum no querían que tuviera todo el poder en las Cámaras, le apostaban al equilibrio de poderes. Y ciudadanos que no vieron a Gálvez como opción para presidencia, sí consideraron a los candidatos opositores a diputados y senadores como vehículos para sentirse representados y defendidos frente a Morena.

El silencio condescendiente durante meses de los partidos de oposición ha facilitado la creación de la narrativa de que Morena ganó apabullantemente y que todo en la democracia mexicana se ha perdido, cuando la realidad de la votación es que si se respeta la voluntad popular no tendrían mayoría calificada ni en la Cámara de Senadores (están a 3 senadores) ni en la Diputados (que es donde se está impulsando la sobrerrepresentación con trampas y traslado de votos entre aliados para tener hasta 75 por ciento de las curules). Además, se está actuando incluso contra los mismos votantes de Morena que en las urnas mostraron su fe en ese partido en particular, no en el Verde ni en del Trabajo.

Si el votante de Morena sería usado para seguir manteniendo al Verde y al del Trabajo con una presencia enorme y sin la confianza ciudadana, resulta que al resto de los votantes les iría todavía peor. Pues implicará que los votos a los partidos de oposición acabarían valiendo la mitad de los votos a Morena que valdrían uno y medio, pues de eso va la sobrerrepresentación.

Los partidos de oposición no tienen disculpa alguna por haber bajado las manos y no empezar desde el minuto uno a reclamar con claridad lo que sí se había ganado, y menos la tienen porque causaron una profundización de la desilusión ciudadana ante la pérdida de la presidencial y de la mayoría de las gubernaturas. Pueden argumentar que los tiempos legales o cualquier otra explicación jurídica pero la ventana para ganar la narrativa era un corta y ni siquiera lo intentaron. Y, además, era su obligación prever este escenario de no ganar la presidencia, pero quedar con un margen menor en las Cámaras era bastante. Y eso fue lo que ocurrió si se analizan los números con frialdad.

Por desgracia, el sistema político, incluyendo la misma esencia del INE, es la protección del sistema de partidos y por ello, los ciudadanos suelen permanecer al margen porque no hay espacio para ellos. Aun así, estos seis años fueron de un crecimiento ciudadano enorme; pero que no se podía mantener postelectoralmente si los partidos no se apoderan de los triunfos que sí se le entregaron, los ciudadanos se sintieron traicionados y abandonados, y la desesperanza ha llevado a que las acciones ciudadanas en contra de este abuso sean casi testimoniales.

Resulta difícil que este escenario se alcance nuevamente el ardor entre la gente que había antes de las elecciones, y resulta poco probable que el PRI en particular alce la voz; pero el PAN debería hacer un esfuerzo supremo para levantarse con liderazgo y decisión para defender el voto de los ciudadanos, y soplar esas brasas que se están apagando. Quizá no prendan en una enorme llamarada, por lo menos sí alcancen para calentar de nuevo el ambiente de tal modo que el INE y el Tribunal Electoral sepan que deben respetar lo expresado en las urnas y no favorecer la sobrerrepresentación porque nos jugamos las libertades más esenciales y el futuro democrático del país.

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