Desde la semana pasada, el titular del Ejecutivo ha presumido que la pobreza se redujo en nuestro país, lo cual nadie puede negar que se trata de una buena noticia; sin embargo, como ha sido lo usual en este sexenio, se nos señala una pieza del rompecabezas que se ha puesto en su lugar, pero si tratamos de ver la imagen completa resulta que faltan muchas piezas.
Para empezar, hay que destacar la suma habilidad ya que presentar las estadísticas más “positivas”, recurrieron a un truco para mostrarlas espectaculares. En el caso de la pobreza extrema, decidieron usar únicamente las cifras que les favorecían, contrastando sólo los datos en los que se ve el descenso, pero omitiendo que a lo largo del sexenio hubo un aumento significativo, en otra palabras, las cifras reales son que volvimos al mismo nivel en el que se empezó el sexenio (2018 teníamos 7.0 por ciento y en 2022 tenemos 7.1, pero en 2020 llegó a 8.5).
La omisión se entiende que les era necesaria, si se comparan los resultados de los cuatro años de gobierno contra los resultados de los anteriores sexenios, especialmente en el dato de la pobreza extrema. Si se le comparara con Fox que en los primeros cuatro años tuvo una reducción del 6.39%, el actual sale corto porque apenas llega al 5.60%. Y en el número total de personas hoy hay 400 mil más en esa situación que en 2018.
Las afirmaciones de que en los últimos 30 años no se han tenido esos resultados tan fantásticos que incluso el titular del Ejecutivo podrá, según él dormir tranquilo el resto de su existencia, otra vez, son parciales. Antes que nada, porque no existían las mismas métricas y la medición con detalle de los componentes de la pobreza apenas empezó en 2008. Antes sólo se medía la pobreza por ingresos, y ahí es donde este sexenio tiene resultados. Y menos mal que los tiene porque las cantidades que se han transferido a los programas sociales son las más elevadas de cualquier sexenio y son básicamente transferencias monetarias, por lo cual es lógico que midiendo sólo ese aspecto sí haya un ligero avance. Nadie niega que sea una buena notica, una que nos ha salido cara, pero es positiva.
No obstante, el titular del Ejecutivo y todos sus funcionarios callan los resultados negativos en las cifras que miden las carencias sociales, es decir, aspectos como educación, acceso a seguridad social, vivienda y su calidad, alimentación, etc. En este renglón, en algunos se está prácticamente igual, lo cual está lejos de ser un avance. Pero hay dos aspectos en los que se han levantado las alertas para muchos, menos para el gobierno: educación y salud.
El caso de educación en las cifras de Coneval de esta medición contabiliza el rezago, es decir, cuánta gente no tiene el nivel de estudios que debería haber obtenido según su edad. Y este lejos de abatirse ha aumentado, se puede argumentar que no es un aumento tan alarmante como el de salud, pero sí es grave porque hay un millón y medio de personas más con rezago educativo y se ha invertido muchísimo en las becas para los estudiantes, justamente para evitar esto.
Por otro lado, el Coneval no mide, en esta encuesta, la calidad educativa la cual sí se ha deteriorado significativamente. Primero porque no hubo de parte de la Secretaría de Educación Pública ningún programa formal y cohesionado para atender las muchísimas carencias que se dieron durante la pandemia, que eran indispensables puesto que fuimos uno de los países que más tiempo tuvo las aulas cerradas. Los profesores enfrentaron con la mejor voluntad el tema, pero se dejó ahí una bomba de tiempo y con el desorden e ilegalidad de los nuevos libros de texto, le pusieron un acelerador a esa bomba. Esas cifras no se mostrarán hoy porque sus efectos se verán en varios años.
Los pésimos resultados en el área de salud son imposibles de ocultar, y por eso jamás aparecerán en la conferencia mañanera más que para tratar de imponer narrativas cada vez más desconectadas de la realidad. Hoy por hoy, hay 50.4 millones de mexicanos que tendrían que sacar de su bolsillo recursos para atender su salud, es decir, 30 millones más que en 2018 pues no tienen ninguna cobertura institucional.
Las cifras reveladas por el Coneval nos dan piezas de ese rompecabezas que es la vida de los mexicanos, pero hay piezas que se deben buscar en otra parte porque también inciden en el desarrollo del país y en cómo viven las personas. Por ejemplo, qué impacto tiene en las comunidades más vulnerables el aumento desmedido del crimen organizado; qué impacto tiene el dólar barato en las familias que viven de las remesas; cuántas horas de incertidumbre habrá por la falta de mantenimiento en el Metro o en las carreteras; qué cambios en la dieta se han debido hacer el aumento de precios en alimentos por la inflación; cómo la precarización del empleo debilita al IMSS y sus servicios o cómo se enfrentarán los desastres naturales por venir sin recursos separados para ello, por poner sólo algunos temas.
Se puede concluir que en el sexenio de “primeros los pobres”, las personas en situación de vulnerabilidad quizá hayan tenido un ligero aumento en sus ingresos gracias a los impuestos de los mexicanos, pero en términos generales viven peor que antes. Y eso, es una mala noticia.
Te puede interesar: Apostarle con todo al ejercicio ciudadano del Frente Amplio por México
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo