De la roqueseñal a las mordidas al pastel

Los ciudadanos desde junio ya les habíamos mandado el mensaje a los diputados de la oposición de que esperábamos que se comportaran con unidad, sin fractura alguna posible.


 


Por décadas el momento más vergonzoso vivido en la Cámara de Diputados fue la famosa roqueseñal, un gesto obsceno con el que Humberto Roque Villanueva festejó en 1995 el aumento del IVA de 10 a 15 por ciento, imponiendo la mayoría priista de forma arrolladora. Las escenas de la aprobación del presupuesto para 2022 han dejado en juego de niños ese evento.

Los primeros tres años de este sexenio la Cámara de Diputados por una sobrerrepresentación que no reflejaba como tal los resultados de la votación para representantes estaba completamente en manos del partido del presidente, por lo cual los presupuestos pasaron conforme a la voluntad del Ejecutivo sin que hubiera ningún margen de maniobra.

Este escenario no cambió drásticamente con las elecciones de 2021, porque la mayoría simple que se requiere para aprobar el presupuesto se logra fácilmente con los aliados de Morena, sin embargo, el hecho de contar con los votos necesarios para pasar las reformas a la Constitución que sí dependen de los votos de por lo menos parte de la oposición abría, en teoría, un margen de negociación que es parte de la democracia en todos los países.

Si bien se intentó por parte de la oposición, pues se hicieron casi dos mil reservas al dictamen general (algunas eran de morenistas) para intentar modificar algunos de los rubros y porcentajes y se recibió al titular del INE para que explicara por qué solicitaba más presupuesto, no se logró mover ningún monto y el INE resultó con un presupuesto insuficiente e incluso humillante. Y como si eso no fuera suficiente, se usó la sesión de la Cámara para que Morena y aliados rindieran abierta pleitesía al Ejecutivo cantándole las mañanitas por su cumpleaños y dando mordidas a un pastel alusivo al festejo. Menos mal que se dicen diferentes, quizá si fueran iguales por lo menos hubieran usado tenedores para cuidarse del contagio de COVID y no verse como trogloditas en el Canal del Congreso que transmitió tan festivo momento. En los años por venir es posible que esa imagen se vuelva el símbolo de esa legislatura, pero con la “creatividad” que han demostrado para arrastrarse, es probable que nos regalen alguna todavía más ramplona.

Una vez que quedó aprobado el presupuesto, muchos de esos diputados difundieron en redes sociales que habían “cumplido con su compromiso con el presidente” y festejan ser recibidos el martes en Palacio Nacional para que les palmeen la espalda como al perrito que hace bien un truco. No disimulan su absoluto desprecio a la división de poderes, a sus votantes y muestran más abyección de la que los mexicanos creímos posible y eso que el país tuvo durante 70 años un régimen que nunca brilló por demócrata o republicano.

Cabe destacar que este presupuesto era el más importante en una década, pues se trata de un país con un declive económico cada vez más alarmante. Van tres años de caída económica, los últimos empujada por la pandemia; pero deteriorada por el abandono total del gobierno actual a los sectores productivos y la obtusa continuación de los tres proyectos que siguen sangrando el presupuesto sin que pinten para impulsar la economía o tener un retorno de inversión que los justifique. Esos tres proyectos destinan mayores montos que los destinados a salud o educación.

Asimismo se ha hecho evidente la ausencia del secretario de Hacienda que no sólo no apareció ni metió las manos en ese presupuesto sino que en las últimas dos semanas no emitió el menor reclamo ante la suplantación de sus funciones en los nombramientos de las nuevas cabezas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de la Unidad de Inteligencia Financiera. Sólo una ligera variante a la forma de gobernar de Echeverría, las cuestiones económicas se movieron de Los Pinos, al austero y recatado Palacio Nacional.

El presupuesto aprobado es básicamente una continuación de los aprobados en los años pasados, pero con un escenario más inestable, pues hay más pobres y menos clase media; ya no hay mecanismos de compensación como eran los fideicomisos, el sector privado nacional está intimidado y tiene escasos márgenes de recuperación. Como si no fuera suficiente, el país ha perdido todo atractivo para la inversión extranjera pues se ha vulnerado la certeza jurídica y la permanencia de esas inversiones desde antes de la toma de posesión, y como remate, el intento de reformar constitucionalmente el sector eléctrico abona a la desconfianza y al desinterés.

El discurso más o menos uniforme de la oposición es que esa reforma eléctrica no va a pasar de ninguna manera porque no hubo negociación del presupuesto. La citada reforma es tan nefasta que la sola consideración de la oposición para querer negociarla resulta aterradora; pero si el agandalle, el deprecio, la vejación, la negación que vivieron esta última semana era lo que necesitaban ver que es imposible negociar con quienes se deleitan en mostrarse como antidemocráticos en todas sus acciones, tendremos que considerar que hubo algo positivo de este fiasco de presupuesto.

Los ciudadanos desde junio ya les habíamos mandado el mensaje a los diputados de la oposición de que esperábamos que se comportaran con unidad, sin fractura alguna posible. Esperemos que ahora sí con esos golpes se hayan fraguado como un bloque opositor en el que se estrellen de manera frontal la Reforma Eléctrica; el intento de desmantelamiento institucional del INE y el avance de la militarización con la entrega constitucional de la Guardia Civil a las Fuerzas Armadas.

 

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