La Navidad es el momento ideal para que la familia, todos juntos en torno al hogar, vivir en plenitud esa experiencia que algunos llamamos Amor.
La vida, nuestra vida, se va construyendo a partir de pequeños instantes. Son precisamente esos recuerdos: a veces borrosos o escurridizos, otros nítidos y perseverantes en la mente los que conforman el andamiaje y ladrillos que dan base y estructura a nuestra memoria, a nuestra existencia.
Y si noviembre es el mes en que enfocamos la mirada a todos aquellos seres queridos que han partido a mejor vida, diciembre nos abre toda una posibilidad para recordarnos a nosotros mismos. Aquella infancia cuando en navidades se reunía toda la familia en torno al nacimiento para abrir los regalos que habían llegado, cuando se cantaban los villancicos, se pedía la posada y partían piñatas rebosantes de sorpresas.
Estos días tienen sabor a ponche y tejocotes, a colaciones y aguinaldos repartidos entre los niños, a dulces de chocolate suavemente recubiertos con una capa de caramelo. Y es que Navidad sabe a infancia, a familia, a calor de hogar, a perdón y fraternidad.
Época de tradiciones que están escritas en lo más profundo de nuestro corazón, donde lo material pasa a un segundo plano para reconocernos tal cual somos en el otro, en nuestro hermano, padre o hijo. Donde a través de las costumbres de “cargar a los peregrinos”, “pedir posada”, “arrullar al Niño” buscamos precisamente ese salir de nosotros, para salir al encuentro.
Y hablando de tradiciones, no podemos dejar de lado la tradicional flor de nochebuena, que adorna con sus pétalos resistentes y presencia colorada toda esta temporada decembrina. La flor de nochebuena, conocida por nuestros antepasados como cuetlaxóchitl, es originaria de México y tiene el honor de ser nuestro regalo de Navidad para el mundo.
Son todas esas pequeñas instantáneas las que quedan grabadas hondamente en nuestra vida, y estas fechas abundan de ellas. La casa, los abuelos, papás y tíos, primos, hermanos, sobrinos, nietos; todos juntos en torno al hogar, viviendo en plenitud esa experiencia que algunos llamamos Amor.
¿Y qué es la Navidad si no el celebrar el nacimiento del más grande Amor?
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