El periodo de transición entre dos gobiernos siempre es una situación extraña, pues la imagen de cambiar de jinete en plena carrera se ajusta perfectamente a lo que sucede. En parte por ello, se acortó en un mes el lapso entre que se da la elección y la toma de posesión —de julio a 1 de diciembre y ahora de junio a 1 de octubre—; y eso también redujo a un mes el tiempo en que el Congreso nuevo entra en funciones antes que la nueva administración entre plenamente. Es de esperar que el predecesor ceda espacios figurativos y políticos al suceso, pero en este caso se está viviendo de manera diferente, porque el presidente sigue presente en la escena con pocas ganas de pasar a segundo plano.
La primera semana hubo signos de tensión que fueron especialmente evidentes en los mercados financieros al elevarse el tipo de cambio y caer la Bolsa Mexicana. Estas tensiones, por el bien de México, deberían acabar lo más pronto posible, y revelar cuál será el real juego de Claudia Sheinbaum en el encargo al que llega con más votos incluso que López Obrador, y que esa validez que le dieron las urnas. La reunión del lunes y la conferencia posterior no abonaron la claridad necesaria porque se sigue manejando que habrá consultas respecto a la Reforma del Poder Judicial, pero se afirma que de todas maneras se aprobará en septiembre; aunque la disposición al diálogo siempre es mejor que la cerrazón.
Esto es necesario no sólo para el inicio del sexenio, sino que durante los periodos de transición puede darse una especie de vacío no en lo político —es claro que eso no lo habrá en estos meses— sino en la operación normal del gobierno. Y hay temas que no pueden quedarse en el limbo porque la inercia sólo los hace empeorar, y entre ellos está el gravísimo problema de la escasez de agua que preocupa a los habitantes de todo el país. Al parecer las lluvias empezarán a traer algún alivio, pero sin medidas para mejorar la captación de agua, la reposición de los mantos freáticos, la reparación de fugas; y el impulso a políticas de reúso, así como de uso racional de este recurso no habrá avances que sirvan a mediana plazo. Se trata sí de un problema local, pero en el que el liderazgo federal es indispensable.
Otro de los temas que más preocupan a las personas de a pie es la inseguridad, y el vacío entre administraciones puede agravar todavía más ese problema. Para muestra un botón, este fin de semana se incrementaron significativamente los homicidios violentos llegando a 281, un pico que no se veía desde octubre de 2022. Los eventos en Tila, Chiapas o en León, Guanajuato; y las frecuentes imágenes de cuerpos dejados en vías públicas se suman a estos indicios de que el tema está creciendo y el riesgo de agravamiento está presente.
Pero, los periodos de transición también son parte del proceso de dirimir los conflictos postelectorales. Ciertamente, son pocos porque la victoria fue contundente en muchos frentes. Sin embargo, en casos como los congresos locales se están presentando algunos abusos que van en contra de lo ganado legítimamente en las urnas. En el Congreso de la Ciudad de México Morena y aliados consiguieron con tretas cuestionables que se les asignen siete diputados más quitándolos a la oposición. En Yucatán, están tratando de hacer lo mismo. Por su parte, la distribución de plurinominales en el Congreso Federal también está siendo objeto de disputas por criterios semejantes.
Todos esos casos particulares serán contendidos en el Tribunal Electoral que tendrá la última palabra, pero esas disputas pueden tomar todavía varias semanas, y ante la magnitud de la derrota en la presidencial los ciudadanos que no votaron por Morena parecen desconectados, quizá bajo el peso de la desilusión, de estos escenarios que también mostrarán por una parte la firmeza de las instituciones, por otra la intervención o no de las fuerzas de López y de Claudia; y que finalmente, serán las que dibujen el panorama político completo de México.
Este periodo de transición no puede minimizarse, y los ciudadanos deben seguir atentos a los acontecimientos, para entender cómo se perfilará su participación y su exigencia; porque el cambio de jinete no debe suponer la pérdida del caballo.
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