A finales de 2020, el Fonden se convirtió en la bandera para defender la función de los diversos fideicomisos de preservar recursos para fines específicos.
En las últimas décadas, nuestro país había logrado que las buenas prácticas de la Protección Civil redujeran a un mínimo las muertes ante tormentas y huracanes. La respuesta de las diversas dependencias para atender a los damnificados y restablecer los servicios era casi inmediata, ya que los equipos sólo esperaban el paso del meteoro para iniciar su labor.
La fórmula se completaba con los recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) de los que se proveía de fondos para la recuperación de la vivienda de las personas de bajos recursos y la reparación de la infraestructura. Es cierto que hubo fallas y algunas graves; pero en términos generales, la población tenía confianza en que las acciones gubernamentales antes, durante y después les permitirían seguir adelante.
Por esa razón, a finales de 2020, el Fonden se convirtió en la bandera para defender la función de los diversos fideicomisos de preservar recursos para fines específicos. Pero no hubo razonamiento que detuviera la voluntad arrolladora del Ejecutivo secundada por su cohorte de fieles en las Cámaras. Se dijo, como siempre, que existiría otra forma de atender esas necesidades, la cual por supuesto, sería más efectiva, más transparente y, quizá, hasta olería mejor.
Pues la prueba para el nuevo mecanismo ha llegado con el paso del huracán Grace, que atravesó sin daños graves la península de Yucatán; pero que entró, a poco de convertirse en categoría 4, por las costas veracruzanas afectando a esa zona y a la Sierra Norte de Puebla, entre otros lugares.
En el renglón de prevención, la impresión general es que las alertas y el establecimiento de refugios temporales fueron menos efectivas. Quizá en parte se deba a que las tareas de protección civil, ya no están en manos de la Secretaría de Gobernación, sino de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Por lo que se sabe, la titular está muy ocupada organizando los “tianguis de bienestar” o sacando restas para que el número de delitos parezca menor y se le ha olvidado llamar a cuentas a su subordinada Laura Vázquez, la Coordinadora Nacional de Protección Civil, que ha brillado, pero por su ausencia.
Si nadie notó esas ausencias, sí se notó la del presidente que la semana pasada tuvo tiempo para mostrar en sus redes cómo le cortan el pelo en Palacio Nacional, pero que el fin de semana sólo compartió un corto mensaje de pésame por los fallecidos. Los que esperaban un video donde mostrara su intensa actividad de coordinación con los gobiernos estatales y otras dependencias, se quedaron con las ganas.
Pero nada de eso significa que el presidente vaya a ignorar el desastre. Desde el domingo, anunció que el martes va a Veracruz. Si bien no a la zona del desastre, sino a la conmemoración de los 200 años de la firma de los Tratados de Córdoba, que afortunadamente está en el estado más afectado. Así aprovecha, por la tarde, para dar a conocer el plan de recuperación. Es que si se trata de apoyar a Cuba o a Haití, por supuesto que hay respuestas inmediatas, pero si son mexicanos los que necesitan hay que tomarlo con calma.
En ese escenario, contrasta la respuesta del gobierno de la Ciudad de México. Por una parte, Sheinbaum ya envió brigadas de apoyo y el segundo de abordo, Martí Batres, solicita a los capitalinos que lleven víveres, ropa y agua a las explanadas de las alcaldías.
Es poco probable que los ciudadanos atiendan esta petición encabezada por uno de los firmantes de la sentencia de muerte del Fonden, además de por el manifiesto temor de que lo donado se entregue con etiquetas que promuevan a su jefa o a su partido.
El enojo por estos abusos y por la visible ineficacia del Ejecutivo es muy grande y válida, y no debemos dejar, como ciudadanos, de señalar que sí había formas efectivas de afrontar y paliar esos desastres y que se deben recuperar por nuestro bien. A la par, aunque es otra vez recurrir a la solidaridad entre ciudadanos para suplir las fallas del gobierno, no podemos dar la espalda a los damnificados; debemos encontrar asociaciones confiables para ayudarlos.
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