Lamentable que el gobierno pretenda ignorar la necesidad de una sociedad fuerte y bien estructurada, con ciudadanos responsables y organizados. Más lamentable que el gobierno insista y fomente una sociedad dócil y dependiente, una sociedad a la que se le dé el pescado antes que enseñarle a pescar.
El pretexto siempre es el ataque a la corrupción, en que todo lo hecho anteriormente está mal, el problema de la opacidad y discrecionalidad en el manejo de recursos, y con base en estas premisas nuestro presidente ahora ha señalado que durante su gobierno no se otorgará un solo peso a las organizaciones de la sociedad civil, con la finalidad que ya no haya intermediarios en los manejos de los recursos públicos.
La decisión presidencial se da en el marco del fuerte reclamo por parte de miles de madres de familia afectadas por el recorte al presupuesto designado a las instancias infantiles y que impactará negativamente al menos a 300 000 menores de acuerdo con lo señalado en diversos medios.
Llama la atención que las estancias infantiles sean castigadas de tal manera, sobre todo tomando en cuenta que, de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación, sólo se detectaron irregularidades en el 1.8% de las estancias adscritas a ese programa. ¿No es un poco desproporcionada la sanción? Pareciera que hay un trasfondo político en tal decisión.
La respuesta quizá podamos encontrarla por un lado en el desprecio y desconfianza manifiesta por el presidente a todo lo que suene a sociedad civil organizada, pero también en la vocación natural del actual gobierno a repartir dinero sin ton ni son, y claro, sin intermediarios de por medio.
“Nosotros ya no vamos a entregar recursos a organizaciones ni a fundaciones, para eso es el gobierno, esto debe quedar muy claro”, ha dicho el titular del Ejecutivo. Aquí el dinero sólo lo da el gobierno, con su respectiva creación de clientes políticas correspondientes. El mensaje no es nada alentador.
Ahora bien, el mensaje para los cuerpos intermedios es alarmante. Así como los organismos públicos autónomos están siendo ahorcados en su presupuesto, así las organizaciones de la sociedad civil también serán presionadas al no contar con recursos por parte del gobierno para el buen desempeño de sus funciones.
Lamentable que el gobierno pretenda ignorar la necesidad de una sociedad fuerte y bien estructurada, con ciudadanos responsables y organizados. Más lamentable que el gobierno insista y fomente una sociedad dócil y dependiente, una sociedad a la que se le dé el pescado antes que enseñarle a pescar.
Sin embargo, dicha estrategia gubernamental orientada a reducir a la sociedad civil organizada a su mínima expresión puede revertírsele a nuestro presidente.
Justo ahora es el momento, ante las enormes dificultades a las que seguramente se enfrentarán en los próximos meses y años las ONG para poder subsistir, para que precisamente salgan de ese status quo al que muchos organismos, quizá, se han acostumbrado, para ser más imaginativos en la procuración de fondos y recursos, para redoblar esfuerzos en la construcción de más ciudadanía.
Insistimos, al paso que vamos pronto el único contrapeso real al fuerte instinto centralizador del presidente probablemente sólo recaiga en la sociedad civil. Es entonces que quizá esta aparente mala señal dada por el gobierno para los organismos sociales, sea la pequeña chispa que despierte a la sociedad que aún permanece aletargada y pueda asumir así el papel protagonista para el que está llamado.
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