Las campañas terminaron, atrás quedaron los eventos masivos en que los candidatos con sus discursos lo mismo daban a conocer sus propuestas que atacaban a sus contrincantes. Las calles son mudos testigos del ir y venir de las brigadas partidistas que entregaban volantes o regalos para ganarse la simpatía de los electores.
Está en marcha la cuenta regresiva para que los coahuilenses y los mexiquenses asistan el próximo domingo 4 de junio a una de las citas más importantes de la historia no sólo de su entidad sino del país entero, y en la que cada uno de los votos es fundamental porque todos y cada uno contarán para elegir el modelo de gobierno que dirigirá el caminar de cada una de estas dos entidades durante los próximos seis años.
El 4 de junio será una fiesta cívica a la que los ciudadanos del Estado de México y Coahuila están invitados a participar cumpliendo con una responsabilidad ineludible: votar.
No asistir a la cita y dejar vacía la papeleta implica ceder el poder personal, individual y único a otros.
Los vacíos en política no existen, y renunciar al derecho de votar provoca que alguien más se apodere del derecho no ejercido de un ciudadano y con ello tenga el poder de decidir lo que mejor le convenga a él y/o a su grupo, dejando a un lado los legítimos intereses de la población.
El abstencionismo es un personaje que siempre se aparece en las elecciones, ya sea porque alguien no pudo asistir al centro de votación por alguna situación fuera de su control o en el peor de los casos, porque no quiso participar por desidia, flojera o por no estar convencido de ninguna de las opciones de candidatos o partidos.
Lo grave es que históricamente el abstencionismo sí se ha presentado y en grandes porcentajes. Uno de estos ejemplos es muy cercano, las elecciones intermedias de 2021, una de las que mayor afluencia presentó y, sin embargo, de los 93 millones de ciudadanos con posibilidades de votar, sólo el 48 por ciento, ni siquiera la mitad de la lista nominal, asistió a las urnas.
Es necesario que esta experiencia no se replique en las elecciones del domingo, y que los coahuilenses y mexiquenses se apersonen en las casillas y voten, que tomen una decisión informada para emitir su voto.
No hay pero que valga, si bien puede ser comprensible que ninguna de las opciones sea plenamente de la satisfacción personal de un votante, no se justifica dejar en blanco la boleta o anular su voto, porque todo ello suma y da ventaja a quien va de puntero en la elección, además de que no refleja el descontento.
Para las elecciones del próximo domingo en Coahuila la lista nominal está compuesta por cuatro millones 712 mil ciudadanos, mientras que en el Estado de México es de 25 millones 348 mil ciudadanos, en esta última entidad los jóvenes representan el 28.4 por ciento de la población, es decir, uno de cada tres tiene en sus manos el poder de elegir quien será su próxima gobernadora.
De este miércoles al sábado 3 de junio los coahuilenses y mexiquense tienen tiempo para reflexionar por quién votarán, preparar su credencial de elector y buscar su casilla para asistir el domingo 4 de junio a emitir su voto en la privacidad de la mampara, lo que les llevará unos cuantos segundos.
El voto de cada ciudadano en Coahuila y en el Estado de México es vital. Su voto da oxígeno a la democracia, cruzar la boleta electoral es el primer paso en el proceso de dar vida al sistema político democrático de México.
Igual que sin respirar dejan de funcionar los pulmones y la sangre ya no corre por las venas provocando que el corazón se paralice, no votar es dejar morir a la democracia, es dejar a la deriva a las instituciones y permitir que cualquiera las maneje a su antojo, es matar al corazón que da origen y sentido a la democracia: los ciudadanos.
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