La experiencia demuestra que la facilidad para entenderlo no va de la mano con la facilidad para aplicarlo, como también cualquier padre o madre podría comentar.
Hace unos días, previo a la reinauguración de la base aérea militar Santa Lucía o inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles, el titular del Ejecutivo dijo, palabras más palabras menos: “AIFA beneficiará a Ecatepec, no sólo a Lomas”. Esa frase refleja la concepción populista de igualdad que define a esta administración y acostumbrase a ella puede, a la larga, tener consecuencias en la forma en la que se planteen desde el poder las políticas públicas, pero también cómo las juzga la ciudadanía.
El actual titular del Ejecutivo una vez más actúa con una simplificación, en este caso el único criterio que se usa es la cercanía física, no se toma en cuenta la naturaleza de los servicios que ofrece un aeropuerto y se trata de aparentar que se está beneficiando por igual a todos, dando una igualdad de oportunidades aparente.
Nadie duda que en Ecatepec viven personas que hacen uso habitual de los servicios aéreos; pero es de dudar que mayoritariamente los habitantes de esa zona usen ese medio de transporte con la frecuencia que los habitantes de Las Lomas, por citar la colonia a la que se refirió el presidente, es decir, no hay igualdad en el beneficio que trae a un grupo de la población que sí viaja frecuentemente en avión contar con un aeropuerto más eficiente o cercano que a una que no lo necesita porque sus necesidades inmediatas son otras. Poner un aeropuerto más cerca de alguien, de manera directa no incide en su oportunidad de usar sus servicios.
En contraste, cuando se hace una conceptualización más amplia de los beneficios que una instalación como un aeropuerto puede traer a las poblaciones próximas al mismo, el panorama puede cambiar. Por ello, cabe recordar que en los planes del suspendido aeropuerto de Texcoco se había considerado la introducción de carreras relacionadas con la industria aeronáutica en los planteles de Cetis y Conalep de la zona dirigidas a formar jóvenes que tendrían asegurado un empleo por décadas, eventualmente, mejorar sus condiciones económicas y, tal vez, sí viajar con frecuencia en avión.
Si planes semejantes se hicieron con el AIFA no se han dado a conocer, pero claramente en ese caso de Texcoco hubo una política (o intento de) de igualdad que se basaba en crear las oportunidades de desarrollo acordes con la realidad. Porque es desde ahí desde todo tiene que partir cualquier política: de la realidad para ser efectiva y medible.
Es populista anteponer la idea de igualdad, así a secas, a la realidad. Por eso, las pensiones universales a los adultos mayores con todo lo maravilloso que es a priori decir que todos la reciben no abonan a la igualdad ni crean más oportunidades para todos. Pues ignoran que en la realidad, muchos tenían pensiones de otras instituciones o medios propios.
Y ese mismo mecanismo se ha usado para definir muchas cosas, como en las becas a los estudiantes que se ampliaron sin analizar la realidad de las comunidades y, por tanto, no generan igualdad sino que refuerzan la disparidad existente. Es verdad, que en algunos casos esos recursos tendrán efectos particulares en algunas familias aliviando situaciones concretas; pero no habrá forma de medirlo porque no se pusieron parámetros que permitan evaluar su éxito para mejorar o no las oportunidades.
En plena consonancia con ese limitado entendimiento de la igualdad de oportunidades, aquellos programas que sí partían del tamiz de la realidad y que habían tenido criterios para medir su éxito en igualar las oportunidades han sido cancelados. El programa Escuelas de Tiempo Completo —que seguro tenía áreas de mejora— se movía por el espíritu de igualar las condiciones para facilitar que crecieran las oportunidades, es decir, los alumnos recibían no sólo más horas de clase, apoyo en tareas; sino alimentos calientes que no tenían en sus hogares. Las escuelas se situaban en zonas de alta marginación, especialmente, indígenas por lo que se ha documentado en que en muchos casos era la comida más sustanciosa que esos alumnos recibirían en el día. En otras palabras, sí los ayudaba a estar en igualdad de condiciones que otros alumnos en cuyos hogares sí reciben alimentación y cuenta con redes de soporte que les amplían y refuerzan en el área educativa.
El tema en sí no es tan difícil de dimensionar para cualquier que sea padre de familia o simplemente pertenezca una. En todos los hogares se habrá dado la situación donde alguno de sus miembros haya reclamado que no se le da la misma atención o trato, cuyos padres le hayan respondido algo como “y si tu hermana necesita una operación, ¿también te la hacemos a ti?”. La experiencia demuestra que la facilidad para entenderlo no va de la mano con la facilidad para aplicarlo, como también cualquier padre o madre podría comentar.
Por esas dificultades es entendible que se recurra a las políticas populistas, porque es más fácil esparcir puñados de semillas en campo abierto, mostrando que se reparte sin mirar a quién, a hacer el trabajo duro de estudiar el campo, preparar el terreno, sembrar en los lugares favorables, cuidar el riego, controlar la maleza y pasado el tiempo cosechar.
Los ciudadanos debemos estar alertas y fomentar la reflexión constante que lleve, cuando termine este régimen de factura populista, a reencontrar el camino sabiendo que trabajar por la verdadera igualdad de oportunidades es más difícil, no da resultados inmediatos; pero es indispensable para que más mexicanos tengan un mejor nivel de desarrollo personal y social.
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